PACHUCA.- Antonio Galindo Castañón es un exminero que trabajó en la Hacienda de Loreto, fue uno de los topos rescatistas en el sismo del 19 de septiembre de 1985, aunque no fue la única vez que salvo vidas, lo mismo hizo durante un corto circuito en Loreto. Gracias a su labor, recibió un reconocimiento al igual que otros nueve extrabajadores de las minas de Hidalgo.
El señor Antonio tiene 85 años de edad, es padre de cuatro hijos, oriundo de la capital de Hidalgo, creció en la calle Cuauhtémoc y en 1955 comenzó a trabajar en la minería, actualmente es jubilado del Sindicato Minero.
Él junto con nueve compañeros recibió un reconocimiento en un evento que les organizaron sus familiares. Los homenajeados también fueron topos del terremoto del 85, como José Luis Gama Aguilar, Tiburcio Guerrero Moreno, Roberto Cabrera Pérez, Guillermo Ávila, Abraham, Morales Márquez y Daniel Domínguez.
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También Ángel Arellano Saldívar, Juan Gama Ángeles, Pedro Plata Álvarez y Félix Castillo García, que son mineros que fallecieron y a quienes les dedicaron un minuto de silencio.
Desafiando la muerte
Antonio dejó de trabajar cuando tenía 68 años, de ese entonces le quedan los recuerdos de cuando fue minero, como la vez que sobrevivió a un corto circuito y otra ocasión que ayudó a uno de sus compañeros que se quedó cubierto con distintos minerales mientras ambos trabajaban en la Hacienda de Loreto.
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“Son experiencias que recuerdo con tristeza. Yo me atreví a bajar a donde mi compañero estaba semisepultado, con graba, corriendo el riesgo de que me aplicaran el abandono de mi trabajo, pero el ver que estaba todo en silencio, acudí. Esa experiencia me dio mucha tristeza porque mi compañero ya se había dado por vencido, ya no quería salir con vida, pero sí salió”.
La siguiente ocasión fue cuando cambiaron un transformador de energía eléctrica en la Hacienda de Loreto. Antonio recuerda que después de esas labores, regresó a su espacio de trabajo y justo en el momento que intentó reconectar las cuchillas eléctricas, ocurrió una descarga, pero sobrevivió.
“Ese día fue uno de los más tristes, mi hija tenía 7 meses de nacida, no sé qué pasó pero yo lo llamo un milagro de Dios, no me electrocuté, me espanté al ver todo sin energía eléctrica. Cuando salimos de nuestro turno, que era a las 10 de la noche, había ambulancias, patrullas, mucha gente porque decían que habían muchos muertos y electrocutados, pero nadie murió”.
Otra de las experiencias durante su vida laboral fue cuando asistió al Distrito Federal, hoy Ciudad de México, para apoyar durante dos días los trabajos de rescate que dejó el sismo de 1985.
“No pidieron apoyo a trabajadores mineros, acudimos, no recuerdo en qué parte de la Ciudad de México, tuvimos mucha tristeza por cómo fue ese sismo, recuerdo muchas ruinas, encontramos ya edificios muy difíciles de ingresar y apoyar”.
Antonio dice que los mineros fueron elegidos porque tenían conocimientos sobre como romper ciertas torres, para cortar los cimientos, lo que más recuerda es el movimiento de cuando caminaba entre las ruinas de los inmuebles.
“Había equipos de acetileno que nos servía para cortar los cimientos de los edificios, pero nadie los usaba porque no sabían, pero nosotros (los mineros) teníamos algo de experiencia porque nuestro trabajo lo requería, fue como yo apoyé a los ingenieros”.
Los rostros mineros
Al igual que la historia de Antonio, las paredes del Sindicato Minero albergan una exposición de donaciones con fotografías y reconocimientos que compartieron los exmineros y sus familiares.
En ella se puede observar las fotografías y un reconocimiento de Ángel Arellano Saldívar, un minero que falleció hace cinco años, también ayudante después del sismo del 85, él sacó de los escombros a una madre que tenía abrazados a sus dos hijos.
También aparece el rostro de Tiburcio Guerrero Moreno, apodado como El Tiburón, un adulto que actualmente tienen 78 años y fue quien dirigió la brigada de los topos hidalguenses que llegaron a auxiliar a los trabajos posteriores al terremoto.
Entre las fotografías está Maurilio Montaño Oliver, un hombre de 107 años de edad que habita en la ciudad de Pachuca y que la mitad de su vida, para ser exactos 54 años, los dedicó a trabajar en la empresa minera Real del Monte, al igual que su hijo Ricardo Javier Montaño Hernández.
El Nopal, un apodo del minero Abraham Delgado Morales, aparece en la exposición con una fotografía a blanco y negro que tiene el rostro de un hombre de cabello rizado y cejas pobladas. Su gran amor fueron las minas, dice su cuadro.
A Santos Martínez Hernández lo apodaban El Intocable, porque no se dejaba de nadie, según explica su reseña que también agrega que ese apodo fue desplazado por el de Revive Muertos, porque salvó a un compañero que se había pegado en la cabeza con un aparto de carga eléctrica.
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