San Felipe.- Ubicada a 35 kilómetros al noroeste de San Felipe, por la carretera a San Luis Potosí, se encuentra la que fue una de las haciendas más importantes de la época colonial, la de San Diego de Jaral de Berrio, una de las más antiguas y extensas de México.
Su propietario, Miguel de Berrio y Zaldívar, quien en 1774 fue nombrado Primer Marqués del Jaral por el Rey Carlos III, fue el hombre más rico de México en su época y uno de los mayores terratenientes del mundo. Fue un mayorazgo que se componía de 99 haciendas, distribuidas desde Durango hasta el Valle de México.
Juan Nepomuceno de Moncada y Berrio, nieto de Miguel de Berrio y Tercer Marqués del Jaral, propietario de la hacienda durante los tiempos de la Independencia de México, según se cuenta, tuvo 99 hijos y les regaló a cada uno de ellos las haciendas que eran de su propiedad.
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Los propietarios
El origen de esta hacienda se remonta hacia los finales del siglo XVI, cuando Juan de Zavala, español avecinado en las minas de San Luis Potosí se hace de varios sitios ganaderos en el entonces Valle de San Francisco, terrenos a los que bautiza con el nombre de Hacienda de Zavala, a la que, posteriormente, anexa otro sitio para ganado menor y cinco caballerías de tierra que el Virrey Juan de Mendoza y Luna le otorga en 1607.
Tras varios traspasos, heredades y anexiones, a mediados del siglo XVIII, los propietarios de la nominada como Hacienda de San Diego del Jaral, Doña Teresa Josefa Zaldívar y Retes de Paz y Vera y su esposo el Capitán Andrés de Berrio y Díaz Palacios Ortiz de Landázurri y Ayala, heredan sus bienes a su hijo Miguel de Berrio y Zaldívar, quien en 1774 es nombrado Primer Marqués del Jaral por el Rey Carlos III, y es él a quien se le debe que se le agregue el de Berrio, al nombre de la propiedad.
Durante este período, la hacienda creció a tal grado que se decía que su ganado pastaba desde Durango hasta el Valle de México sin salir de sus dominios, por lo que era una de las haciendas más grandes de toda la Nueva España, y sus caballos eran tan famosos, que llegó a ser muy popular el refrán: "¡Para las mulas del Jaral los caballos de allá mesmo!".
En 1810, Juan Nepomuceno de Moncada y Berrio, nieto del Primer Marqués, era el propietario de la hacienda y se une al Cura Hidalgo en la lucha insurgente, aunque cuando las fuerzas reales de Calleja llegan a la finca, el Segundo Marqués del Jaral se pasa de su lado y forma el Regimiento Moncada para defender sus dominios.
El 7 de Julio de 1817, Francisco Javier Mina tomó la hacienda y, al finalizar la lucha armada, el entonces emperador Agustín de Iturbide, nombra a Juan Nepomuceno Caballero de la Orden Imperial de Guadalupe, motivo por el que pronto repara los daños causados a sus propiedades.
Para 1855, el casco de la hacienda estaba poblado por cerca de 6,500 habitantes, además de que contaba con oficinas de Alcabalas y Correos, con dos escuelas de primeras letras, dos mesones públicos y su capilla había sido elevada a Parroquia y, para 1890, el Ferrocarril Nacional Mexicano contaba con 2 estaciones dentro del Jaral y era propiedad de Juan Isidro de Moncada Berrio Hurtado de Mendoza.
Lo último que se conoce acerca de los propietarios de la hacienda es que "Doña Margarita", nuera de Juan Isidro, vendió la hacienda al señor Rutilo Rojas Rodríguez, cuando aún contaba con 5,000 hectáreas de terreno.
Desde 2013 no está abierta al público, aunque se puede visitar previo permiso en la tienda de mezcal "Jaral de Berrio" que se embotella y se vende en la planta baja.
Para saber
La parte más nueva de la hacienda fue construida en 1980 y su estilo neoclásico incluye cariátides, detalles de esculturas y paredes pintadas, que, a pesar de algunos deterioros, muestran la opulencia en la que vivían sus moradores.
La construcción muestra una larga fachada, las trojes, un caserío, una iglesia, una capilla y dos torres.
En sus inicios, estas tierras fueron habitadas por indios guachichiles y al llegar los colonizadores las convirtieron en terreno de pastoreo y en una estancia de agricultores.
Las primeras crónicas del Valle de Jaral datan de 1592, y ya para 1613 su segundo dueño, Martín Ruiz de Zavala, comienza a edificar.
Los propietarios se suceden por compra o por herencia. Entre éstos destacó Dámaso de Saldívar (1688), quien también fuera dueño del predio donde se ubican las ahora oficinas centrales del Banco Nacional de México. Entre otras cosas, este hombre ayudó con dinero a las extraordinarias pero peligrosas expediciones que se hicieron por esa época en el norte de la Nueva España.
El primer Berrio en llegar a esta hacienda fue Andrés de Berrio, quien al casarse en 1694 con Josefa Teresa de Saldívar se convirtió en propietario.
La Hacienda de Jaral de Berrio era tan productiva que las personas que fueron sus dueños se convirtieron en algunos de los hombres más acaudalados de su época, a tal grado que se les concedía el título nobiliario de marqués. Tal fue el caso de Miguel de Berrio, quien en 1749 llegó a ser dueño de 99 haciendas, siendo la de Jaral la más importante de ellas, algo así como la capital de un “pequeño” estado. Con él se iniciaron las ventas de productos agropecuarios de la hacienda en otras poblaciones, incluyendo la Ciudad de México.
La bonanza continuó para este lugar. Juan Nepomuceno de Moncada y Berrio, tercer marqués de Jaral de Berrio, se consolidó por herenci como el hombre más rico de México y c0omo uno de los mayores terratenientes del mundo según Henry George Ward, ministro inglés en 1827. Se cuenta que este marqués tuvo 99 hijos y a cada uno de ellos le regaló una hacienda.
Cada uno de los propietarios le fue agregando construcciones a la hacienda, y cabe decir que son estos contrastes arquitectónicos los que la hacen más interesante. En algunos casos, fueron los trabajadores los que con sus ahorros pusieron su granito de arena. Así sucedió con una de las amas de llaves de la hacienda que por esfuerzo propio empezó a levantar la iglesia dedicada a Nuestra Señora de la Merced en 1816. Después, como un anexo a la misma, don Juan Nepomuceno levantó una capilla de enterramientos para él y su familia.
Con el tiempo, la hacienda siguió creciendo en riquezas, fama e importancia, y sus productivos magueyales surtían a las fábricas de mezcal de la Soledad, a la de Melchor, a la De Zavala y a la de Rancho de San francisco.
Aparte de la elaboración y venta de mezcal, la hacienda de Jaral tuvo otras actividades de importancia como la fabricación de pólvora, para lo cual se aprovechaban sus tierras nitrosas y las de la hacienda de San Bartolo.
Por la importancia económica de la hacienda, la vía del tren pasó a medio kilómetro. Esta línea fue después recortada para economizar distancias entre México y Nuevo Laredo.
Durante la Guerra de Independencia, Francisco Javier Mina la tomó por asalto y saqueó el tesoro enterrado en el cuarto contiguo a la cocina. El botín constaba de 140,000 talegas de oro, barras de plata, efectivo de la tienda de raya, reses, cerdos, carneros, caballos, gallinas, cecina y cereales.
Muchos años después un hombre llamado Laureano Miranda empezó a promover la elevación del poblado del Jaral a la categoría de pueblo, el cual irónicamente, debería de llamarse, Mina. Pero la petición no fructificó. Se cuenta que el mismo marqués ordenó la expulsión y quema de viviendas de todos aquellos que promovieron aquel cambio de nombre.
Ya en este siglo, don Francisco Cayo de Moncada mandó levantar lo más atractivo de la hacienda: el palacete o casa señorial de estilo neoclásico con sus columnas corintias, sus cariátides, sus águilas ornamentales, su escudo nobiliario, sus torreones y la balaustrada en la parte superior.
Con la Revolución se inició la decadencia del lugar debido a los incendios y a los primeros abandonos. Después, durante la rebelión cedillista de 1938, la casa grande fue bombardeada desde el aire, sin causar baja alguna; y de 1940 a 1950, la hacienda se fue desmoronando y acabó por arruinarse, siendo doña Margarita Raigosa y Moncada la última propietaria.
En el presente
En el viejo casco de la hacienda hay tres casas principales que siguen la línea frontal de la mansión: la primera fue la casa de don Francisco Cayo y es la más elegante, la del reloj, la de las dos torres. La segunda se construyó de piedra y cantera lisa, sin adornos, con un mirador en la segunda planta, y la tercera se diseñó con una estructura moderna. Todas son de dos plantas y sus puertas y ventanas principales miran al oriente.
A pesar de que las condiciones actuales son deplorables, todavía se percibe la antigua grandeza de esta hacienda. El patio central con su fuente ya no es tan colorido, las tres salas que hay alrededor de dicho patio contienen varios salones, todos abandonados, mal olientes por el guano de las palomas, con sus vigas derruidas y apolilladas, y sus ventanales con los postigos resquebrajados..
El ala poniente del mismo patio central tiene una elegante escalera doble donde todavía se pueden apreciar parte de los murales que la decoraban, la cual sube al segundo piso en el que están los amplios salones recubiertos de mosaicos españoles, donde otrora se realizaron grandes fiestas y bailes. Y más allá aparece el comedor con restos de tapiz y ornamentos franceses.
Hay un cuarto de baño, en donde se encuentra una inmensa pintura al óleo llamada La Ninfa del Baño, pintada en 1891 por N. González.
Las demás habitaciones se encuentran en deplorables condiciones: sótanos, patios, balcones, huertos, puertas que no llevan a ninguna parte, paredes agujeradas, pozos de excavaciones y árboles secos; y de repente aparecen adaptaciones, como un tanque de gas, una antena de televisión, flamboyanes, rosales y duraznos.
En la parte trasera de la hacienda están los recios contrafuertes, y al cruzar un portón, se encuentra lo que fuera una fábrica de mezcal o de pólvora que todavía conserva algo de su maquinaria hecha en Filadelfia.
Y en la casa principal hay un cuarto muy obscuro que en una esquina tiene una escalera de caracol.
El palacete
La Hacienda de Jaral de Berrio tiene como conjunto 3 casas construidas en diferente época, abarcando del siglo XVII al XIX que conforman el casco de la hacienda.
Sobre las 3 casas que se edificaron, se puede observar que resalta una en específico, la cual muchos la consideran como un palacete, siendo así ésta la última y tercera casa construida en el siglo XIX de arquitectura de estilo neoclásico.
La fachada es de cantera rosa dividida en tres planos.
En la planta baja de la hacienda se pueden apreciar 10 columnas de orden jónico las cuales son el soporte a la planta alta. Al centro de la fachada en planta baja enmarcando la entrada se encuentran dos conjuntos de cuatro columnas también de orden jónico. La cornisa que divide planta baja de la planta alta es decorada con 9 cabezas de león en relieve. Se dice que esta decoración de cabezas de león custodiaban la entrada al palacete.
En la planta alta se pueden apreciar cuatro ventanales a cada lado y al centro un balcón enmarcado por dos columnas de orden jónico. En tercer plano en la parte superior del balcón se encuentra un reloj el cual es adornado con dos grandes águilas una de cada lado y enmarcado con dos estatuas de ninfas las cuales sirven como columnas para soportar un semicírculo en donde se levanta la estatua de Juan Nepomuceno de Moncada y Berrio, III Marqués de Jaral del Berrio.
La parte superior de la fachada la recorre un barandal hecho de cantera, la cual sostiene al parecer una decoración de jarrones. A los costados de la fachada en cada lado se encuentra un torreón, cada uno construido con tabique y recubierto de cantera.
Al interior se encuentra un patio central con pasillos laterales, esta primer planta era dedicada a actividades administrativas de la hacienda. Al fondo del patio podemos apreciar una escalera imperial de dos entradas cada una enmarcada con un arco ojival de cantera y al centro un arco de medio punto. Al finalizar las escaleras en la planta alta se enmarcan con tres arcos en donde en el arco central se divide en dos bloques quedando al centro el escudo tallado en cantera de la familia Moncada.
Bajo la explanada que se encuentra en el poblado de Jaral de Berrio, existen túneles que comunican entre sí a la Parroquia de San Diego de Alcalá, La Hacienda y la Capilla de la Merced. Estos tres túneles se unen llegando a un punto céntrico de la explanada. La finalidad que tenían estos túneles, era que los hacendados pudieran asistir a misa sin ser vistos por las personas del pueblo.
Atractivo turístico
Platicando con la gente en el tendajón y en la iglesia se pueden aprender muchas cosas de Jaral de Berrio, quienes tienen la esperanza de hacer de esta hacienda un centro turístico, rehabilitar respetando íntegramente su arquitectura.
El proyecto abarca salas de conferencias, albercas, restaurantes, recorridos históricos y paseos a caballo, entre otras cosas más, con lo que se beneficiarían los lugareños con nuevas oportunidades de trabajo y un ingreso extra. El proyecto al parecer está a cargo de una empresa extranjera que es vigilada por el INAH.
En la iglesia hay a la venta un libro sobre la historia de esta hacienda llamado “Jaral de Berrio y su Marquesado”, escrito por P. Ibarra Grande, donde aparecen referencias históricas que aparecen en este artículo.
Ya conoces algo de esta hacienda, por lo que puedes ya agendar un viaje para ver físicamente lo que fuera el lugar donde residieron las familias más ricas durante su época de esplendor.
Con datos y fotos de: México Desconocido / Ruel SA de CV / Juancarlossedano.com / Estado de Guanajuato, México.
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