Sí creíamos que ya todo habíamos visto, por parte del nefasto gobierno de López Obrador y su partido Morena, no es así. Aún nos sigue sorprendiendo el caudal de sin propósitos y locuras del gobierno que dijo ser, “La esperanza de México”. El nuevo escándalo de la semana, que no han parado ni dado tregua una sola semana, durante cinco años y cuatro meses.
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Tiene que ver con la promoción que el propio gobierno y su partido político en el poder Morena, han difundido al país entero, por medio de una camiseta de color negra con la leyenda: “Un verdadero hombre nunca habla mal de López Obrador”. Con la imagen de la santa muerte, con el dedo en la boca pidiendo guardar silencio.
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Como si fuera poca cosa, tener un narco presidente, un narco gobierno y una narco candidata, ahora la clara intención es instalar una narco cultura en el país. Esta grotesca publicidad por parte del Gobierno Federal, de sus funcionarios públicos y desde luego, de los simpatizantes y militantes del partido en el poder, representa un guiño al crimen organizado, dejando claro su sociedad política y criminal con el narco.
La camiseta negra con la imagen de la Santa Muerte no es simplonamente la cara de una calavera con el dedo en la boca, pidiendo guardar silencio a todos aquellos, que no comparten la nueva cultura del narco en México, implantada como un estilo de vida por parte del propio gobierno de la república.
Representa la apología de la violencia en una sociedad llena de sangre, donde diariamente se mata a un promedio de mexicanos, entre 85 y 92 muertos. Números que ni la guerra entre Rusia y Ucrania o Israel y Palestina reportan en una zona de guerra. En México se mata como se mata, todos los días con una crueldad inhumana, colgando a hombres y mujeres en puentes, descuartizados, desmembrados, esparciendo los pedazos de cuerpos en los jardines del centro de ciudades enteras, con la complaciente inacción de las autoridades municipales, estatales y federales.
Se proyecta la violencia desde el partido en el poder Morena y desde el gobierno federal, exponiendo una construcción social, de crear expectativas de vida legitimando el tráfico de drogas a través de formas simbólicas como los corridos, series de televisión, religión y arquitectura orientadas al narcotráfico. Así como los contenidos implicados como la ostentación, el lujo, la violencia, la muerte, el territorio, el poder, la ilegalidad y la corrupción.
Ahora con el actual gobierno, también instalados como pares y socios políticos, donde presentan candidatos propios apoyados por distintos cárteles de la droga, que gobiernan y operan diversos territorios del país. Todo mundo lo sabe y el pueblo calla, ante el miedo de una represalia y desde luego, tener que votar sí o sí por el partido político que postula al narco candidato.
“Un verdadero hombre nunca habla mal de López Obrador” representa junto con la santa muerte, un proceso cultural que incorpora una basta simbología, un conjunto de visiones del mundo bajo ciertas reglas y normas de comportamiento de los abrazos a los criminales, que hacen lo que quieren en todo México, con tal de ayudar a AMLO y su partido, a ganar elecciones con dinero del narco y con operación política.
Ha sido muy grande, muy grande la pérdida de valores morales de nuestro pueblo. Nos quejábamos de la vieja clase política que representaban el PRI, el PAN y el PRD. Y ahora con la nueva clase política que representa lo peor, más bajo y corrupto del PRI, PAN y PRD, han construido en Morena una vergonzosa corrupción que desde el poder se ha filtrado a toda la sociedad.
Sorprende el conformismo con el que la sociedad contempla la destrucción del país y de sus instituciones, esperando que nos salven los mismos que nos han llevado hasta aquí. Increíblemente aún se piensa que Morena y su candidata presidencial, Claudia Sheinbaum, van a construir lo que ellos mismos han destruido.
Es necesario que recuperemos los valores morales y democráticos, que han sido sustituidos por los abrazos y no balazos y la vileza del presiente de México. Es una obligación y un derecho ciudadano, restaurar la memoria y reclamar un futuro para nuestros hijos. Está claro, que camino no podemos volver a tomar.
¿No cree usted?
Dr. Carlos Dìaz Abrego