No hay entusiasmo por las campañas.
La gente no está metida en la elección.
No hay debate sobre los proyectos de las aspirantes.
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Los mexicanos no alcanzamos a dimensionar lo que nos jugamos en las elecciones del 2 de junio del 2024. De hecho, estamos confundidos sobre lo que está en disputa.
La discusión no es siguen los apoyos a los adultos mayores o no siguen. El pleito no es si el Gobierno regala o no dinero. La discusión tampoco es el número de muertos de Andrés Manuel López Obrador contra el número de muertos de Felipe Calderón. La disputa no es Morena contra el PAN o el PRI. Ni tampoco si Claudia Sheimbaum es mejor que Xóchitl Gálvez. Mucho menos el pleito es si Andrés Manuel es el mejor presidente de la historia o el peor presidente de la historia.
¿De qué se trata entonces la elección? El fondo de la disputa es si seguimos con Morena o rechazamos a Morena. Si somos populistas o somos neoliberales. Si nos acercamos a Venezuela o seguimos junto a Estados Unidos. Si estamos en el bloque de Rusia o en el bloque de los EE.UU. Eso es lo que deberíamos estar discutiendo.
La elección es tan importante para México que deberíamos estar hablando de lo que implica estar de un lado o del otro. Los mexicanos tendríamos que estar hablando del modelo democrático que queremos. Del modelo económico que queremos. Del rumbo del país que deseamos. Pero no lo hacemos. No le entramos. No entendemos. Nos perdemos en disputas ociosas que no son el fondo de la elección. Y cómo no dimensionamos el momento histórico, nos volvemos apáticos. No le entramos a la elección. No vemos las campañas. No escuchamos las propuestas. No seguimos a las candidatas. No estamos enterados.
Va ganando la indiferencia. Va triunfando la apatía. La tibieza. El desinterés. Que hagan lo que quieran. Que decidan lo que se les pegue la gana. Que nos lleven a dónde quieran. Que nos cargue el payaso, al cabo que siempre nos carga. Que nos den 3 mil pesos bimestrales y gobiernen como quieran.
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