Las encuestas tradicionalmente servían para informar a los electores, respecto al sentido del voto previamente a la jornada electoral. Indudablemente representaban un valioso instrumento para medir las tendencias respecto a tal o cual partido y candidato. Sin embargo, estos trabajos que tenían cierto valor y respeto social y político hoy en día no tienen ninguna credibilidad.
Cómo sucede siempre, cuando los políticos y sus respectivos partidos tocan “algo”, lo pervierten y corrompen. De tal suerte, que los valiosos instrumentos que median las preferencias electorales en determinado segmento de la sociedad y en determinado momento, hoy no sirven para nada, ya que está muy claro que las encuestas son manipuladas y manoseadas por los contendientes.
En pocas palabras, sabemos que quién contrata una encuesta electoral, será beneficiado con el resultado aun cuando no sea verdad. Quién paga, manda. Así de fácil y sencillo. La manipulación en los resultados de dichos trabajos contratados por partidos o candidatos es mas que evidente.
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Ingenuamente los políticos y sus partidos creen que pueden seguir manipulando y engañando al electorado. Siguen pensando, que el pueblo no ha crecido ni madurado, intentando sorprender como en tiempos no muy lejanos, a una sociedad que ya no es la misma de antaño, todo lo contrario. La comunidad política hoy cuenta con herramientas informativas, para identificar el burdo fraude que inicia con las encuestas.
Es por ello, que siempre se duda en los resultados y en todos aquellos actores que participan en la contienda. Y luego se pregunta la clase política, ¿por qué no confiamos en ellos?, en los partidos políticos y en las instituciones, desde antes del inicio de la contienda, empiezan con movidas y trapicharías para sorprender al elector y claro está, decirse defraudados y robados del resultado electoral que no los favoreció. Y de ahí viene, el cuestionamiento al árbitro electoral y a las instituciones que nadie respeta.
Mientras, seguimos escuchando el mal rollo de políticos y políticas de todos los institutos, que, al no ser favorecidos por una candidatura, se llenan la boca de discursos populistas y demagógicos haciendo creer al ciudadano sus palabrerías baratas: “por el bien de la unidad del partido, pensando en el pueblo que es lo más importante, bla, bla, bla”.
Y qué decir, de esos espectaculares que promueven supuestos liderazgos por medio de entrevistas en revistas que nadie conoce y nunca se han visto en los quioscos de periódicos, de la nada aparecen. Se promocionan también, en libros que dicen escribir, cuando otros realizan esa tarea editorial y fraudulentamente ellos firman.
El paisaje urbano lleno de bardas pintadas con nombres de precandidatos, que “nadie” pinta y “nadie” sabe nada al respecto, mucho menos a quién promueven, pensando que el pueblo es idiota y no tiene idea, quien está atrás de todo esto.
Urge una nueva clase política. De lo contrario, seguiremos igual y no se diga, los resultados para la comunidad.
¿No cree usted?
Dr. Carlos Dìaz Abrego