Todavía huele a humo. Ya pasaron 10 horas del incendio en la Panificadora del Bajío y el olor persiste en informar a los transeúntes que en la madrugada, mientras todos dormían, llamas acabaron por destruir lo poco que quedaba de un negocio histórico que permanecía como una especie de monumento a la nostalgia.
“¿Qué le pasó señorita?”, preguntó un niño que, con otros 3, estaba pidiendo dinero en la calle Gante de la colonia Centro “pa un taco” hasta que la imagen de destrucción de la panificadora le espantó el hambre. El hoyo que tenía en la panza se llenó de la impresión de lo que estaban viendo y de la obvia respuesta: “Se quemó”.
“Qué malditos”, dijo una niña. Con sus manos sujetadas a los barrotes observó los restos quemados en el interior de la Panificadora del Bajío haciendo preguntas en voz alta sobre cómo ocurrió, cuándo pasó y porqué. Nadie respondió, son solo niños que rutinariamente tienen el mandado de parte de sus padres de pedirle a dinero a los transeúntes que pasan todos los días por el centro.
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De pronto un ruido silenció sus preguntas y las remplazó por un grito. Un vidrió aún caliente se tronó haciendo caer al suelo pedazos de cristal y cenizas que les llenaron el cabello negro de puntitos blancos y grises.
Unos minutos después ellos se fueron, pero de la misma manera que los niños quedaron impresionados por el incendio, en los adultos tuvo el mismo efecto, que, aunque no todos se detenían, caminaban mirando con prisa los escombros de la Panificadora del Bajío que ayer solo era un recuerdo de otras épocas de su vida.
Pero hoy, desde una cuadra antes del nostálgico negocio, el olor a quemado ya anunciaba que algo acababa de pasar. Adentro, lo poco que quedaba del negocio que cerró hace 15 años, solo son solo escombros de escombros. Cuando el fuego ardió no devoró mucho en sí, avanzaba rápido dentro y fuera de la panificadora buscando algo de lo que se pudiera alimentar, pero no había mucho. Quizá antes, cuando no aun no era objeto de vandalismo, habría provocado más destrucción, lo único que el fuego hizo fue recordarles a los leoneses de un negocio que habían dejado en el olvido.
Las llamas volvieron noticia a la deteriorada y abandonada Panificadora del Bajío.
Hoy son ruinas modernas que recuerda a los leoneses de una importante etapa de su vida. La panificadora los acompañó en su niñez cuando pasaba la camioneta conocida como “la vaquita” a vender pan a las colonias y en su adultez cuando iban a comprar pan para recordar los viejos tiempos.