Celaya.- Hay un antes y un después de la tragedia. Cada 26 de septiembre aviva en los celayenses el sentimiento que les quedó grabado por la tragedia ocurrida hace 24 años, y que conmemoran en esta fecha.
Huérfanos, viudas, mutilados, personas que perdieron a sus hijos, los que se quedaron en la calle, los rescatistas... a todos les marcó la existencia el Domingo Negro, el 26 de septiembre de 1999. Toneladas de pólvora estallaron en una bodega clandestina de pirotecnia, en 3 explosiones consecutivas que hicieron volar los locales de la calle Antonio Plaza, en la Central de Abastos.
La cifra oficial fijó la cantidad de muertos en 72 personas. Extraoficialmente, ciudadanos aseguraron haber contabilizado más de 100 cadáveres. Incluso el obispo de aquel entonces, Jesús Humberto Velázquez Garay, dijo que a él le había tocado ver al menos un centenar de cuerpos.
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Hubo además 350 personas lesionadas. Son celayenses que viven con mutilaciones y cicatrices de quemaduras.
Eran cerca de las 10 de la mañana cuando un fuerte estruendo cimbró los alrededores de la calle Antonio Plaza; sobrevino una segunda explosión media hora después, y fue la más fuerte, que se escuchó a kilómetros de distancia. Luego, un tercer estallido, cuando ya estaban en la zona socorristas, bomberos, periodistas y policías cubriendo sus correspondientes funciones.
Los minutos siguientes fueron de caos y desesperación: las imágenes de las víctimas quedaron en su mayoría para el propio acervo; los medios de comunicación las vieron impublicables y solo una superó la autocensura: el periódico A.M. difundió la de un joven a quien sacan, cargado, de la zona del desastre. Se ve que tiene ambas piernas amputadas por arriba de la rodilla; era una toma muy cruda, según las críticas que le llovieron al periódico. Sin embargo, quedó como un indiscutible testimonio que en una sola imagen concentraba todo el dolor de esa jornada fatal.
El castigo por las explosiones y todo el daño que estas provocaron recayó en los comerciantes que almacenaban de forma ilegal las 4 toneladas de pólvora que causaron la desgracia. El dueño de Abarrotera Celaya, Ignacio Ojeda, murió en el lugar; su esposa, Angélica Vargas Bocanegra, pasó 10 años en la cárcel.
cv