León.- La tarde del pasado 20 de noviembre, un grupo de hombres que se hicieron pasar como agentes ministeriales entraron al fraccionamiento privado La Toscana, al norte de León, donde asesinaron a Diego Andrés Díaz, quien en esta ciudad se manejaba con bajo perfil, pero era un colombiano dedicado a extorsionar a personas que solicitaban préstamos, de acuerdo con testimonios de víctimas.
El crimen, perpetrado de una forma misteriosa por el modo en que una camioneta Dodge Ram y un Nissan Sentra ingresaron al fraccionamiento altamente resguardado por vigilancia privada, fue investigado por la Fiscalía General de Guanajuato, que solamente consignó el hecho como el “fallecimiento por disparos de arma de fuego (…) la víctima fue identificada como Diego Andrés N, de 44 años”.
No fue sino hasta cerca de la medianoche que se supo del crimen, pues a esa hora fue cuando la Policía Municipal fue alertada de los hechos.
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Sin embargo, lo que nunca se dijo fue la actividad ni el origen del fallecido.
Venía como abogado
Diego Andrés era del Quindío, un departamento o estado en el centro de Colombia, famoso por sus altas montañas. El lema del territorio “Joven, rico y poderoso” influye en el ánimo de los quindianos, y en este caso Diego Andrés quiso hacerlo en León.
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En Colombia era abogado, y avisó a sus familiares y amigos que vendría a México a ejercer la misma profesión. Concretamente, avisó, se asentaría en León, Guanajuato, donde ya tendría un buen trabajo arreglado de antemano.
Sin embargo, el profesionista llegó trabajando con la agrupación de prestamistas “Gota a gota”, que ofrece créditos en efectivo a gente sin acceso a los servicios bancarios.
Con pocos requisitos, los “Gota a gota” dejan cantidades desde los 2,000 pesos hasta más de 50,000.
Crecimiento en la empresa
Lo apodaban “el Burro” y todos sus conocidos en Colombia, incluido su hermano José, creían que en León seguía trabajando como abogado. Pero Diego Andrés mientras tanto escalaba posiciones en “Gota a gota”. Innovó en los “métodos de convencimiento” para clientes morosos.
La cartera vencida prácticamente fue recuperada en su totalidad; todos los deudores estaban convencidos de que lo mejor para evitarse “problemas extrajudiciales” había que pagar… o pagar.
Díaz ascendió hasta ser el coordinador de un grupo de compatriotas suyos que se hacían cargo de los préstamos en León. Tenía bajo su mando desde el personal que ubicaba a posibles clientes-víctimas y les repartía tarjetas ofreciendo el crédito, los que les llevaban el dinero solicitado y a la vez ubicaban bien dónde localizarlos y, finalmente, a los encargados de la cobranza.
Estos últimos recibieron adiestramiento especial, en el que se recomendaba el uso de amenazas y violencia para presionar al deudor.
Rudo cobrador
En poder de La Silla Rota, el testimonio de una de sus víctimas revela lo agobiante y aterrador que era deber a los colombianos de “Gota a gota”.
“Acabó con todo lo que yo tenía”, menciona un hombre que, de ser microempresario con regular éxito, perdió hasta su casa y ni así terminaba de pagar el préstamo inicial de 40,000 pesos.
Tan solo de intereses, esos 40,000 generaban 25,000 pesos al mes.
El antiguo microempresario, hoy viviendo en el anonimato y escondido en una colonia del oriente de la ciudad con sus familiares, primero había tenido que vender su auto con tal de salir de la deuda, pero lo que le dieron por el vehículo no le sirvió ni para cubrir los intereses.
Lo del coche le dio un respiro, aunque la cuenta seguía creciendo, intereses sobre intereses.
“Me termina de pagar o le rompo una pierna, para empezar”, fue lo último que el cliente-víctima escuchó de Diego Andrés Díaz antes de rematar su casa para salvar la pierna. El testigo señaló a La Silla Rota que, aunque se quedó sin casa y sin auto, vivía aún bajo amenazas por parte de la pandilla de cobradores.
En otro testimonio, un antiguo taxista tuvo que dejar este oficio porque ya los cobradores de “Gota a gota” lo tenían aterrorizado. Como ubicaban su taxi verde por el número económico, y es una nutrida flotilla de colombianos en motocicleta dedicados a la recuperación de cobros, donde se lo encontraban lo amenazaban. Llegaron a golpearlo y nunca pudo pagarles los 4,000 pesos que les había pedido prestados, para pagar en abonos de 400 diarios, que siguen sin ser cubiertos.
Un caso más, consignado por el periódico A.M., fue el de un empresario también víctima de los préstamos “Gota a gota”. A él lo secuestraron junto con su esposa, vaciaron su local y se llevaron 2 millones de pesos.
cv