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Donde el Sol y Cristo son uno solo: la Semana Santa en San Juan Chamula

La comunidad de San Juan Chamula fusiona su espiritualidad ancestral con el catolicismo en una expresión única de sincretismo religioso

Escrito en ESTADOS el

SAN JUAN CHAMULA. En este pueblo maya tsotsil de Chiapas, la Semana Santa se vive de una manera única, distinta al resto del país. Cada acto, cada ofrenda, cada vela y cada “exhalación” de incienso proveniente del copal tiene un propósito: agradecer a Cristo y, al mismo tiempo, al Sol.

La gente de San Juan Chamula, como parte de su cultura maya tsotsil, posee una visión del mundo profundamente espiritual, que fusiona elementos de la religión católica con sus creencias tradicionales indígenas. Este sincretismo religioso da lugar a una cosmovisión singular, donde la vida, la naturaleza y las fuerzas espirituales se entrelazan de una manera especial.

Esta perspectiva tan particular ha atraído a muchas personas interesadas en documentar estas tradiciones. Sin embargo, la comunidad es muy celosa de su iconografía y no tolera el irrespeto ni la comercialización de su cultura. Uno de los lugares donde está estrictamente prohibido grabar o tomar fotos, sin importar quién sea, es el interior de la iglesia.

Tercera entrega de una serie que abordará los alcances sociales y la creciente diversidad de las creencias religiosas entre la población mexicana.

Así se vive la Semana Santa en San Juan Chamula 

Contexto: En San Pedro, uno de los tres barrios más importantes que conforman la cabecera municipal de esta comunidad indígena de la región Altos de Chiapas (junto con San Juan y San Sebastián), se prepara todo lo necesario para celebrar los tres días “grandes”: jueves, viernes y sábado.

El trabajo avanza lentamente, pero sin descanso, con pocas pausas, principalmente para probar los alimentos (como un caldo de pollo recién hecho acompañado de tortillas a mano) y recuperar fuerzas.

Hombres y mujeres se levantan antes del amanecer y comienzan sus labores. Ese día (martes 14 de abril), se dedica a la elaboración del atole de maíz que se ofrecerá a las cientos o miles de personas que llegarán al lugar destinado para los festejos religiosos, preparados con cientos de litros para que todos puedan beberlo.

Los músicos tradicionales también comienzan a tocar el arpa, acordeón y guitarra, con un “sonetito” característico que se extiende por horas, mientras dos mujeres, con manos ágiles, preparan la masa especial y luego sus esposos la cuelan en un tambo. Este proceso toma entre dos y tres horas.

Esa música, explica uno de los organizadores, se crea especialmente para agradecer los ingredientes utilizados en la preparación del atole.

Dentro de las figuras clave, destaca “Yales’curucil”, cuya traducción al español es: “el que baja la cruz o el que carga la cruz”. Él es el encargado de organizar todo, desde la distribución de los alimentos hasta las tareas relacionadas con los días de la Semana Santa.

Atole, parte del “cumpiral”

Una vez colada la masa en tambos de plástico, dos hombres salen al exterior para lavar grandes tinas de aluminio, en las cuales se continuará con el proceso para que la bebida esté lista para los invitados.

Más tarde, un grupo de jóvenes -algunos hijos de autoridades tradicionales- cargan ánforas con agua cristalina y pura, recolectada ese mismo día o de días anteriores, de un ojo de agua sagrado para ellos. También transportan trozos de madera de roble, que servirán como leña para elaborar el atole especial para esta celebración.

La fiesta no estaría completa sin la presencia de los “antuñeros”, quienes periódicamente lanzan cohetes o explotan pólvora utilizando morteros que ellos mismos fabrican.

Siempre atentos, los organizadores o autoridades llaman a los “antuñeros” con un grito de “¡antuñeros!” para que cumplan con su parte. Esta es una manera de confirmar que la festividad está viva y activa.

Un cuarto grande se llena de humo por la leña utilizada para la preparación del atole, pero en poco tiempo este se dispersa suavemente. Mientras tanto, las mujeres rellenan envases de vidrio con la tradicional bebida hecha de maíz, salvado de trigo y caña de azúcar o panela: el “pox” o “posh”, que se ofrece durante el “cumpiral” o brindis. Se entrega a todos los presentes en pequeños vasos de cristal de alrededor de 150 onzas (un poco más grandes que el “caballito tequilero”).

Quienes no desean beberlo, lo reciben, hacen una pequeña reverencia y lo guardan para beberlo después.

Una breve salida a la iglesia

En la mañana, aquellos que participan en los preparativos de la casa del barrio San Pedro, incluidos los músicos tradicionales, se dirigen hacia la iglesia principal de San Juan Chamula, dedicada a San Juan Bautista, donde realizarán otro ritual.

Aquí, por nada, puedes tomar videos o fotos”, advierte uno de los organizadores al reportero de La Silla Rota. Dentro del templo, cientos de velas y veladoras se distribuyen por todo el espacio, cubriendo más de 30 santos dispuestos por orden de importancia, tanto en las orillas como dentro de vitrinas de madera y cristal.

En uno de los costados del templo se encuentra una cruz de aproximadamente 4 metros de altura que representa al Santísimo. “Mañana (miércoles) se realizará otro ritual especial para cortar y traer dos árboles más grandes que esa cruz, que serán colocados junto a ella, porque simbolizan sus protectores”, señala José Carlos López Sántiz, fotoperiodista especializado en las tradiciones de San Juan Chamula.

Mientras cuenta los detalles, un hombre conocido como “japlomal” se encarga de “alimentar” a los santos, es decir, lleva el incienso de copal y lo ofrece a cada uno de ellos, así como a las cruces u otros símbolos religiosos, en un acto estrictamente espiritual.

Ser elegido para una tarea, es un honor

José explica que el banquete se prepara para toda la semana, desde el atole hasta los tamales o caldos; todo lo que se servirá a los invitados. “Pero esto es más profundo, porque no solo se trata de hacer el atole, sino de agradecer a la vida, para que todas las personas que beban ese atole o coman algo, sean gratificadas”.

Incluso menciona que no todos tienen el honor de ser elegidos para preparar esta bebida. Aquellos “ungidos” para esta tarea son conocidos como “ul’abil” o sacerdotes del atole, quienes son los únicos capacitados para manejarlo, sabiendo que la bebida no se echará a perder.

Durante la preparación de los alimentos o bebidas, se agradece a la vida, se toca música, se realizan rituales y se comparte el “pox” con los presentes.

No hay descanso en San Juan Chamula 

La jornada es larga. Esa misma noche, el martes 14, se lleva a cabo la lavada de la ropa de cada uno de los santos en la iglesia de San Juan Bautista.

José aclara que este es un proceso normal para asegurar que lo sagrado esté limpio y listo para las festividades. Cuando los árboles sean llevados a la iglesia para colocar junto a la gran cruz, todo deberá estar perfecto.

En cada tarea realizada, afirma, hay rituales, como cuando se transporta la leña, que debe ser recogida desde varios kilómetros de distancia hasta el lugar de las celebraciones. Incluso, señala que la leña se consigue desde junio o julio para asegurar que haya suficiente para todo el año; “ya saben cuánto necesitarán, y si la cortaran justo antes del festejo, no prendería porque estaría húmeda”.

Fernando Caleb Torres García, antropólogo originario de Coahuila, quien recientemente se casó con una mujer de San Juan Chamula, destaca que más allá de hablar de sincretismo en estas celebraciones, es un híbrido, pues se combinan elementos, símbolos y concepciones que, en ocasiones, no están en armonía, sino que están sometidos a cambios, dinámicas, conflictos y resoluciones.

Jesucristo y el Sol, las deidades de los chamulas 

Según Torres, la Semana Santa está incluida en un ciclo ceremonial que abarca desde el inicio del carnaval (K’in Tajimoltik) hasta su conclusión, siendo dedicada tanto al Sol como a Jesucristo.

Tras expresar su amor por el pueblo y su cultura, el también músico tradicional y participante en los procesos religiosos explica que después del carnaval comienza la Cuaresma, y con ella, las celebraciones de todos los viernes santos.

Cuando llega la Semana Mayor y ya se tienen asignadas las responsabilidades, se organiza la ceremonia, durante la cual los santos y vírgenes caminan dentro de la iglesia en una procesión distinta a las que se celebran durante el resto del año en el pueblo.

Entre otros rituales, durante una noche se cuida el cajón de Jesucristo, adornado con flores silvestres como manzanillo y laurel, mientras los fieles colocan flores y agua de rosas.

En cuanto a la cruz de 4 metros en la iglesia, se corta un ciprés más alto, además de otros dos árboles que acompañarán a la cruz. “Estos representan, por un lado, la sombra de Jesucristo, pero también la naturaleza, el respeto a la Tierra”.

Ese ciprés simboliza la conexión entre el cielo y la tierra. “Si observas las cosas en Chamula, predomina el verde, con motivos de la naturaleza, árboles y milpas, porque representan el agua y la naturaleza, pero también hay azul; además, en tsotsil, se usa la misma palabra para referirse a esos dos colores”.

Así se viven los días más importantes de Semana Santa

Para este miércoles, las personas que organizan la celebración o participan en los servicios religiosos se dirigen al cerro sagrado “Tzontehuitz” para recolectar flores, especialmente laurel, mientras que otros se enfocan en buscar rosas blancas, que luego llevarán a la iglesia para montar el altar de Jesucristo.

Fernando Torres destaca que es esencial comprender lo que sucede en Chamula, desde su música hasta sus actividades ceremoniales, “lo cual es complejo, pero uno debe observar, escuchar y, por supuesto, ‘abrir el corazón para sentir’, porque no solo se aprende a través de la palabra, sino de los sentidos”.

El jueves, las familias llegan a la iglesia para dejar veladores o flores, y pasan la noche velando al Padre y al Sacramento, en una serie de servicios religiosos que se celebran en el templo.

El viernes, se lleva a cabo la procesión, en la que participan más personas, algunas con responsabilidades dentro de la iglesia; algunos cargan la cruz, otros a Cristo, y algunos recrean su crucifixión.

“Es una serie de representaciones simbólicas muy diferentes a las de otras partes del país, casi teatrales, que representan cómo fue crucificado Cristo, pero aquí, en Chamula, todo es distinto”, explica Fernando Torres.

La Semana Santa en San Juan Chamula no es solo una celebración religiosa: es la expresión viva de una cosmovisión ancestral que entrelaza lo católico con lo maya tsotsil, lo terrenal con lo espiritual, y lo cotidiano con lo sagrado.

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Cada acto, desde la preparación del atole hasta la procesión del Viernes Santo, está impregnado de símbolos, gratitud y profundo respeto por la vida, la naturaleza y las deidades.