Las minas antipersonal son consideradas armas de lesa humanidad; pisar una representa que una o más personas mueren o afecta la vida por completo, además, afectan la producción de alimentos, entre otros. Estos artefactos explosivos, utilizados usualmente en zonas de conflicto bélico, se hacen comunes en regiones controladas por el crimen organizado en Michoacán y Jalisco.
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Estos explosivos que el Cártel Jalisco Nueva Generación comenzó a utilizar en zonas rurales de Michoacán, ya dejaron personas muertas, lesionadas y daños severos en una parte importante del sector económico. La organización criminal que fundó y lidera, Nemesio Oseguera Cervantes “El Mencho”, ha utilizado armamento de guerra para perpetrar ofensivas en contra de sus enemigos, de las poblaciones y de las propias autoridades, principalmente en Michoacán.
Además del terrorismo, el CJNG utilizó en 2019 vehículos equipados con fusiles de asalto Barrett calibre .50, arma que destruye blindajes y derriba aeronaves. En 2021, pasó al uso de drones cargados con explosivos C4, los cuales hacía estallar sobre convoyes de autoridades de seguridad y contra localidades.
Impacto en el sector agrícola y ganadero por las minas antipersonales
Ya en el año 2022, esta organización criminal hizo del territorio que controlaba, campos minados con explosivos antipersonales y Artefactos Explosivos Improvisados (IED, por sus siglas en inglés). El saldo por explosivos tipo mina es de: 14 personas muertas y otro número similar de heridas.
Pero los daños, también han impactado al sector agrícola y al ganadero de las zonas de Michoacán y Jalisco, que esa organización delictiva ha convertido en campo de batalla.
Un productor, 2 adultos y 2 niños jornaleros han muerto en Michoacán, a consecuencia de la detonación de esos artefactos explosivos tipo mina.
El terror embarga a cientos de familias de la Tierra Caliente, que dependen de esa actividad agrícola, que tienen miedo de ir a laborar a los campos limoneros.
“Ahorita tenemos el miedo y la zozobra de trabajar ya en al campo, debido sobre todo a los campos minados. Ya no sabemos si regresamos con bien a la casa. Ya ve que recientemente un maestro de una comunidad aledaña, sufrió un atentado de ese tipo, sufriendo la muerte, desgraciadamente y nosotros estamos con la zozobra de salir a trabajar todos los días de la semana y no regresar a casa”.
Eso comenta a la La Silla Rota Federico Santana López, cortador de limón en la zona minada de explosivos.
Desde los 11 años de edad, Federico se dedicó a las labores del campo. Apenas en enero pasado cumplió 51 y 40 como cortador de limón en el Valle de la Tierra Caliente. Enfático señala que nunca habían vivido una situación así y se declara frustrado, porque para él, así como para muchos más jornaleros, la única opción es enfrentar la muerte a cada segundo, para darle de comer a su familia.
“Desgraciadamente tenemos que salir día con día a buscar el pan, para traer el sustento a la casa, pero sí salimos con miedo la verdad y ya inclusive no nos llevamos a nuestros hijos a laborar con nosotros, por el miedo de que mueran en un atentado ellos también”, lamenta.
Al terminar su jornal, el padre de familia revela que el temor crece al mandar a sus hijos a la escuela, porque en las comunidades rurales, los niños tienen que caminar por los senderos en los que el Cártel Michoacán Nueva Generación (CMNG) ha plagado de minas.
“Pedimos en ese sentido a las autoridades más apoyo y que no nos abandonen por acá, porque es muy feo y muy triste toda esta situación que estamos viviendo”, implora.
Al estallarle un artefacto explosivo improvisado tipo mina, el productor de limón y profesor rural, Ramón Paz Salinas, murió mientras se dirigía de su huerta a dar clases en una localidad rural del municipio de Apatzingán, Michoacán.
El empresario agrícola, de 69 años de edad, viajaba de la localidad de Las Bateas a El Tepetate, cuando la llanta de su camioneta activó accidentalmente uno de los explosivos terrestres.
El también profesor rural murió de inmediato y su cuerpo quedó calcinado al interior de su camioneta, la cual se incendió, producto del estallido.
La educación en riesgo por la violencia en las zonas minadas
El estruendoso incidente del maestro de telesecundaria, sacudió, como lo apunta Federico Santana, al sector agrícola; sin embargo, también impactó en el educativo, pues sus compañeros gritaron para exigir ¡justicia! y mayores garantías de seguridad.
Emanuel Gómez Sosa, profesor rural y uno de los coordinadores regionales de Telesecundarias de la Región de Apatzingán, levantó la voz.
“Desgraciadamente nos llena de tristeza, de impotencia, el hecho de que un compañero con el que hemos compartido el aula y la escuela haya tenido una muerte tan violenta y tan fuera de lo normal, dentro de esta región de Tierra Caliente”, expresa.
Emanuel Gómez puntualiza que todos los días los profesores rurales viajan por brechas y carreteras en mal estado, para trasladarse a sus centros de trabajo; recorridos y lugares en los que tienen un contacto directo con la población.
“Y nos damos cuenta de la situación que vive el estado y estamos conscientes que corremos el riesgo de que lo que le pasó a nuestro compañero, nos puede pasar a cualquiera de nosotros”, alerta.
Gómez Sosa subraya que eso los hace muy empáticos y les genera impotencia, el saber que ya no pueden transitar con tranquilidad hacia las comunidades donde dan clases, por temor a que una mina les estalle.
“Con ese temor viajamos todos los días y hoy es un sentir no solo de los maestros, sino también es un sentir que tienen las comunidades de Apatzingán, de la Tierra Caliente, desde los lugares más recónditos”, comenta con voz entrecortada el docente.
Reconoce que, ante esta nueva modalidad criminal de asesinar a través de explosivos terrestres tipo mina, los habitantes, los jornaleros y el gremio educativo, se sienten cada vez más inseguros, más desprotegidos y desamparados completamente.
“No hay autoridad, no hay ley y estamos en un Estado fallido. Los funcionarios y políticos tienen un ejército que los cuida y eso nos llena de rabia, porque se cuidan muchísimo cuando vienen a Apatzingán, mientras el profesor rural, el campesino y el cortador de limón sufren las consecuencias. Eso realmente nos da coraje, nos da rabia”.
Las lágrimas empiezan a brotar en el rostro desencajado del coordinador de profesores de Telesecundaria, al tiempo que describe la situación por la que atraviesan y enfatiza que ese es el sentir de todos los maestros de la región de Apatzingán.
“Era un compañero muy querido; su muerte fue muy violenta y te repito que eso nos llena de impotencia, porque es lo que vivimos a diario todos los apatzinguenses, lo que vive todo Michoacán y es una pena que nos llena de terror y nos hace vivir con angustia y dolor”, sostiene.
Resalta que a pesar de lo que viven, son un pueblo que siempre lucha, que busca salir adelante y el saber que toda la vida se han impuesto a las adversidades, les da más fuerzas para salir adelante.
“Eso nos da más ánimos de seguir nuestro trabajo y de ayudar a la niñez, porque tenemos alumnos que debemos educar, que tenemos que inculcarles el que sean más humanos, para que no continúen con el patrón de violencia. Lamentablemente está muy contaminada nuestra sociedad y eso es una realidad".
"Nosotros hemos visto cómo el crimen organizado ha arrancado jóvenes de bien que, por necesidad, toman el mal camino. No se les juzga, porque no tienen otra opción y porque pertenece a una comunidad en dónde están desamparados”, expone Emanuel Gómez Sosa.
Con tristeza acepta que ellos como maestros hacen todo para apoyar a los niños, a los adolescentes y a los jóvenes inmersos en esas zonas de riesgo, pero desafortunadamente, dice, sus herramientas son muy pocas.
“Las carencias en las telesecundarias, en las escuelas primarias, en las demás de educación básica, de las zonas rurales, tienen desamparados a los niños, a los adolescentes y a los jóvenes en las comunidades. Nos estamos quedando sin alumnos. La mayoría están emigrando y eso nos preocupa a nosotros como docentes, de que las comunidades se estén quedando abandonadas y sin alumnos”, remata.
Miedo a explosivos
La comunidad rural de Acatlán, ubicada a 60 kilómetros de la cabecera municipal, está encallada en una de las zonas blanco de ataques del bloque delictivo que han formado los cárteles Jalisco Nueva Generación y Los Viagras (autonombrado Cártel Michoacán Nueva Generación).
Dalia Isaí Gallegos es habitante de la localidad de Las Anonas, lleva ya un año como desplazada de la violencia que ha dejado el CMNG.
La cuñada de una adolescente con capacidades diferentes (síndrome de Down) se tuvo que refugiar en otra comunidad de esa región de la Tierra Caliente, para sobrevivir. Confirma que el terror ha generado la ausencia de profesores en las escuelas, por temor a morir en uno de los campos minados con explosivos que ha sembrado ese bloque criminal.
“Estamos acá batallando por la situación que se ha presentado desde hace mucho tiempo, más de un año. De las minas (explosivas) y ataques de personas (CMNG) y ese el problema principalmente”.
Relata que antes vivían con tranquilidad y muy felices, porque podían hacer su vida y salir adelante, sin preocupaciones, hasta antes de que ese cártel empezara su guerra.
“Vienen a molestar a uno ahí donde vivíamos y ahora ya mucha gente se fue. Nosotros estamos aquí con el pueblo vecino, queriendo regresar, pero no podemos, porque corremos el riesgo de terminar muertos por los ataques o por los explosivos”.
Cuenta que en su pueblo ya no hay una sola familia y está solo por el temor “de las minas, de los dronazos (con explosivos) y de todo. Algo muy feo; horrible”.
Dalia detalla que además de dejar todo, hoy los niños no pueden acceder a la educación, porque los maestros tienen miedo a morir en una explosión.
“A raíz de las minas explosivas ha muerto mucha gente. Conocidos y vecinos y militares, también ganado. En este pueblo, por ejemplo, no han regresado los maestros por la misma situación, por el miedo o no los dejan venir. Les da miedo a pisar una mina en el camino, como son puras brechas”.
La madre de familia, solo espera un milagro que pare todo lo que viven a diario.
A 10 kilómetros está Juan de Dios González Álvarez, un ganadero y agricultor, que también vive a expensas de los ataques criminales del CJNG-Los Viagras.
“Media vida, se puede decir. Media vida que no dormimos; no podemos salir a ver nuestras vacas, porque hay minas por todos lados. Tememos pisar unas minas. Las vacas que pisan una mina se nos despedazan. Ya han muerto gentes, ya han muerto militares”, confirma.
El hombre de pelo cano y piel corrugada por sus 75 años de edad, revela que no se imaginó en su vida ver algo como lo que viven a raíz de los explosivos tipo mina.
“Nunca había visto esto, ni nunca me imaginé llegar a ver esto. Y ya no es increíble que, en un país sin guerra, haya campos minados, pero seguramente el gobierno lo permite”, recrimina.
Cuestiona qué se va a hacer con los menores de edad, por la vulnerabilidad en la que están debido a la posibilidad de que pisen una mina.
Todo está minado
El sector productivo del limón, el educativo, la ganadería, la vida cotidiana y hasta las fuerzas federales, han padecido la existencia de minas explosivas. Y es que la propia autoridad reconoce que la zona está altamente minada.
Anita Torres Juárez, habitante de La Limonera, municipio de Apatzingán, sobrevivió al estallido de una mina antipersonal. La mujer regresaba a su casa acompañada de su hijo, cuando la célula delictiva detonó el explosivo al paso de la camioneta en la que viajaba la señora de 73 años de edad.
La víctima fue auxiliada por personal militar que la atendieron de inmediato y le salvaron la vida, junto con su hijo que padece de epilepsia y también sobrevivió.
“Diario habíamos caminado por esa área; ahí nacimos. Tengo 70 años y nunca habíamos tenido problemas con nadie, entonces, al poquito caminar, nos estalló la mina. Me despedazó la camioneta, pero Dios no nos ocupaba a nosotros”, platica.
Reunida con otras víctimas de desplazamiento forzado, la señora de avanzada edad recuerda que a la hora que detonó la mina, sintió un impacto fuerte en sus oídos y todo su cuerpo se cimbró.
“Fue un terror. No supimos ni de dónde era, ni qué había pasado. Nomás nos hondearon la camioneta hacia arriba y fue gracias a Dios que mi hijo iba despacio y chocó así en el paredón, arriba”, expone Anita.
Relata que, aunque aturdida, pudo ver a la distancia los gigantescos hoyos que dejó en la terracería el explosivo al detonar.
“Fue bien feo, así me acuerdo, y fueron esas cosas (minas). Nos desgarraron la camioneta”, sostiene la víctima en una escuela de la localidad de Acatlán.
Anita cuenta que de la explosión se le reventaron los oídos y que además le provocaron lesiones en la espalda y el hombro y no se le olvida que el convoy militar que estaba en la zona respondió de inmediato al llamado de auxilio.
“Por fortuna sobrevivimos, porque Dios no nos ocupó todavía con él, pero ya le digo, también gracias a que los soldados me auxiliaron y ayudaron a mi hijo; me sacaron del carro y anduvieron conmigo”, destaca la mujer que tuvo afectación de los oídos, apenas escucha.
Anita Juárez, relata que la ofensiva del CJNG-Los Viagras y la irrupción a un par de comunidades inició a finales del mes de abril, pero que se extendió a otras y con mayor fuerza hace un mes.
“Yo por eso quisiera que los soldados, hicieran un campamento en La Salatera, porque esa gente (criminales) no nos deja pasar a los ranchos. Tenemos necesidad y bueno fuera que solo no nos dejaran pasar, pero vienen, entran y se roban todas las cosas, las gentes malas, esas que vienen de gente armada”.
Anita, sostiene que por eso tuvieron que abandonar todos los ranchos, los cuales hoy son pueblos fantasmas y en su caso, refugiarse en la localidad de Holanda, donde le dieron trabajo en el corte de limón.