RIESGO AMBIENTAL

El Alseseca: el río que respira veneno y lo exhala en Puebla

El río Alseseca, que atraviesa la zona suroriente de Puebla, se tiñe de azul, rojo o café por los desechos industriales que lo enferman. Expertos advierten que los químicos y metales pesados en sus aguas representan un grave riesgo para la salud humana, la fauna y la calidad del aire

Escrito en ESTADOS el

Puebla, Pue.— El río Alseseca está enfermo. A veces luce azul, otras veces rojo, y en ocasiones, un marrón espeso que despide un olor a amoníaco imposible de ignorar. Entre la espuma tóxica y la maleza que se aferra a sus orillas, aún sobreviven garzas, tlacuaches, chapulines y búhos, como si el instinto los hiciera resistir en un paisaje que ya no se parece al río que alguna vez bajó limpio desde las faldas de La Malinche.

Las aguas del río Alseseca se tiñen de distintos colores por los desechos industriales que recibe cada día. Foto: Natalia Mora, Corresponsal en Puebla.

Este afluente recorre más de 30 kilómetros desde el volcán hasta desembocar en el río Atoyac y, finalmente, en la presa de Valsequillo. En su trayecto atraviesa colonias y parques industriales de Puebla, arrastrando consigo desechos, químicos y basura. Con cada temporada de lluvias, el Alseseca se convierte en un espejo turbio donde se refleja el abandono ambiental de una ciudad que creció de espaldas a su propio cauce.

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“Antes, cuando era niña, el agua corría clarita. Ahora hasta parece que tiene sangre”, dice Alicia Villagómez, quien desde hace 15 años atiende la tienda Fru Ver, frente al río. Aun con el hedor, Alicia asegura que sigue viendo vida entre las aguas contaminadas: garzas, tlacuaches e incluso serpientes que se mueven entre el lodo. “Nadie viene a limpiarlo. Y mire, ahí sigue la vida, resistiendo.”

Colores del veneno

El Dr. Francisco Javier Sánchez Ruiz, de la Facultad de Ingeniería Ambiental de la UPAEP, explica que los tonos extraños del Alseseca no son un capricho natural. “Es el resultado del vertido de aguas residuales de industrias textiles. Los colorantes que usan tienen benceno, una sustancia altamente tóxica y cancerígena”, detalla.

El experto advierte que los riesgos no se limitan al agua. Los contaminantes —entre ellos microplásticos y metales pesados como cromo, zinc y plomo— se evaporan y se dispersan en el aire, afectando a la población incluso a kilómetros de distancia. “Estas partículas, al combinarse con el vapor, modifican la calidad del aire. Los habitantes no solo las beben: también las respiran.”

Vecinos denuncian que el olor a amoníaco del río es constante y que los cambios de color se intensifican en temporada de lluvias. Foto: Natalia Mora, Corresponsal en Puebla.

Brenda, encargada de una papelería ubicada junto al río, lo sabe bien. “Cuando llueve fuerte, el olor es insoportable. Hay indigentes que viven entre la hierba y respiran eso todos los días. A veces la gente ya no quiere pasar por aquí; dicen que el aire quema la garganta.”

El río no solo se volvió tóxico: también se volvió frontera. Un límite invisible que divide a los que pueden evitarlo de los que no tienen otro lugar donde vivir.

Una esperanza que se escurre

Limpiar el Alseseca es una tarea titánica, pero no imposible. Según Sánchez Ruiz, el rescate del río pasa por la reactivación y mantenimiento de las plantas tratadoras —como las de Alseseca Sur y Acapue— y por una vigilancia real a los parques industriales que descargan sus residuos.

“Hace diez años el río estaba más limpio, pero cada vez hay más casas y más basura”, comenta Edgar, rotulista que trabaja a unos metros del cauce. “No es solo culpa de las fábricas, también de la gente que tira de todo. El río se volvió basurero.”

El río Alseseca, que nace en La Malinche, transporta químicos y metales pesados hasta la presa de Valsequillo. Foto: Natalia Mora, Corresponsal en Puebla.

De acuerdo con la Secretaría de Medio Ambiente, solo una de las dos plantas tratadoras del Alseseca está activa. La otra permanece fuera de operación, dejando sin tratamiento buena parte de los desechos que corren por los 31 kilómetros del río.

Aun así, el Alseseca no ha muerto del todo. Cada amanecer, entre los juncos contaminados, una garza blanca levanta vuelo y surca el aire gris de Puebla. Es un recordatorio de que todavía hay algo que rescatar. Que, si el río puede cambiar de color, también podría volver a ser transparente.