Chilpancingo, Guerrero.- Chilpancingo vive días de zozobra y miedo. Grupos delincuenciales mantienen bajo presión al transporte público, mercados y zonas comerciales, generando un clima de inseguridad que paralizó la ciudad por dos días.
La quema de unidades de transporte y el asesinato de comerciantes obligó al cierre temporal de escuelas y a la interrupción parcial de servicios esenciales, mientras las autoridades federales y estatales intentan contener la violencia.
En las calles del centro, este reportero de La Silla Rota pudo constatar que la población camina con cautela. Unidades de la Guardia Nacional y policía estatal se encuentran apostadas en terminales de taxis y Urban ante la amenaza de ataques por parte de los grupos que se disputan el territorio: Los Ardillos y Los Tlacos.
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Los transportistas, conscientes del riesgo, operan únicamente al 60 por ciento de su capacidad habitual, afectando a cientos de usuarios en más de 80 municipios.
El impacto económico ha sido inmediato. En dos días de suspensión del servicio, el sector del transporte registró pérdidas superiores a un millón de pesos, mientras que los conductores que perdieron cuatro unidades reportaron daños cercanos a 2 millones 8 mil pesos. La extorsión y el cobro de cuotas son los principales motivos por los que los delincuentes atacan las unidades.
Comerciantes y escuelas víctimas del miedo
La violencia también ha golpeado al comercio. Desde junio de 2022, más de 13 comerciantes han sido asesinados en el interior del mercado Baltazar Leyva Mancilla, incluyendo a Tomás “N”, Daniel Lorenzo Campos Nava y Axel Daniel Trujillo Morán. La Fiscalía General del Estado no ha presentado detenidos por estos crímenes, lo que alimenta la sensación de impunidad y miedo entre la población.
El sector educativo no ha sido ajeno a la crisis. La Secretaría de Educación Pública emitió un aviso para reanudar actividades escolares a partir del 1 de octubre, asegurando que el transporte público funcionará al cien por ciento. Sin embargo, muchos padres siguen temerosos.
Margarita Luna confiesa a La Silla Rota que, a pesar del riesgo, envió a su hija a la escuela: “Lo mandé pidiéndole a Dios que no le pase nada, sobre todo cuando el peligro está en el transporte de su casa a la escuela. No hay otra opción, pero el miedo es constante”.
Elena Martínez, otra madre de familia, asegura que “Mientras el gobierno no acabe con la delincuencia —que es como un cáncer— el peligro está latente y siempre hay riesgo de que algo le pase a nuestros hijos. Es frustrante que tengan que ir a la escuela con esa sensación de inseguridad”.
Transportistas en riesgo constante
El ataque a los operadores del transporte ha sido letal. Entre febrero de 2024 y julio de 2025, entre 7 y 10 conductores fueron asesinados en distintos puntos de Chilpancingo. A pesar del peligro, cientos de choferes continúan trabajando para sostener a sus familias. Dicen en entrevista anónima que "confían en que las fuerzas de seguridad logren protegerlos y garantizar que el servicio no se suspenda".
El gobierno federal ha enfocado sus esfuerzos en los líderes de Los Ardillos y Los Tlacos, aunque ambos grupos han logrado escapar pese al cerco militar. Mientras tanto, los habitantes de Chilpancingo permanecen en alerta, conscientes de que la calma puede ser temporal y que la violencia acecha en cada esquina.
La parálisis del transporte y la amenaza constante a los comerciantes han dejado secuelas visibles; hay calles vacías, negocios cerrados y una sensación generalizada de inseguridad y miedo que afecta la vida diaria de la ciudad. Nadie quiere hablar abiertamente del tema, por temor a represalias, mientras los grupos criminales mantienen su influencia y control en la capital de Guerrero.
Las familias y comerciantes afectados recuerdan cada ataque como un recordatorio de la impunidad y la ausencia de justicia. Margarita Luna y Elena Martínez representan a cientos de padres que, aunque temerosos, buscan que sus hijos continúen con su educación, aceptando el riesgo diario que implica desplazarse por la ciudad.
A pesar de la presencia de las fuerzas de seguridad y los esfuerzos gubernamentales, la percepción de inseguridad sigue siendo alta. La violencia ha dejado una huella profunda en la vida social, económica y educativa de Chilpancingo, afectando no solo la movilidad y el comercio, sino también la confianza de la población en la seguridad pública.
Mientras los habitantes buscan adaptarse y continuar con su vida cotidiana, la ciudad enfrenta un reto doble: contener la violencia y reconstruir la confianza de la población, mientras los grupos delictivos mantienen su disputa por el control territorial. La tensión sigue latente y nadie sabe cuánto durará la aparente calma.
