Juana tiene 63 años de edad y para solventar sus gastos vende peines y separadores de madera en las calles del Centro Histórico de Oaxaca. Su trabajo lo desempeña “toreando” a los inspectores para que no le quiten su mercancía.
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Como Juana, cientos de adultos mayores luchan para sobrevivir entre el desempleo y la informalidad laboral. En México, el 63.5 por ciento de los adultos de 65 años y más que buscaban, pero no tenían un empleo se encuentran en situación de pobreza. Y el 44.6 por ciento de las personas mayores que tienen un empleo perciben un ingreso insuficiente para vivir, señalan datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).
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Juana no oculta su pesar. Su mirada refleja tristeza porque no ha vendido nada. Lleva cuatro horas en ir y venir del zócalo a la alameda tratando de convencer a las personas para que le compren una pieza.
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Es originaria de Santo Tomás Jalietza, municipio ubicado a 25 kilómetros de la capital. Cuando las ventas no son buenas debe quedarse en las calles de la capital para evitar gastar en el pasaje de regreso.
La artesana aprendió la labor de sus abuelos y sus padres. Aunque es experta en el tallado y pintado de madera, la elaboración de cada pieza le toma entre cuatro a seis horas, pues también debe de combinarla con las labores de la casa.
“Esto apenas nos da para sacar el gasto diario, por eso cuando no hay muchas ventas nos quedamos a dormir aquí una noche hasta completar lo suficiente para la familia”.
Juana lleva su mercancía abrazada en un rebozo, bien amarradito a su cuerpo para que no les sea fácil a los inspectores quitársela. “Yo vendía en el mercado, pero cuando llegó la pandemia nos sacaron, ahora no nos dejan en paz. Nos movemos a un lado, nos vemos a otro para poder trabajar y ganar unos centavitos”, expresa.
El dinero que ella gana es para sostener sus gastos y los de su madre quien tiene 87 años de edad. No cuenta con ningún ingreso adicional, pues todavía no alcanza la edad para ser beneficiaria de los apoyos gubernamentales.
Los mismos datos de la Coneval señalan que a finales de 2022, el 35 por ciento de las personas de 65 años y más con un empleo cubrían una jornada completa, es decir 48 horas a la semana, mientras que 21 por ciento de ellos se emplearon en puestos con jornadas extendidas.
Pese a las largas jornadas, esto no traduce en mayores ingresos. Para el 2022 casi la mitad de los adultos mayores ganaban hasta 6 mil 223 pesos mensuales, mientras que solo uno de cada 10 percibía ingresos superiores a los 12 mil 446 pesos al mes.
Cantar en las calles, para sobrevivir
Don Martín tiene 72 años. Trabajaba en la albañilería, pero un accidente en su rodilla lo dejó sin posibilidades de continuar. Orillado por la necesidad económica tomó una guitarra y se lanzó a las calles a cantar.
“Así es la vida de nosotros los viejos, tenemos que buscarle si no, no comemos”. Martín es padre de cuatro hijos, el más grande recién cumplió 18 años, el más pequeño tiene 14. Con una familia a la que hay que proveer y sin una pensión, Martín tiene que seguir activo laboralmente.
Cifras de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) detallan que México del total de trabajadores el 5 por ciento son adultos de 65 o más.
Si bien las leyes laborales establecen un mínimo de 60 años para el retiro por cesantía y 65 años para el retiro por vejez, muchos, mujeres y hombres, pasan de largo y siguen trabajando pues de lo contrario no podrían sostener sus gastos.
“Tuve un accidente de rodilla, una caída en el piso y el hueso me quedó bailando. Ya no me quedó de otra y anduve buscando la manera de mantenerme, enseguida empezó el Covid y ya no hubo cómo. Ahora ando buscando el pancito con la guitarrita”, expresa llevando a la espalda su herramienta de trabajo.
Es lunes y no hay mucha gente en la calle, Martín camina de un lado al otro con la cabeza mirando al piso, meditabundo. El dinero que ha ganado es apenas suficiente para el pago de su pasaje hacia su casa en San Lucas Tlanichico perteneciente a la Villa de Zaachila. Martín canta alabanzas a Dios es por ello que son pocas las monedas que recibe. “A las personas no les gusta mucho”, admite, pero se reúsa a cantar algo diferente porque afirma que para todos sale el sol.
“Yo tengo familia y si no trabajo ¿quién los va a sostener? Y luego no ha llovido para que sembremos el campo. Ahí tengo terrenito, pero ¿cómo? Si no hay agua. Año con año ha llovido más poco, más poco. Esperemos que sea la voluntad de Dios que mande el agüita”.
Oaxaca es la segunda entidad del país con mayor porcentaje de personas mayores de 65 años de edad que enfrentan dificultades económicas para vivir; el 85 por ciento no cuenta con una pensión y el 60 por ciento tiene ingresos inferiores a la línea de la pobreza.
En 2020, el 33.1 por ciento de la población de 65 años o más recibía ingresos por pensión contributiva, equivalente a 3.9 millones de personas. Sin embargo, para que las personas puedan recibir pensión contributiva también influyen algunas características del entorno, como aquellas de la dinámica social o de las condiciones del mercado laboral al que se enfrenta la población mexicana.
La Coneval identificó una diferencia de poco más de 17 puntos porcentuales entre hombres y mujeres que recibieron ingresos por pensión contributiva; esta brecha proviene de la selectividad y desigualdad que ha existido en el mercado laboral.
Victoria desde la informalidad trabaja para sostener a sus 3 nietos
Victoria Guadalupe tiene 57 años y a su cargo la manutención de tres de sus nietos. Para poder sobrevivir vende plátanos fritos en las calles de la capital del estado. “Qué más quisiera no tener que trabajar y menos en la calle, pero si no cómo les llevo de comer a mis nietos”, explica.
Su jornada inicia desde muy temprano tanto en labores domésticas como de crianza. Desde hace dos años que murió su hijo, asumió toda la responsabilidad de sus nietos de 15, 14 y 11 años.
Después de atender todo lo relativo en casa, viaja desde San Martín Mexicapan hacia el zócalo capitalino con todos los utensilios para vender plátanos fritos. El día apenas comienza y con el calor la venta de su producto es casi nula. Las cosas empiezan a mejorar a medida que cae la noche. Obligada por la necesidad espera pacientemente a los primeros compradores.
“A mi edad ya es difícil conseguir un empleo diferente y tengo tres nietos a mi cargo. Ellos están estudiando, entonces lo que yo gano sólo nos sirve así para medio comer. No se gana tanto en este trabajo, a veces hay venta y a veces no. Yo tengo que pagar renta, medicamentos porque soy diabética, la verdad es que no alcanza. Ahora de apoyos, yo fui a Bienestar para que me dieran uno de madre soltera, pero me dijeron que no era ahí, que tenía que ir a otra oficina”
Victoria Guadalupe se inició como comerciante desde los diez años de edad ayudando a su madre. No tuvo la oportunidad de ir a la escuela debido a que vivió siempre en situación precaria, por esta situación le fue imposible conseguir un empleo en la formalidad.
La mujer opina que debería de haber algunos otros tipos de apoyo considerando las problemáticas que enfrentan las mujeres adultas mayores para sobrevivir, ya que hay muchas como ella que tienen toda la carga económica de los nietos, ya sea por fallecimiento de los padres o por abandono.
Catalina: sobrevivir entre la discapacidad, la vejez y el abandono
Hace tres meses la vista de Catalina empezó a menguar. Tiene 67 años y como consecuencia de la diabetes ya sólo ve sombras. Para sobrevivir entre la vejez, la discapacidad y el abandono, vende fruta picada en un pequeño puesto colocado en una calle del centro histórico de Oaxaca.
“De aquí sobrevivo porque yo no tengo a nadie que me cuide. A veces quisiera dejar de trabajar, pero si no salgo a vender, no como”, explica mientras a tientas va colocando su fruta sobre una placa de hielo para mantenerla fresca.
Ella es menudita, entre su cabello se esconden algunas canas, su piel esta tejida con finas líneas surcadas por el paso de los años. Detrás de los lentes oscuros esconde sus ojos cubiertos por cataratas. La diabetes le ha cobrado una factura muy cara, no sólo en su salud, también en su bolsillo.
Sin seguridad social y sólo con el apoyo bimestral de 6 mil pesos que le da el gobierno federal, Catalina se ve obligada a trabajar largas jornadas sin que esto se refleje en un ingreso digno. Al día llega a ganar entre 200 y 300 pesos, según esté la venta. “Hoy no he vendido nada y ya llevo cuatro horas aquí”.
Los ingresos que percibe le son apenas suficiente para pagar la renta, medicamentos y algunos días de comida. “Cuando no tengo aquí mis comadres me regalan un taquito, lo que ellas tengan, porque, no le miento, aunque tuve tres hijos ninguno se preocupa por mí, de plano se desentendieron”.
El informe “Situación de las personas adultas mayores en México”, elaborado por el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) señala que una tercera parte de la población adulta mayor trabaja para el mercado laboral; 19.4 por ciento son mujeres y 50.8 por ciento hombres. Las mujeres se dedican principalmente al comercio (38.8%), predominantemente en la informalidad.
Catalina, quien se encuentra en ese universo, no tiene mayor opción para sobrevivir. “Es muy cansado seguir trabajando a esta edad, pero le juro que los 6 mil pesos bimestrales que nos da el gobierno no alcanzan. A mí me ayuda a pagar la renta, pago 2 mil pesos en San Martín Mexicapan. De transporte gasto 24 pesos diarios. A eso le tengo que agregar los medicamentos para la neuropatía diabética. Me gasto 2 mil o 2 mil 300 al mes, según lo que me haga falta”.
El Censo de Población y Vivienda 2020 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), registró más de 550 mil personas mayores de 60 años y más de las cuales poco más del 60 por ciento enfrenta alguna enfermedad crónico degenerativa como la diabetes, obesidad, hipertensión arterial o alguna discapacidad auditiva, motriz o visual.