TUXTLA GUTIÉRREZ. - Ante las pocas posibilidades de mejorar su economía en su natal Chiapas, José Elías Ordaz Betanzos decidió probar suerte en otro lugar: un restaurante de Islas Mujeres, Quintana Roo, pero el 1 de agosto de 2022 ya nadie volvió a saber de él.
Un día antes de su desaparición, él salió a cenar con dos compañeros, como casi siempre acostumbraba hacerlo; uno era el capitán del negocio y el otro su “rommie” o compañero de cuarto.
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A casi dos años de distancia, Silvia Ordaz, su madre, emprendió una búsqueda imparable, la cual interrumpió al poco tiempo por falta de dinero. De acuerdo con su versión, hasta el tercer día de que José “se había borrado del mapa”, les notificaron de su centro laboral que no había llegado.
“Quien nos habló nos dijo que se le hacía raro que mi hijo faltara, porque él nunca hacía eso, e incluso a la casa donde vivía, aunque sea tarde, pero llegaba”, contó a La Silla Rota.
Desde Querétaro donde radican en la actualidad, dice la entrevistada, viajó junto a su hija a Quintana Roo para levantar el acta correspondiente y conocer a las personas que, ese 31 de julio, estuvieron con José.
Inconsistencias
Para ella, ambos excompañeros de trabajo “trastabillaron” varias veces en sus versiones, pero aun así participaron en el protocolo que establecen las autoridades. Luego, recuerda, ellos la invitaron a que fueran al cuarto donde rentaba su hijo, quien hoy tuviera 30 años de edad.
Lo más extraño, confiesa, es que una vez que estuvo en el espacio donde pernoctaba José, sus maletas ya estaban listas:
“Se hizo una revisión por si había más pertenencias, y notamos que arriba de un ropero había una laptop de él; eso nos llamó mucho la atención”, menciona.
Mientras los días pasaban, su hija y ella continuaron su recorrido por hospitales, morgues u otros lugares en donde podría estar el contador público de profesión; sin embargo, lamenta, es como si se lo hubiera “tragado la tierra”.
Silvia explica que, la situación en Chiapas era cada vez más agobiante luego de que se quedaran sim empleo; por ello, decidieron buscar mejores oportunidades en otras entidades del país.
“En este estado el trabajo es escaso, pero nosotras nos fuimos a Querétaro y a mi hijo le hablaron para darle una oportunidad allá en Quintana Roo, y se fue porque un amigo le habló, que allá lo acomodaría, que no tuviera miedo; su sueño era progresar, hacer recursos”.
Le quería dar una mejor vida a su madre
Casi entre lágrimas, Silvia revela que José quería ganar mucho dinero para que ella dejara de trabajar, y también pagar una casa que habían adquirido a través de un crédito.
Acepta que la relación con él era muy estrecha, tanto que José a diario le llamaba por teléfono celular. Lo que más le duele, dice, es que no tienen mucho dinero y eso les complica viajar seguido a esa entidad para hacer los movimientos necesarios para continuar con la búsqueda.
“Si no estamos allá, obviamente la Fiscalía no hace nada. El año pasado, por ejemplo, no avanzamos nada, y hasta ahorita estamos como si fuera el primer día, en ceros”, afirma.
Entre más transcurre el tiempo, en su interior se acumula el coraje y la impotencia, y más cuando la Fiscalía General del Estado de Chiapas y la Comisión Estatal de Derechos Humanos se hicieron a un lado cuando ella les solicitó el apoyo.
La respuesta de esas instancias, dice, fue que José no desapareció en Chiapas, sino en Quintana Roo, “‘Cada estado tiene lo suyo, y aquí no te podemos ayudar’, me dijeron; pese a que mi José era chiapaneco”.
Tras toparse con “las puertas cerradas” de esas instancias, Silvia se unió a la Colectiva “Madres en Resistencia” de Chiapas, pues cree que, de esa manera, puede presionar para ser escuchada y atendida.
De acuerdo con ella, no cesará de solicitar el respaldo de las autoridades chiapanecas, y hará todo lo posible, “hasta arrodillarme, si quieren”, para que hallen a su hijo, como sea.
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