Rodrigo era un joven de 18 años que soñaba con ser licenciado en derecho y ser el mejor portero de su fraccionamiento en la ciudad de Mérida, Yucatán. Lo diagnosticaron con cáncer, pero falleció por un paro respiratorio a causa de una infección nosocomial. Él gozaba de buena salud y en marzo de 2020 de pronto todo cambió. El dolor empezó a invadir su cuerpo, primero la espalda y luego los pies, al punto de dejar de caminar.
Al principio tanto Rodrigo como su familia pensaron que era un dolor muscular producto de una lesión deportiva. Al paso de una semana y empeorar su condición acudió con un traumatólogo particular. Le realizaron exámenes. El panorama fue desalentador.
“Fuimos a la Clínica Yucatán y nos atendió el traumatólogo, al principio dijo que era la ciática que aplastaba sus nervios y solo necesitaría una operación. Pidió que le hagamos una resonancia para comprobarlo, nos dió la orden y fuimos a hacer los estudios, al principio todo fue de forma particular. En la resonancia salió que era un tumor que le agarraba los nervios”, relató en entrevista la mamá de Rodrigo, Silvia.
Tras los estudios, Rodrigo acudió a una segunda opinión médica y ahí supo que el cáncer ya había hecho metástasis. Le recomendaron que acudiera el doctor del dolor, un algólogo. En su lugar, ingresó al Hospital Lic. Ignacio García Tellez T 1 del Instituto Mexicano del Seguro Social. Pensaron que lo podrían ayudar a que sufriera menos.
“El traumatólogo le preguntó su edad (a Rodrigo) y si podía decirle las cosas directamente y él respondió que sí. Le explicó que no había nada que hacer, que solo podían ir con el doctor del dolor, pero no pudimos pagarlo. Pensamos que en la T1, IMSS podría ayudarlo”, agregó su mamá.
Con tristeza su mamá reconoció que está arrepentida de haberlo ingresado. Aseguró que lejos de aliviar su dolor, sufrió más. Reprochó lo cuadrado de los protocolos, ya que obligaron a Rodrigo a pasar de nuevo por todos los exámenes antes de aplicarle medicamentos paliativos. No aceptaron todos los estudios que se realizó en instituciones privadas.
“Él lloraba y me decía que lo sacara del seguro, me decía que no importaba que se revolcara del dolor, pero que no lo dejara ahí, pero no podía porque tenía miedo de sacarlo y que le pasara algo, aunque ya sabía que se iba a ir”, recordó entre lágrimas la mamá del joven.
Ilustración de Houston Ortegón Casanova
Un mes ingresado, sin resultados de exámenes y paliativos
Inicialmente, Rodrigo ingresó a urgencias de la T1, en donde permaneció durante cinco días. Lograron conseguirle una cama. A consecuencia del tamaño del tumor no podía sentarse, ni permanecer mucho tiempo acostado. “Tenía una bola en la espalda baja”, apuntó Silvia.
El resto del tiempo que permaneció en piso -cuyas fechas coincidieron con la pandemia del Covid- su familia nunca conoció a un doctor, siempre lo trataron enfermeros y médicos pasantes.
“Como estaba empezando la pandemia los médicos titulares se fueron y dejaron a los practicantes, pidieron permiso, todos huyeron. Había como 2 o 3, los demás puros practicantes”, manifestó. Rodrigo necesitaba medicamentos para aliviar el dolor. La familia tenía el diagnóstico y ya estaba desahuciado no les habían especificado que tipo de cáncer era.
“Logramos que le hicieran la tomografía y resonancia, les dio mucho trabajo porque él estaba más adolorido. Los otros médicos nos recomendaron medicinas para Rodrigo que ya estaba desahuciado. Necesitaba buprenorfina en parche e inyección para aguantar lo último, pero solo le ponían paracetamol y lisina para el dolor y ya no le hacía esto”, comentó.
De nuevo, el personal de la T1 del IMSS confirmó lo que ya todos sabían. Rodrigo fue desahuciado. El tumor de la parte baja de la espalda le abarcó todos los nervios. Ya no había nada por hacer, ni radioterapia, ni quimioterapia. Le hicieron la biopsia para ver qué tipo de tumor era y al fin le recetaron la buprenorfina cada 12 horas. Sin embargo, demoraban más en aplicarla.
“Él lloraba de dolor y tenía que andar buscando una enfermera para que fueran y lo inyectaran. Te juro que no le deseo a nadie lo que mi hijo sufrió”, dijo su mamá.
Ilustración de Houston Ortegón Casanova
Murió de una infección nosocomial por falta de infraestructura
La última semana que Rodrigo estuvo internado en el Hospital T1 del IMSS se descompuso el aire acondicionado. El personal del hospital alcanzó a abrir un poco la ventana, pero no fue suficiente. Él dormía en un colchón de hule y solo le ponían una sábana. Sudaba mucho y enfermó de tos.
“Tenía una tos fea y hasta un doctor lo regañó y le dijo que lo pasaría con los de Covid, pero no era su culpa, pero así te tratan en el seguro. Cuando les decía a los enfermeros que les daba trabajo respirar le decían que era un exagerado, que de todo exageraba. Le ponían oxígeno y cada que decía que le daba trabajo respirar se lo ponían porque se lo quitaban por ratos”, agregó Silvia.
Los últimos exámenes que le practicaron al joven lo lastimaron mucho. Cómo no había orinado en 24 horas le metieron una aguja en su vejiga para ver sí había algo de líquido. Le colocaron una sonda.
“La mañana del día que falleció me mandó un mensaje y me dijo que le dolía mucho lo que le hicieron. Le pregunté qué pasó y me dijo que le pusieron una sonda. Le respondí mi amor ya va a pasar no te preocupes”, platicó Silvia mientras lagrimeaba.
Horas antes, la mamá de Rodrigo preguntó si era Covid y le dijeron que no, que contrajo una bacteria que afectó sus pulmones. “En una de esas entró el doctor y me dijo que un enfermero se quedaría con él, pregunté si era Covid y comentó que no era eso. Me dijeron que cargo una bacteria y esa bacteria le afecta los pulmones”, comentó.
A la sala en la que se encontraba Rodrigo entró un enfermero que cerró la cortina para aislarlo. Fue la última vez que Silvia vio con vida a su hijo. Lamentó que sufriera tanto y aseguró que no fue cáncer, sino una bacteria lo que acabó con él.
De los hospitales públicos que hay en Yucatán, es en el Hospital Agustín O´Horán del Gobierno estatal en donde fallecieron más personas por infecciones nosocomiales, es decir, enfermedades adquiridas durante el tiempo que las y los pacientes permanecieron ingresados. De 2012 a 2022, 517 murieron por esta causa, como Rodrigo.
En la entidad existen cuatro hospitales a los que las personas pueden acudir sin ser derechohabientes: Hospital Agustín O´Horán, el Hospital Regional de Alta Especialidad de la Península de Yucatán, el Hospital General de Valladolid y el Hospital Materno Infantil. En los que de 2012 a 2022, un total de 11 mil 461 personas contrajeron enfermedades nosocomiales.
Rodrigo soñaba con ayudar a su mamá
A Rodrigo lo recuerdan como una persona con mucho corazón, amoroso con su familia y aún más con su mamá. Un joven que aún internado no perdía los ánimos, ni la esperanza.
“Todos los días que me quitaba del Seguro me decía que me amaba”, argumentó.
Soñaba con estudiar la Licenciatura en Derecho y pensaba en trabajar para apoyar con los gastos de la casa. Días antes de desmejorar su salud había tramitado su INE y ya estaba buscando empleo.
“Siempre me decía:´Voy a trabajar jefa y todo lo que gané será para tí´,´Voy a trabajar y estudiar´. Quería ser licenciado en derecho y le gustaba jugar fútbol, él estaba en una liga era portero y estaba concursando para ser número uno en el fraccionamiento, iba a ganar 500 pesos y decía que cuando los tuviera me invitaría a cenar”, narró con sollozos la mamá de Rodrigo, Silvia.