Arturo Beltrán Leyva “El Barbas” fue uno de los narcotraficantes más poderosos, junto a sus hermanos, lideraba el Cártel de los Beltrán-Leyva, el cual se dedicaba en su punto de auge al narcotráfico, trata, homicidio, tráfico de armas, entre otras actividades ilícitas.
Arturo fue considerado uno de los grandes capos, logró trabajar con Amado Carrillo Fuentes mejor conocido como “El Señor de los cielos”, Ismael “El Mayo” Zambada e incluso con Edelio López Falcón apodado “El señor de los caballos y/o El Yeyo”.
Estos antecedentes denotan el poderío que Beltrán Leyva tenía en el mundo del narco, sin embargo, Anabel Hernández en su libro “Las señoras del narco: amar en el infierno” explica que “El Barbas” le tenía pavor a una sola persona.
Te podría interesar
A pesar de que Arturo se daba la gran vida llena de fiestas, excesos, drogas y mujeres a la única persona que le tenía miedo era a su esposa Ilyana Marcela Gómez Burgueño, quien tenía rasgos parecidos a Celeste, su otra pareja sentimental con quien estuvo durante una década.
¿Quién es la esposa de Arturo Beltrán Leyva?
Fue hasta que se publicó el libro “Las señoras del narco” donde se supo de la existencia de Ilyana Marcela, con quien tuvo a sus dos hijas: Mony y la Pichona, así se puede leer en el capítulo 9 “Camino sin retorno”.
Te podría interesar
El temido narcotraficante se “cuadraba” ante su esposa, pues Marcela lo puso en regla e incluso llegó a prohibirle ver a sus otros hijos, que había procreado con celeste.
Ilyana Marcela, según lo publicado en el libro, es originaria de Sonora y conoció a “El Barbas” a sus 16 años, cuando el narcotraficante la vio por primera vez quedó obsesionado con ella y se la llevó con él.
Marcela era una mujer celosa que estaba al tanto de todos los movimientos de su marido, amoríos y fiestas en Acapulco era lo que más le gustaba a Arturo, por estas razones pedía que cuando hubiera alguna celebración todos los cocineros, chefs y meseros fueran hombres.
Ilyana era tan celosa que cuando llegaba a una de sus residencias en Acapulco interrogaba a los vigilantes sobre lo que ocurría en las casas, muchos de ellos hablaban, pero otros mejor se quedaban callados por miedo al capo.
La mujer también era dura con sus hijas, según el libro de Anabel, cuenta que en una ocasión “El Barbas” dio a sus trabajadores 30 mil pesos, para que compraran juguetes y regalos a las niñas, cuando llegaron a casa Marcela pego el grito en el cielo, pues era muchas cosas y las menores solo se quedaron con un par de muñecas y lo demás fue regalado.