TUXTLA GUTIÉRREZ.- Desde hace años, en comunidades o colonias urbanas, rurales o indígenas de Chiapas, sus pobladores condicionan o pactan con las empresas, ya sean refresqueras, cerveceras, de comestibles, telefonía o televisión de paga, que dejen algún beneficio al pueblo a cambio de permitirles vender sus productos o servicios.
Pero existen otros sitios donde las reglas son más estrictas, como el caso de la colonia rural Monterrey, ubicada en el municipio de San Fernando, donde está prohibida la venta de bebidas alcohólicas, por lo que las empresas dedicadas al ramo ni se aparecen.
Otra medida en Monterrey es que, a partir de las 22:00 horas, la entrada al pueblo es cerrada con un portón por lo que, a partir de esa hora, nadie entra ni sale. Implementaron una especie de toque de queda, para evitar incidentes de violencia.
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Pablo Díaz Díaz, representante del comisariado ejidal del lugar, advierte que las poco más de 200 familias que habitan el mismo han tomado algunos acuerdos relevantes; sin embargo, comenta que en ningún momento condicionan a las empresas.
“Es libre, que hagan su negocio, porque hay cuestiones que necesitamos, como el gas LP, por ejemplo”.
Si decidieron rechazar la comercialización de cerveza, vino o licor, insiste, fue porque su consumo genera muchos problemas, y derivaría en otros, como el consumo de drogas. Si alguien desacata la norma –refiere-- es multado o, en el peor de los casos, es exiliado, lo corren del pueblo.
“No hemos llegado a ese grado, pero sí se les ha llamado la atención a quienes desean comenzar a vender alcohol, y ya hacen caso porque saben las posibles consecuencias”, subraya Pablo, quien advierte que, si la colonia Monterrey es reconocida en el municipio como ejemplar, se debe a la unión de sus pobladores en la toma de decisiones.
Aunque hasta el momento no lo han hecho, dice que sí les gustaría establecer algún convenio con alguna de esas empresas, sobre todo para que los apoyen para su feria o alguna fiesta patronal u otra actividad comunitaria.
RECURSOS CAEN POCO A POCO
Pese a que no tienen “acuerdos”, Díaz Díaz señala que alrededor de 50 personas del pueblo han buscado otro tipo de beneficios, como el programa federal “Sembrando Vida”, por medio del cual reciben, de forma bimestral, cerca de 6 mil pesos cada uno.
Con ello, las familias de alguna manera están contentas, aunque en la actualidad hay una seria preocupación por la sequía que, de alguna manera, se ha prolongado más de la cuenta.
Pero las necesidades son muchas. Lo que requieren, menciona Pablo, es la implementación del sistema de drenaje, pero sobre todo el agua potable, pues la vertiente que tenían y que abastecía a las familias, prácticamente se secó. “Y batallamos con los pocitos, ya no dan; sólo en tiempo de lluvia, pero ahorita, con la seca, sufrimos todos”.
Según él, uno de los anhelos es también contar con una preparatoria, para que los adolescentes no tengan que viajar a la cabecera municipal para continuar con sus estudios, lo que les genera más gastos.
Mientras tanto Monterrey, con más de un siglo de vida, mantiene sus reglas intactas, como el hecho de que, a partir de las 22:00 horas, todos los días, la entrada a la misma es cerrada con portón.
Es decir, a partir de esa hora, nadie entra ni sale, a menos que se trate de una emergencia, pues de esa forma combaten la inseguridad. A las 5 de la mañana, dice Pablo, las puertas son reabiertas.
De acuerdo con otra fuente consultada, se supo que esta medida fue acordada hace un par de años, debido a la presencia de comandos, al parecer, del crimen organizado que intentaban controlar la zona.
Por ello, advierte, decidieron colocar un portón e impedir que, después de ese horario, ingresen automóviles.
No obstante, por las calles de Monterrey caminan pocas personas, entre éstas estudiantes de una secundaria, quienes aprovechan la sombra del domo del “corazón” de esta colonia rural.