CD. JUÁREZ.- Lupe Calle Peralta tenía dos hermanas que vivían en Estados Unidos desde hace 20 años. Su idea fue dejar a Cinthya, su hija mayor, a cargo de sus otros tres hermanos de 23, 12 y 8 años, mientras ella trataba de cruzar de indocumentada. Cinthya sabía quién era la persona que su mamá había contratado para el viaje, el costo, el itinerario y la ruta: Latacunga-Ciudad de México-Ciudad Juárez-Estados Unidos.
El 26 de mayo de 2021, Lupe dejó Cuenca para trasladarse hacia Latacunga, una pequeña ciudad que se convirtió en una terminal para migrantes. Por su conexión directa con México, que en 2018 dejó entrar a los ecuatorianos sin necesidad de visa, su aeropuerto se volvió el espacio propicio para salir de Ecuador y llevar a cabo el plan que miles de familias ecuatorianas: llegar a Estados Unidos, hacer dinero y mandarlo a quienes tuvieron que dejar atrás: hijos, padres, hermanos.
“Mi mami salió el 26 de mayo de 2021 de Cuenca (la tercera ciudad más grande de Ecuador). Estuvo diez días en la Ciudad de México y luego la llevaron a Ciudad Juárez. Estuvo allí hasta el 11 de junio. El contrato que se había hecho era que ella no iba a pasar por el desierto, que no iba a pasar por allí”, narra un reportaje de El Mercurio en colaboración con La Verdad y publicado por Enquire First.
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La familia no quería saber nada del desierto de Estados Unidos, sobre todo si se tenía que caminar por él. Y es que, hacia finales de 2020, los medios de comunicación de Ecuador empezaron a repetir la palabra “desierto” en las crónicas sobre el calor extremo del verano estadounidense, la dificultad para caminar por las tierras áridas y el abandono (y posterior desaparición) que sufrían los migrantes.
De acuerdo con el reportaje de Andrés Mazza y Christian Sánchez, con la colaboración de Rocío Gallegos y Gabriela Minjares, para evitar esta ruta de la muerte, Lupe y Cinthya acordaron pagar 340 mil pesos para que la “coyote” evitara la región desértica.
“Una amiga de mi hermana ya había viajado con esta coyote, que le había hecho llegar a Estados Unidos rapidísimo. Había una buena referencia”, recuerda José, hermano de Cinthya.
Según el plan, una vez en Ciudad Juárez, saldrían en un vehículo para realizar un viaje de dos horas, después tendrían que caminar unas dos, o tres horas como máximo, y llegarían a Estados Unidos. Pero nada de eso pasó: Cinthya recibió un mensaje desde Ciudad Juárez en el que se le informaba que la ruta que se pactó “estaba quemada”, es decir, que no se podía transitar por ella con seguridad.
“La única vía era caminar por el desierto”, narra Cinthya.
Entre el 7 y la víspera del 11 de junio de 2021, Lupe enviaba mensajes a Cinthya: ya salimos mañana, ya salimos mañana; sin embargo, no salían de Ciudad Juárez. El 11 de junio, Cinthya recibió un mensaje en el que su madre le aseguró que estaban dirigiéndose hacia El Porvenir porque, un día después, empezarían con la caminata hacia Estados Unidos.
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El sábado 12 de junio, a las ocho de la mañana, Lupe le mandó otro mensaje por WhatsApp: “Nos van a quitar el celular. Entre el lunes y martes, si Dios quiere, estaremos allá”. Ese fue el último mensaje que recibió Cinthya por parte de su mamá.
LA VIOLENCIA LOS EXPULSA
La rampante violencia en Ecuador y falta de empleo están empujando a cada vez más personas de esa nación a migrar hacia México, de acuerdo a cifras oficiales que el año pasado alcanzaron un récord histórico de casi 15 veces más de lo registrado en 2021.
"La violencia está muy fuerte, como nunca", dijo Mónica, una ecuatoriana de 30 años que huyó de su país después de que supuestos criminales amenazaron con matarla cuando dijo que no podía pagar "el impuesto", una forma de llamar a la extorsión, para continuar con su negocio de comida.
"Queremos ir a Estados Unidos, sabemos que México tampoco es seguro", agregó la mujer, que llegó a territorio mexicano junto con su esposo, tras recordar su difícil travesía por la peligrosa selva del Darién, ubicada entre Colombia y Panamá, donde asegura vio muchas personas muertas.
De enero a diciembre, 22,156 migrantes ecuatorianos ingresaron a México de forma irregular, principalmente vía terrestre, a través de Chiapas y Tabasco, un aumento de poco más de 1,500% con respecto a las cifras reportadas en 2021, con apenas 1,384 casos.
El año pasado, México anunció que ampliaría, como requisito obligatorio y por tiempo indefinido, la solicitud de una visa a ecuatorianos, una de las diversas medidas que ha implementado la nación para ayudar a contener la migración indocumentada que va principalmente a Estados Unidos.
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Expertos entrevistados por Reuters creen que esta es una de las razones que detonaron los viajes de indocumentados hacia el país.
RUTAS PELIGROSAS
Ciudad Juárez, Chihuahua, colinda con Texas y Nuevo México, en Estados Unidos. Por su ubicación, es ruta del tráfico de migrantes que se dirigen hacia el norte, desafiando las condiciones del desierto y la violencia del crimen organizado.
En esta ciudad habitan más de un millón y medio de habitantes, de los cuales casi un 40 por ciento son migrantes, provenientes de otros estados de México y de otros países.
La frontera amurallada por Estados Unidos es una realidad desde hace más de dos décadas en esta región. Sobre un paisaje arenoso y a pocos metros de que inicien los caseríos por el norponiente, se extiende una valla metálica. Es el muro que se colocó ahí en septiembre de 1995, bajo el gobierno de George W. Bush, en ese entonces era una malla ciclónica que a mediados del 2016 fue sustituida por una valla metálica pegada por el bordo del río Bravo.
La barda dividió a una comunidad binacional con una dinámica que, según datos de agencias de ambos países, moviliza a diario a unos 60 mil fronterizos que se trasladan entre Ciudad Juárez, El Paso y Santa Teresa –o viceversa–. Por eso es una de las fronteras más porosas de México.
En los últimos años, con el reforzamiento de la seguridad en la frontera entre ambos países, las rutas para los migrantes que intentan entrar a Estados Unidos sin documentos se ha vuelto más peligrosa, no solo por el riesgo que implica cruzar por el desierto o por el río, sino porque para los migrantes que requieren de una visa para entrar a México —y este es el caso actual de los ciudadanos ecuatorianos— el cruce por territorio mexicano se ha sumado a la carrera de obstáculos.
Las rutas que eran habituales para cruzar por México, por ser las más cortas, que llevaban a los migrantes a cruzar por Tamaulipas o Nuevo León, dejaron de ser frecuentadas tras las masacres de San Fernando, en Tamaulipas, en 2010 y la de Cadereyta, Nuevo León, en 2012, perpetradas por Los Zetas. Entonces Chihuahua se volvió la ruta utilizada por los coyotes.
En los últimos tres años, Chihuahua ha estado a la cabeza de las entidades con más personas migrantes reportadas como desaparecidas.
LA BÚSQUEDA
“Yo le escribí a la coyote el domingo (13 de junio de 2021) y ella me dijo que todo estaba bien. El lunes me dice que ya mismo han de llegar. Pero el martes me llama y me pregunta si no me he comunicado con mi mami, y después me pide el número de ella, y ya me pareció raro. El miércoles, como a las doce del día, la coyote me dice que mami se quedó, que no avanzó a caminar más. Me dice que llamemos a migración de Sierra Blanca (Texas), porque no saben dónde está”, recuerda Cinthya.
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Que se quedó en el desierto, que estaba bien, que estaba mal, que ya no quiso seguir: las versiones y contradicciones llegaban a los oídos de Cinthya cuando se supo que Lupe había desaparecido. En los días posteriores la familia se activó en redes sociales: ingresaron a los grupos de desaparecidos en la frontera de México y Estados Unidos que funcionan en Facebook para publicar la foto de Lupe, y denunciaron a la coyote en la Fiscalía del Azuay, en Ecuador.
“Han pasado casi dos años y no sé nada de mi mami. Desde que publiqué la foto de mami, personas nos han extorsionado, nos han robado, nos han mentido diciéndonos que tienen a mi mami, que les paguemos y que ellos nos la entregan. Pero todo es una mentira, no hay rastro de ella”.
Lupe es parte de las estadísticas de migración masiva hacia Estados Unidos que vivió Ecuador en el 2021, y de los migrantes desaparecidos no solo en 2021, sino en los últimos 20 años.
¿DÓNDE ESTÁ CLAUDIO?
Claudio Javier Ramón Ordóñez, agricultor y minero de 37 años, abandonó su equipo de trabajo y dejó a sus 4 hijos a mediados de 2021 para viajar a Estados Unidos vía México. A finales de julio de 2021 su familia recibió un mensaje de que Claudio había sido secuestrado en Ciudad Juárez.
Claudio nació en Dandán, una comunidad ubicada a unos 30 minutos del cantón Santa Isabel, en la provincia de Azuay, en Ecuador.
Claudio se había negado en varias ocasiones a seguir los pasos de su hermana Miriam, de migrar a Estados Unidos, pero con la crisis económica generada por la pandemia de covid-19, fue Paola quien decidió migrar. La semana en la que partió su mujer, Claudio visitó a sus padres y les informó que se iría a alcanzar a Paola a Estados Unidos en cuanto ella llegara a su destino.
“Se fue convencido de trabajar para dar el estudio a sus hijos”, dice su madre Mercedes.
Padre y madre acompañaron a Claudio donde pactaron con el coyote el viaje por unos 340 mil pesos, con la condición de que no tuviera que pasar por el desierto. Esa tarde le entregaron 100 mil pesos, otro monto sería entregado al llegar a México y finalmente la última parte se pagaría al cruzar la frontera.
A cambio, el coyote le ofreció llegar en un lapso de entre 8 y 12 días. En julio de 2021, tras recibir la bendición de sus padres, Claudio se marchó; sus hijos pequeños quedaron a cargo de la abuela materna, tal como lo había organizado Paola.
Un día después de haber salido de Cuenca, en julio de 2021, Claudio llamó a su hermana, le dijo que ya estaba en un hotel en México y que estaba bien. Tocaba a la familia hacer el segundo pago, unos 80 mil pesos. Las llamadas de Claudio continuaron y su primer intento de cruzar terminó en una detención por parte de los agentes fronterizos. El 26 de julio anunció que haría el segundo intento, pero los días pasaron sin noticias y Mercedes sentía que algo había ido mal. Tenía razón: Claudio había sido secuestrado.
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El 27 de julio, Miriam había recibido en su teléfono una foto de Claudio sentado sobre lo que parece ser una cama, amarrado de pies con una fina cuerda blanca, con el temor reflejado en el rostro. Los captores pidieron 300 mil pesos por su rescate. Miriam y otros familiares lograron reunir 240 mil pesos y los depositaron en una cuenta bancaria.
Los secuestradores le dijeron que cuando depositara lo que faltaba, soltarían a su “carnal”. Esa fue la última vez que los secuestradores les respondieron el teléfono.