TUXTLA GUTIÉRREZ.- Cuando tenía como 10 años, Lucrecia Salva Fuentes dejó su tierra natal, Pijijiapan, para vivir en Tapachula, Chiapas, en donde hizo toda su vida: estudió enfermería, una maestría y doctorado, y se dedicó, de lleno, a cuidar lo que con el paso del tiempo se convirtió en su primera casa, el Hospital General de esa ciudad, una de las 7 localidades que cuentan con la Alerta contra Violencia de Género (AVG).
Por ello, su feminicidio, ocurrido el sábado pasado, caló hondo entre la sociedad chiapaneca, pues se ganó el cariño y respeto de sus compañeros y compañeras del nosocomio donde, por más de tres décadas, dejó una huella de honestidad, tesón y, sobre todo, de defensa de las causas justas.
Sin embargo, quienes la conocieron y convivieron con ella aún no dimensionan lo ocurrido: “Lucre”, como le decían de cariño, salió de su trabajo el viernes, como a las 5 de la tarde, para dirigirse a su casa en la colonia Española, en el mismo Tapachula.
Te podría interesar
De hecho, el sábado, temprano, viajaría a la colonia Echegaray, municipio de Pijijiapan para reunirse con su padre. Inclusive, la acompañaría la mayor de sus dos hermanas, pero esta última quedó en espera, y sólo pensó que tuvo un contratiempo.
Por la tarde de ese mismo sábado, Lucrecia se reuniría con otras amigas, pero ya a su regreso en Tapachula. Ya no se supo más de su paradero, ni sus vecinos aportaron alguna pista.
La noticia se expandió de inmediato: la mujer de 53 años de edad fue hallada muerta, en un camino de terracería de la ranchería Canutillo que conduce al municipio de Escuintla, con un disparo en la cabeza con arma de fuego. En la escena del crimen, ella apareció con ropa de civil, no con uniforme.
UN GRAN SER HUMANO
Matilde Salva, quien siguió los pasos de su tía y también se convirtió en enfermera, sabe perfectamente lo que fue Lucrecia no sólo para ella, sino para quienes la conocieron: una mujer trabajadora, independiente, honesta y solidaria que, en todo momento, estaba dispuesta para apoyar a los y las más desprotegidos. “Era una joya, no se metía con nadie”.
Lo que no concibe, agrega, es que a la también dama voluntaria de la Cruz Roja Mexicana le hayan quitado la vida aparentemente por robarle sus pertenencias; además, revela que no presentaba más golpes en su cuerpo o rastros de abuso sexual.
“El viernes ella se comunicó con sus amigas, porque una de ellas cumpliría años, y lo celebraría, hasta bromearon; eso me lo dijo una de sus conocidas que es estilista”.
En una ocasión, rememora que, a Lucrecia, quien también tenía también dos hermanos, la intentaron asaltar, pero, como no le gustaba dejarse de nadie y menos cuando se trataba de una injusticia, logró evadir al delincuente. No obstante, el sábado pasado no pudo evitar su muerte.
Por eso a ella –menciona-- su tía siempre le aconsejaba que se cuidara sobre todo por el aumento de los feminicidios y “levantones” en la región. “Fue como nuestra madre, siempre nos cuidó, hasta que yo me casé”.
ERA VOZ DE MUJERES Y DE MIGRANTES
Berenice Rueda, tanatóloga del Hospital General, advierte que Lucrecia, su amiga y compañera de trabajo desde hace 18 años, se dedicó a apoyar, siempre, a las mujeres víctimas de violencia, pero sobre todo a las migrantes, a quienes “acuerpaba” cuando podía.
Según ella, para la enfermera originaria de Pijijiapan y exdirectora de Ciudad Salud, quien no se casó ni tuvo hijos, el hospital se convirtió en su casa y el mejor lugar donde su ayuda se triplicó, pues a diario atendía a mujeres violadas, macheteadas o violentadas sexualmente.
“Era una mujer íntegra, de esas personas que no merecen morir así. Estamos indignados, asqueados; ¿por qué a ella? ¿(Por qué) a una mujer que viene de una cuna pobre, que ha luchado, y que sacó adelante a sus hermanos, a sus padres?; era el sostén de su familia”.
¿UN “SIMPLE” ROBO?
Aunque hay muchas hipótesis sobre el crimen, Berenice advierte que existe la posibilidad de que a la enfermera la hayan asesinado por su activismo a favor de las mujeres que llegan a Tapachula de otros países y que sufren violencia.
Incluso, refiere que Lucrecia se acercaba a los lugares en donde había mujeres extranjeras y, si sufrían vejaciones, las orientaba y les brindaba todo el apoyo posible para superar esas situaciones, como llevarlas a un hospital.
No obstante, cree que no hay manera de que alguien pudiera hacerle daño, pues otra cuestión que hacía fuera de su horario laboral era vender uniformes quirúrgicos. Es decir, advierte, no tenía contacto con gente mala, porque solo se dedicaba a laborar.
El último recuerdo que le quedó, confiesa, fue el del viernes pasado, antes de que ella se marchara a su casa y luego emprendiera su viaje a Pijijiapan, “nos abrazamos, como siempre, nos despedimos, y ya no la volvimos a ver”.
De lo que está convencida, dice, es que no es la primera vez que en Tapachula levantan a una mujer y que después aparece muerta en una zanja, con un balazo en la cabeza o rastros de abuso sexual.
A Lucrecia, confirma Matilde Salva, de nueva cuenta, le robaron su camioneta y todo lo que llevaba como su bolsa, y aunque en un principio pudieron localizarla por el rastro del GPS de su teléfono celular, el día en que la hallaron muerta, el aparato móvil ya no estaba. “En su casa, todo estaba en orden, sus objetos; sin embargo, aún estamos en blanco”.
Tras insistir que su tía estaba al pie del cañón en su chamba e incluso casi nunca se incapacitaba, afirma que, lo único que desea, es que la muerte de su tía no quede impune, como, según ella, ha ocurrido en otros casos.
FEMINICIDIOS NO PARAN EN CHIAPAS
Según los datos registrados por La Silla Rota, hasta este martes se han registrado en Chiapas una decena de feminicidios; el último ocurrió precisamente este 14 de marzo en el barrio San Felipe, municipio de Pijijiapan, en donde una mujer de 28 años de edad fue hallada sin vida en su cuarto.
En entrevista, Elsa Simón Ortega, fundadora de la organización “Por la Superación de la Mujer”, con 26 años de trabajo en Tapachula, aseveró que pareciera que hubiera una cuota mensual de feminicidios, “en esta ciudad es muy recurrente”.
Incluso, criticó que Tapachula cuente con la AVG desde hace al menos siete años y los crímenes de mujeres aún no bajen. Además, consideró que no solo debería haber siete municipios catalogados como “focos rojos” por la violencia ejercida contra el sector femenino, sino que “todo Chiapas debería tener esa alerta”.
Para ella, es necesario que haya más presupuesto en materia de seguridad, “porque si en esos tramos donde dejan tiradas a las mujeres existiera un patrullaje, otra situación sería, se detecta a tiempo”.
Lo más lamentable y escabroso, detalló, es que en el mismo Tapachula haya una especie de tiradero de cadáveres de mujeres.
Elsa Simón comentó que mujeres como Lucrecia ya no tienen la seguridad de salir solas a la calle, a pesar de que viajen en su propio automóvil. “¿Ni eso podemos hacer ya?”
Para ella, el flujo migratorio no tiene que ver con el aumento de violencia en la ciudad tapachulteca, “este fenómeno apenas tiene cuatro años (que aumentó), y la Alerta de Género tiene siete años en Chiapas, en Tapachula… los feminicidios siempre han estado”.
Este miércoles, en punto de las 8 de la mañana, amigos, familiares y compañeros de trabajo de Lucrecia efectuarán una marcha para exigir justicia y que las autoridades agilicen las investigaciones para dar con el o los criminales. También se espera que estas acciones se efectúen el próximo sábado no solo en esa ciudad, sino en otras localidades de Chiapas.