Licoresa se presenta a sí misma como una drag queen de Tijuana con 8 años “existiendo y resistiendo”. Convencida de que su trabajo la de la responsabilidad de luchar en contra del odio, recuerda sus inicios en ese camino.
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“No había espacios, no había paga, no había nada. Fue en el patio de una plaza con nuestras posibilidades, con cinco personas de público”, platica.
Lleva unas botas de plataforma, minifalda, medias negras y está coronada con un alto peinado rubio que la hace destacar todavía más en el grupo de personas que respondió a la vigilia por el asesinato de Jesús Ociel Baena Saucedo, la primera persona no binaria en alcanzar una magistratura electoral en México.
“Me parece indignante que siga pasando con alguien tan importante que lo único que generaba era querer crear un cambio para nosotres y para las nuevas generaciones”, comentó.
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En Tijuana, donde ahora el gobierno de la ciudad plantea la creación de una “Zona Rosa” en el polígono de Zona Centro que concentra la mayor oferta de bares LGBTQ+, la violencia en contra de la diversidad sexual, y la impunidad, no son desconocidas.
En esos bares, cerca del icónico Arco monumental de la avenida Revolución, Licoresa presenta su espectáculo bañada en luces de colores ante decenas de personas que se dan cita cada fin de semana, pero no todo es fiesta.
“La comunidad trans lleva años de luto”, decía una cartulina colocada en el monumento México, donde se dio la concentración por Baena Saucedo y su pareja.
Ese reclamo en Tijuana lleva nombres como los de Kendra, asesinada y quemada en su domicilio, o el de Jeanine Huerta, una activista apuñalada hasta la muerte también en su propia vivienda; en ningún caso hay personas detenidas.
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Por todo eso, dice Licoresa, acudió a esta más reciente protesta con una mezcla de tristeza, coraje, miedo y enojo, pero también la esperanza de crear empatía.
“Ya no nos podemos quedar callados y con miedo, encerrados en nuestras casas por lo que nos vaya a pasar, lo que nos vayan a hacer, decir o gritar. Creo que es tiempo de seguir levantando la voz y que la gente entienda que somos personas. Merecemos el mismo trato, el mismo amor y el mismo derecho de ser felices”, comenta.
Además, asegura, la comunidad LGBTQ+ en esta frontera tiene necesidades como atención médica y de apoyo social para albergues como el Jardín de las mariposas, donde migrantes sexualmente diversos han encontrado refugio.
“Se necesitan muchísimas cosas más que sí crean una inclusión, un cambio y un apoyo hacia nosotres. Es más importante eso que un nombramiento (...) no va a crear ningún cambio el que pongan la etiqueta de Zona Rosa en Tijuana”, dice.
Lo que hace falta, considera Licoresa, son espacios seguros y garantías laborales para quienes como ella, han decidido caracterizarse ante la sociedad.
“Sigue siendo difícil. Todavía no tenemos ni una paga digna, ni buenas condiciones de trabajo, ni siquiera acceso a salud. Es difícil pero seguimos resistiendo y esperando un cambio”, afirma convencida.
VGB