La pregunta se repite hasta el cansancio: en sobremesas, en stories, en listas que confunden algoritmo con criterio. "¿Dónde se come mejor?" Como si la respuesta cupiera en un pin de Google Maps. Como si el sabor fuera métrica. Como si comer fuera competencia olímpica.
Pero hay algo que casi nadie se atreve a decir: el mejor restaurante es una ficción. Una mentira cómoda para vender guías, generar contenido y alimentar egos.
No es relativismo barato. Es aceptar lo obvio: la cocina no se mide como los 100 metros planos. No hay cronómetro para el mole. No hay GPS para el taco perfecto. No hay Excel que capture lo que pasa cuando un bocado te devuelve a la infancia.
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La idea del "mejor restaurante" parte de un error fundacional: creer que existe una vara universal para medir la experiencia gastronómica ¿según quién? ¿con qué criterios? ¿desde qué paladar?
No puedes comparar una taquería de tres generaciones con un fine dining de 15 tiempos. Es tan absurdo como preguntarse qué es mejor: ¿un bolero de Agustín Lara o una sinfonía de Mahler? ¿Un mezcal de pechuga o un Château Margaux?
Algunas guías lo intentan. Michelin, 50 Best, etc... Estrellas, puntos, rankings. Jurados que vuelan en business class para comer en reservados exclusivos. Sistemas que premian manteles blancos y penalizan fondas sin aire acondicionado.
Y nosotros, los comensales, ahí andamos: persiguiendo estrellitas como niños en kermés. Necesitando que alguien nos diga dónde sí y dónde no. Incapaces de confiar en nuestra propia lengua.
Pero el algoritmo no entiende de contextos. No distingue entre hambre y apetito. No sabe que a veces el mejor taco es el que te comes parado, con prisa, en una esquina sin nombre. Que la mejor sopa es la que te hace tu madre cuando estás enfermo. Que el mejor restaurante es aquel donde —por un instante— dejas de preguntarte si es el mejor.
Sí, hay lugares excepcionales. Cocineros con visión, técnica y propuesta. Enrique Olvera cambió el juego. Jorge Vallejo elevó la narrativa. Elena Reygadas demostró que se puede ser universal sin dejar de ser mexicana.
Pero eso no se resume en una estrella. Ni en un hashtag. Ni en un reel de 30 segundos con música trending.
Se experimenta. Se digiere. Se recuerda.
Y entonces entiendes que la pregunta está mal planteada desde el origen. Que buscar "el mejor" es perderse lo importante: encontrar lo auténtico. Lo que te mueve. Lo que te marca. Lo que —sin necesidad de likes ni validaciones— te hace volver.
Así que la próxima vez que alguien pregunte cuál es el mejor restaurante, no le des coordenadas. Dale la única respuesta honesta: “¿qué buscas comer? ¿y por qué?” Porque "el mejor" no existe. Pero el hambre —la de verdad, no la del Instagram— esa sí es real. Y esa, sí merece respuesta.
Sobremesa
- @urgenteemergente, el espacio secreto dentro de La Docena Polanco, recibe a Gaggan Anand este 16 de mayo. El chef rebelde que sacudió Asia con su cocina india progresiva y su famoso menú de emojis, estará cocinando para un selecto grupo de comensales por iniciativa de los misteriosos @ambre.sinh —ya platicaremos de ellos en alguna columna—. El cubierto estaba en 7,500 pesos y fue un rotundo sold out, tanto, que al cierre de esta edición estaban analizando que el chef indio hiciera un menú sabatino.
- Que Cuerno ahora va a estar en Manhattan, ya estaban haciendo contrataciones de gerente de piso y un par de posiciones más. Para triunfar en la Gran Manzana es bien sabido que se requiere propuesta y en Grupo Costeño están seguros de que ya lo tienen. El restaurante, que se ha posicionado por su interpretación contemporánea de las parrilladas norteñas, apuesta a que su fórmula viajará bien entre los neoyorquinos y los turistas hambrientos de experiencias "auténticas". ¿Éxito rotundo? ¡Ya lo veremos!
