En México, el tema migratorio, si bien es un asunto internacional cuando hablamos de personas trasladando su residencia de un país a otro, también es un tema de interés nacional, particularmente, cuando hablamos de nuestros migrantes en el extranjero. Es por eso que el tema migratorio se ve incluido en el discurso político y comentocrático nacional, con las confusiones que ello genera cuando choca con otro discurso político, las leyes o la realidad.
Como hemos escuchado, se tiene la costumbre de hablar de 40 o más millones de mexicanos en Estados Unidos (solamente unos 11 millones nacieron en México), a quienes se les adjudica un origen nacional, costumbres, idioma y hasta preferencias políticas luego usadas para cálculos electorales. Un cálculo famoso fue el que presagiaba el triunfo demócrata en la elección presidencial estadounidense, por la participación de distintas minorías incluyendo la “mexicana”.
Retomo ese antecedente ya que nuevamente el tema de la nacionalidad e identidad está en debate a partir de dos sucesos distintos. El primero son los disturbios en Los Ángeles y las banderas mexicanas que aparecieron en las calles. Para quienes no les gusta la presencia de migrantes en Estados Unidos, esto es evidencia de sus efectos negativos. Para quienes se solidarizan con los migrantes en ese país, las banderas eran un símbolo de identidad de grupo ante la adversidad. Sin embargo, ante una percepción negativa en algunos de lo ocurrido, empezamos a leer y escuchar a opinadores “aclarando” que quienes habían salido con las banderas no eran mexicanos porque estos no se arriesgarían a una detención y deportación, sino gente nacida en Estados Unidos. Entonces, ¿si naces en Estados Unidos ya no eres mexicano?
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Al mismo tiempo, tenemos la iniciativa del gobierno estadounidense para no otorgar la nacionalidad de su país a los hijos de personas indocumentadas, por considerar que dichas personas no se encuentran bajo la jurisdicción del gobierno y las leyes de Estados Unidos.
Me parece que el detalle importante es que la discusión no se tratará sobre la posibilidad de hacer una excepción al principio constitucional sobre la nacionalidad por nacimiento dentro del territorio del país, sino sobre la legalidad de una extensión a las excepciones ya existentes. Tampoco se trata de algo nunca visto. En Europa, Asia, etc, existen restricciones a la nacionalidad de los hijos de personas sin residencia permanente.
Otro ejemplo más cercano es el de que en Estados Unidos a los hijos de los diplomáticos extranjeros de cierto nivel tampoco se les otorga la nacionalidad. Sin embargo, no hay un instrumento internacional que prohíba esto. Cada país, en el ejercicio de su soberanía, ha determinado los límites que considera apropiados para la transmisión de su nacionalidad, mientras que los demás países reconocen dicha capacidad limitante.
Y si bien no hay manera de comparar las condiciones de un diplomático con un migrante indocumentado en cualquier país del mundo, el lenguaje usado en la iniciativa en Estados Unidos para la limitación de la nacionalidad, es el de que los indocumentados no se encuentran bajo la jurisdicción del gobierno. Esto es precisamente la descripción teórica de un diplomático, pero nada más así, teórica. La enorme red de diplomáticos mexicanos y extranjeros en Estados Unidos en el día a día, y como deber ser, debemos respetar las leyes del país, tal y como los propios tratados internacionales lo establecen. Se tienen que pagar algunos impuestos, cumplir con contratos y hasta cubrir multas. En adición, los gobiernos de origen de los diplomáticos, México incluido y como debe ser, les instruyen a cumplir con las leyes y las autoridades del país en el que están. Pero entonces, ¿estamos bajo la jurisdicción de Estados Unidos, o del país que sea, o no?
Esta condición ambivalente tiene la posible implicación de que los distintos gobiernos hayan aceptado la existencia de personas que tienen la obligación de cumplir con las leyes y autoridades en un país, pero que ello no significa que están bajo su jurisdicción, y por lo tanto, sus hijos nacidos ahí no tienen un derecho propio a la nacionalidad.
De ser así, el debate será sobre qué tanto un extranjero indocumentado, o en proceso migratorio, se encuentra bajo la autoridad de las leyes de Estados Unidos.
Pareciera extraña la posible creación de una escala de personas para definir su nivel de acceso a la nacionalidad de sus hijos, pero ya existe una así, precisamente, la que distingue entre funcionarios consulares, diplomáticos o personal de apoyo, si bien, todos en realidad tienen que cumplir con la ley.
Este debate resultará muy interesante en lo relacionado con las leyes y antecedentes judiciales aplicables en Estados Unidos. Pero también, a la luz de las leyes y criterios aplicados por otros países.