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Omar García Harfuch: la seguridad en tiempos de Claudia Sheinbaum

Con 30,523 homicidios en 2023, el nuevo secretario de Seguridad Ciudadana tendrá una tarea titánica, la colaboración y la inteligencia criminal serán clave. | Eduardo Zerón García

Escrito en OPINIÓN el

Convertirse en el próximo secretario de Seguridad Ciudadana, evidentemente, no es una labor sencilla. Solo en 2023, en nuestro país se registraron 30,523 homicidios, lo que demuestra la persistencia de altos niveles de violencia. Factores como el narcotráfico, el tráfico de armas, la disputa territorial de los grupos delincuenciales, la corrupción y la impunidad contribuyen significativamente como obstáculos para la paz, y esto representa un reto y un panorama desafiante para la nueva secretaría.

García Harfuch podría ser uno de los pocos secretarios en esta materia a nivel federal que es un técnico en el área, lo cual es un aliciente y positivo. 

La principal interrogante es el diseño con el que enfrentará los altos índices de delincuencia desde un enfoque eminentemente militarizado, sin un cuerpo policial del que carecería al pasar la Guardia Nacional a la SEDENA y si esta pasa como un cuerpo castrense ¿aceptarán instrucciones de un mando civil, fuera de su corporación? Además, enfrentará presiones no solo nacionales, debido a la violencia entre los principales cárteles en su disputa por las rutas de drogas, sino también hemisféricas y globales en relación con el incremento en la producción y tráfico de drogas sintéticas, que han generado fricciones y conflictos persistentes, por ejemplo, con los Estados Unidos.

La Dra. Sheinbaum ha dado algunos esbozos de la estrategia contra la inseguridad, incluyendo la creación de una nueva instancia en materia de inteligencia criminal. No se sabe si esta llegaría a suplir o a acoplarse con algunas de las instancias de Seguridad Nacional, como el Centro Nacional de Inteligencia (CNI). Esto plantea dos grandes incógnitas: si el garante de la inteligencia para la seguridad nacional, que es el Centro, cambiaría su vocación a la seguridad pública/ciudadana, entonces, ¿quién se encargará de la seguridad nacional?

Harfuch ha advertido que mantendrá comunicación con los gobernadores, al ser la seguridad una responsabilidad compartida, con el objetivo de enfrentar también los altos índices de corrupción, complicidad e impunidad que dan mayor cabida al crimen. ¿Se dotará a la Secretaría de un fondo impresionante para la seguridad y de un alza mínima y marginal para quien está encargado de judicializar los casos, el Ministerio Público Federal? ¿Resolverá la nueva secretaría actuar como en los tiempos de García Luna y absorber la Agencia de Investigación Criminal? Eso parecería ser una mala ecuación.

Hoy, un perfil técnico dotará de claridad y objetivos a las corporaciones, algo que faltó mucho en el sexenio anterior. Esto traería consigo, naturalmente, efectividad y mayor impacto en sus actuaciones. Parece que Harfuch, lejos de convertirse en un secretario de Seguridad Ciudadana, debería serlo en uno de seguridad Interior, lo que le dotaría de las capacidades para atender lo relativo a la seguridad pública como uno de sus componentes, pero también para hacerse de los elementos necesarios para atender la protección y mantenimiento de la seguridad interna del estado, la integridad de las instituciones, aparejado con la gobernabilidad que muchos estados necesitan ante las amenazas internas en su infraestructura y muchos otros componentes.

Particularmente hablamos de lugares donde se centra la violencia regionalizada, como Guanajuato, Baja California, Michoacán, Guerrero y Jalisco, donde se concentran los mayores índices de violencia en el país y la perpetuación de la misma. Son entidades donde es evidente que carecen de la posibilidad de hacer frente a los grupos delictivos y donde parece haberse sustituido la gobernabilidad por la inseguridad. Reducir la alta incidencia de los delitos comunes como robos, asaltos, asaltos al transporte, entre muchos otros, es fundamental. Harfuch no viene a hacer milagros, sino a ser un ente que logre el acoplamiento de todos en la estrategia del nuevo gobierno, será arduo el trabajo para que los Estados logren capacitar a su personal, y darles los incentivos necesarios, ¿es tiempo ya de un mando único o un Cuerpo Nacional de Policía aunque sea administrativo?

Muy importante será también que el nuevo secretario esté inmerso en la lógica de la inteligencia criminal. El principal desafío será poder centrar todas las capacidades del Estado para darles eficiencia a la lógica de fusión de información que pretende. El reto será que las instancias castrenses, ministeriales, estatales y de seguridad nacional compartan sus capacidades con un poder civil. Ahí es donde entra la lógica de la Seguridad Interior, de la cooperación y de la interlocución, y las capacidades de los estados también deben generar sus propios insumos que puedan ser compartidos en esa integración. Tal parece que el ejemplo de los americanos con el 9/11, al poner una cabeza al sector de la inteligencia, es la ruta más importante para evitar las asimetrías, compartimentación y problemáticas propias de la generación de una comunidad de inteligencia, de un sistema tan necesario hoy más que nunca.

La otra cara de la moneda

El PRI hoy se vio en un proceso de inmolación al cambiar sus estatutos y optar por la reelección para abrirle la puerta a Alito Moreno y Carolina Viggiano, hasta por tres ocasiones. Después de perder 11 gubernaturas y tener el peor resultado electoral federal en su historia, no ganan ni sus propias elecciones, sin generar nuevos liderazgos o una oferta atractiva, lo único que resolvieron fue expulsar (aunque ya habían renunciado) a sus detractores endilgarles sus derrotas, en esa lista se fueron Chong, Fayad, Ávila, Murat, del Mazo, Quirino entre muchos otros. 

Resulta irrisoria la perorata balbuceante de su líder nacional en su 24ª asamblea cuando se lanza en contra sus militantes y amenaza expulsarlos Manlio Fabio Beltrones, Pedro Joaquín Coldwell, Nuño y Sauri, aceptando que tiene “pruebas” de su presunta participación en magnicidios, casos de corrupción como el Pemexgate, entre otros. ¿Podrían incluso citarlo a comparecer por sus alegatos? ¿El lavado de dinero del que se le acusa no va en la lista?

Las impugnaciones no se harán esperar y parecería que a ese instituto político lo único que le faltaba perder era la cabeza de sus dirigentes. Hoy quedó claro que la reelección es por fuero, canonjías y presupuesto. Esa será la presidencia de Alito al frente del tricolor. En el PRI, que alce la mano quien esté de acuerdo.
 

Eduardo Zerón García

@EZeronG