FERROCARRILES

Colonias ferrocarrileras: memoria ferroviaria en la Ciudad de México

El Tren Maya y el Ferrocarril del Istmo de Tehuantepec representan la apuesta del gobierno actual por revitalizar el transporte ferroviario de pasajeros en México. | Luis César Cruz Álvarez*

Escrito en OPINIÓN el

Uno de los principales temas de discusión en la agenda del actual gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador ha sido, sin duda, el uso del ferrocarril para el transporte de pasajeros. El Tren Maya y el Ferrocarril del Istmo de Tehuantepec son dos ejemplos de lo que parece ser una apuesta por rehabilitar el transporte de pasajeros mediante el ferrocarril en México. Sin omitir las críticas vertidas a ambos proyectos por parte de ambientalistas y comunidades aledañas a las obras, todo apunta a que el gobierno de la presidenta electa Claudia Sheinbaum fortalecerá esta propuesta de transporte que aún pervive en la memoria de miles de mexicanos que gozaron –y padecieron– el ferrocarril durante el siglo pasado. 

En gran medida, ese es uno de sus atractivos: la añoranza del ferrocarril en las generaciones pasadas y las expectativas que provoca en las personas más jóvenes. No obstante, el tema ferroviario no se agota en las vías, las estaciones o los trenes. Uno de los temas más interesantes en relación con el transporte ferroviario ha sido su impacto en el desarrollo de las ciudades. Es decir, en cómo la infraestructura ferroviaria condicionó la planificación y urbanización de los asentamientos urbanos. Aunado a lo anterior, es en dónde albergar a los cientos, e incluso miles, de ferrocarrileros que trabajaron a lo largo de las vías, las estaciones y en los talleres y que dedicaron sus vidas a este transporte, junto con sus familias.

Desde mediados del siglo XIX, las empresas ferroviarias se comprometieron a dar alojamiento a los trabajadores que por sus actividades era necesario contar con una vivienda cerca de las estaciones o a lo largo de las vías. Sin embargo, estas opciones estaban restringidas a un número muy acotado de trabajadores como jefes de estación, cabos de cuadrilla, maestros mecánicos o peones de vía. El grueso de trabajadores tuvo que hacerse, con sus propios medios, de una vivienda, ya fuese propia o rentada. Esta última fue la opción más popular.

No obstante, en la década de 1940, un grupo nutrido de ferrocarrileros de la ciudad de México decidió organizarse para constituir una nueva colonia para sus familias, beneficiándose de la política de cierre de estaciones y otros espacios ferroviarios implementada por Ferrocarriles Nacionales de México. El lugar seleccionado fueron los predios que había ocupado la estación de Peralvillo del antiguo Ferrocarril Hidalgo. En 1940, el entonces presidente Lázaro Cárdenas era quien había autorizado que los terrenos fueran vendidos a los ferrocarrileros, quienes nombraron a su organización: “Sociedad Cooperativa Felipe Pescador”, evocando la memoria del líder obrero de inicios del siglo XX.

Aunque el Departamento del Distrito Federal llevó a cabo el proyecto de fraccionamiento y los presupuestos para la introducción de servicios de agua, saneamiento y alumbrado, no hubo un avance real para que los terrenos fueran entregados a los trabajadores. No fue sino hasta finales de 1946, cuando una fracción de ferrocarrileros que se había separado de la Sociedad Cooperativa Felipe Pescador, al parecer los más pobres, decidió invadir los predios de la antigua estación de Peralvillo y comenzar a edificar sus viviendas con sus propios medios. 

Debido a la acción directa de los ferrocarrileros, la ahora colonia Felipe Pescador no contó con servicios que había proyectado el Departamento del Distrito Federal. Una década después de su “fundación”, de acuerdo con un informe de la Dirección Federal de Seguridad, la mayor parte de las casas eran de “tejamanil y madera, otras de tabique de muy mala construcción y algunos Colonos habitan en Vagones del ferrocarril”, donde habitaban en promedio cuatro personas por familia. Además, la colonia no contaba con agua potable, carecía de mercado, no había servicio de drenaje, “lo que ocasiona charcos y lodazales, poniendo en peligro la salud de los vecinos”; las calles no estaban pavimentadas y no había alumbrado público, tan sólo un policía era el encargado de mantener el orden en la colonia.

Pasarían otro par de décadas para que la situación de la Felipe Pescador fuera regularizada. Actualmente esta colonia se encuentra enclava en la zona aledaña al centro de la Ciudad de México. Su pasado ferroviario quedó ensombrecido con el transcurso del tiempo y las prisas de la ciudad

Ante la intención del gobierno federal de recuperar al ferrocarril como medio de transporte, habría que pensar un rescatar la memoria de todas y todos aquellos que contribuyeron con su trabajo en mantener a los trenes en funcionamiento a pesar de todas las vicisitudes. Una política cultural que se preocupe tanto por los vestigios del patrimonio industrial como por las voces de quienes construyeron esta ciudad. Pocos son los espacios que aún conservan parte de su pasado ferroviario, esta nueva ola de efervescencia por el ferrocarril es una nueva oportunidad para rendir homenaje a las personas del pasado y a sus acciones que transformaron nuestro presente.

Luis César Cruz*

Maestro en Historia Moderna y Contemporánea por el Instituto Mora. Actualmente cursa el Doctorado en la misma institución, su investigación actual es sobre los trabajadores ferrocarrileros en la Ciudad de México durante el siglo XX. También, es asistente editorial en Trashumante. Revista Americana de Historia Social.

 

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