Los animales de compañía, específicamente los perros, son considerados como miembros de la familia cuyo cuidado exige una serie de responsabilidades que de una u otra forma se cruzan con el espacio público. Parece que cada vez hay más comercios abiertos a aceptar y adaptar sus establecimientos a los clientes con perros, lo mismo pasa con los centros comerciales; no obstante, lugares como parques, calles y banquetas, brindan una libertad para su uso que está, actualmente, siendo confundida o poco considerada. Y es que la observación cotidiana señala un problema grave: las heces de perro mal dispuestas en el espacio público abundan, y no hay iniciativa ni medida lo suficientemente fuerte y directa para erradicarlo.
“Perro, aquí no te hagas” y dos metros después la segunda parte: “perro, aquí tampoco”, leo en unas cartulinas pegadas afuera de una tienda de abarrotes. No son los únicos carteles improvisados que encuentro caminando por las calles. “Recoge las heces de tu mascota” se repite alrededor del parque por parte de la alcaldía; “si tu perro se hace, tú no te hagas”, entre otras. Y es que uno pensaría que es sentido común, que no tienen por qué decirnos lo que debemos hacer como si no supiéramos sus consecuencias; y, sin embargo, no lo hacen. Más que la incomodidad de cualquier peatón de encontrarse con heces de perro envueltas en una bolsa tirada en el parque, colgadas sobre las ramas o en los pies de los árboles, en la banqueta, o en las macetas de los vecinos, es un problema de salud pública.
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¿Qué podemos hacer además de pegar carteles exigiendo se recojan estos desechos? Y no sólo de los perros con dueño, sino también de aquellos en situación de calle, los cuales se estima, representan el 70%. Y si seguimos lanzando cifras, como que un gramo de heces de perro almacena 23 millones de bacterias o que al día se respiran 480 kg de heces de perros —e increíblemente, un pequeño porcentaje de humanos— en la Ciudad de México, la magnitud del problema queda más que evidenciada. (1,2)
Las heces expuestas a temperatura ambiente en condiciones de humedad y oxígeno normales implican un riesgo de transmisión parasitaria a los humanos. El parásito toxocara y el Ancylostoma caninum, por ejemplo, pueden albergarse con facilidad en parques públicos de la Ciudad, donde ya se han encontrado muestras. (3) Estos parásitos, sin comentar a fondo el extremo de sus consecuencias en el aparato digestivo, ponen en riesgo a todos: niños, ancianos, corredores e incluso a otros perros. ¿Con qué confianza y seguridad puede uno sentarse en el pasto, en una banca, en un columpio, hacer cardio o comer algo? Esta información es preocupante, pues no hay como tal un organismo encargado específicamente de la limpieza de heces caninas y su correcto manejo.
Entre las medidas de control contra animales en situación de calle o que promueven la responsabilidad formal hacia los animales de compañía, el órgano desconcentrado del gobierno de la Ciudad de México conocido como la Agencia de Atención Animal (AGATAN) puso en vigencia el pasado abril el «CURP para perros»: Registro Único de Animales de Compañía (RUAC), cuyo propósito es darles certeza jurídica a los animales y reducir el abandono. También, dado a los crecientes problemas que surgen de la gran cantidad de animales que son paseados simultáneamente por una sola persona, hace unas semanas, como parte de la Ley Maple, se abrió el Padrón de Paseadores de Perros. Esta medida busca establecer lineamientos de operación para reducir riesgos tanto a los paseadores mismos como protección a los perros, pues en los últimos meses el descontrol se reflejaba en denuncias sobre perros perdidos durante los paseos e incluso maltrato por parte de personas no capacitadas.
Si bien, supuestamente hay una ley —desde el 2011— que advierte multas para quienes no se hagan cargo de las heces de sus mascotas, (Ley de Cultura Cívica de la Ciudad de México art. 29) en la práctica no está presente, y no parecen ser suficientes los esporádicos contenedores especializados para popó de perro en los parques de las colonias de alcaldías céntricas o zonas de mayor afluencia turística. Y si nos preguntamos por educación sobre el tratamiento higiénico de la heces de las mascotas, afiches o campañas independientes a las de esterilización y vacunación, tampoco obtenemos propuestas ni soluciones.
Leyes, multas, campañas de responsabilidad y conciencia social, regaños entre vecinos y demás, no están siendo suficientes. Falta reconocer con mayor desesperación que este problema fecal es una bomba de tiempo. ¿Qué más se puede hacer? Ya se ha hablado mucho sobre los beneficios de la convivencia humano-perro, su aceptación e integración al estilo de vida urbano, su importancia en la socialización en tiempos de hiperconectividad digital, etc., pero ¿qué hay del espacio público que también busca fungir como un respiro? Ese respiro no puede venir con un olor desagradable, a veces exacerbado por las lluvias, consecuencia de la incorrecta disposición de las heces o la total inconsciencia por parte de dueños y paseadores. Queremos parques públicos seguros para convivir, hacer ejercicio, comer un refrigerio, pausar la rutina, respirar.
Ya rebasamos por mucho la línea del cartel amable, es hora de las políticas públicas que continúen protegiendo a los animales y que a la vez armonicen con la mejora en la calidad de vida de los ciudadanos.
1. DGCS UNAM, “El fecalismo, grave problema de salud en la CDMX”, enero 5, 2018, https://unamglobal.unam.mx/global_revista/el-fecalismo-grave-problema-de-salud-en-la-cdmx/
2. Publímetro, “Capitalinos ‘asfixiados’ por media tonelada de excremento de mascotas al día”, diciembre 1, 2022, https://www.publimetro.com.mx/noticias/2022/12/01/cdmx-cuantas-heces-de-perros-se-respiran-al-dia/
3. Ciencia UNAM-DGDC, “Los perros son un amor; sus heces un riesgo”, abril 12, 2019, https://ciencia.unam.mx/leer/855/los-perros-son-un-amor-sus-heces-un-riesgo
Daniela Reyes Reyes*. Estudiante de licenciatura en historia.