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¿Renunciar y pedir perdón?

Luego de la derrota electoral, lo prioritario es recuperar la competitividad de los partidos, aunque esto implique la renuncia de sus dirigentes. | José Antonio Sosa Plata

Escrito en OPINIÓN el

En democracia se gana y se pierde. Es lo normal. Sin embargo, lo que no queda bien claro es si los dirigentes de los partidos perdedores deben renunciar o no luego del anuncio de su derrota. Se trata, dicen los expertos, de una decisión muy complicada que debe ser analizada y ponderada en función del contexto y los resultados obtenidos.

La aprobación de la reforma estatutaria que abrió la posibilidad de reelección del dirigente del PRI, Alejandro Moreno, ha sido duramente criticada dentro y fuera del partido. Incluso la presidenta electa de México, Claudia Sheinbaum, no solo cuestionó la medida sino que también sugirió la renovación de algunos liderazgos del PAN como Felipe Calderón, Marko Cortés y Javier Lozano.

De lo que no hay duda es que son muy pocas las voces que aprueban la reelección de los dirigentes de los partidos de oposición luego de la derrota del 2 de junio. Los conflictos internos tampoco están siendo útiles para recuperar la competitividad. Por el contrario. Al igual que sucede cuando se cae en las arenas movedizas, mientras más se mueve uno, mayor es el hundimiento.

Por si fuera poco, no se ve hasta ahora en los partidos de oposición ninguna estrategia de comunicación política eficaz para tratar de superar la crisis. La elaboración de un plan con acciones, selección de medios, identificación de audiencias objetivo y narrativas es absolutamente indispensable para aquéllos que perdieron. Esto sin importar si han considerado o no el relevo.

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En contraste, durante los últimos días hemos visto en el plano internacional varios ejemplos que sí le han dado a las renuncias de los dirigentes un valor estratégico. Sobresalen los casos de lo que sucedió en las elecciones legislativas de Francia y en las parlamentarias del Reino Unido. En ambos casos, las renuncias de los primeros ministros fueron inmediatas.

En Francia, el primer ministro Gabriel Attal presentó su dimisión luego de que se confirmó el triunfo relativo de la Izquierda. Pero aunque mostró su disposición de seguir al frente ante una posible situación de bloqueo parlamentario y por la cercanía de los Juegos Olímpicos, su decisión será irrevocable. 

En el Reino Unido el primer ministro Rishi Sunak —además de anunciar su renuncia— elogió a su contrincante, el laborista Keir Rodney Starmer, y pidió perdón a la población por “la ira y la decepción” que causó durante su administración: “Siento que no hayamos podido entregar lo que sus esfuerzos merecían”, dijo a los candidatos y activistas que trabajaron junto con él durante un discurso breve y autocrítico.

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Como se puede observar, la renuncia de altos dirigentes luego de la derrota se puede convertir en punto de inflexión para recuperarse en el futuro. La historia de la democracia moderna cuenta con innumerables ejemplos que han llevado a ponderar, en forma más precisa, las ventajas y desventajas que tienen decisiones que van más allá de la dignidad y que están relacionadas con el pragmatismo político.

Quienes están en favor de la renuncia han puesto el énfasis en tres argumentos: la importancia que tiene asumir la responsabilidad sobre lo sucedido y de rendir cuentas; la necesidad de renovar y de abrir espacios a otros liderazgos con nuevas visiones e ideas; y el impacto positivo que se puede lograr ante la opinión pública, al demostrarle con hechos que se le escucha y existe la voluntad de adaptarse a sus necesidades y expectativas.

Por el contrario, quienes se manifiestan en contra aseguran que la renuncia de dirigentes puede provocar inestabilidad al interior del partido, especialmente cuando no hay liderazgos emergentes; que renunciar no se justifica cuando la derrota fue ocasionada por situaciones críticas inevitables o externas que no originó el partido; o que la renuncia deje un vacío que permita la intromisión del adversario en sus procesos de toma de decisiones.

Consulta: Sara Eugenia Fajuri Valdez y Francisco Alfonso Myers Gallardo. "Derrotas electorales, dinámica de la política y estado de derecho: reflexiones sobre el caso mexicano", en Sufragio, septiembre de 2012, pp. 142-161.

A pesar de la experiencia internacional, en México sí ha habido partidos perdedores que han sabido cómo sacar ventaja de una situación crítica. El triunfo inobjetable obtenido por Morena y sus aliados desde 2018 es el mejor ejemplo, luego de la derrota sufrida por AMLO en 2006 y 2012. Si bien no se dieron todas las renuncias esperadas, sí hubo un proyecto y una visión que rindió frutos a partir de la creación de un nuevo partido.

En ese periodo, la renuncia de dirigentes y militantes al PRD fue masiva. A diferencia de lo que sucedió en esos años, el PRI de hoy parece tomar un camino al que muy pocos le auguran éxito si es que en verdad busca refundarse y recuperar la confianza de la ciudadanía. Las primeras interpretaciones de la decisión de Alejandro Moreno de no optar por la renuncia van en dos sentidos: 

Una que apunta a concluir que la reelección es una acción premeditada para debilitar en forma irremediable al PRI, manteniendo al partido como un “pequeño gran negocio” que beneficiará a una pequeña élite aliada con el gobierno. Otra que asegura que la reelección en el PRI favorecerá la ruptura definitiva del frente opositor, en la que el PAN ya no representará ningún riesgo para el gobierno. 

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En ambos casos, dicen los analistas, el beneficiario directo será Morena, que con este tipo de decisiones reafirmará su permanencia como partido hegemónico durante muchos años.

Más allá de las especulaciones, lo cierto es que la capacidad de adaptación de los partidos perdedores a los nuevos escenarios debería ser una de sus mayores responsabilidades si en verdad les interesa la democracia. Por eso, los institutos políticos están obligados a desarrollar capacidades que les permitan subsistir y adaptarse a los nuevos modelos de competencia que les dejó el fracaso o la derrota, independientemente de los intereses particulares que tengan los grupos dominantes. 

Recomendación editorial: José Félix Tezanos y César Luena. Partidos políticos, democracia y cambio social. México: UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2022. 

José Antonio Sosa Plata

@sosaplata