ANOREXIA

Un trastorno de la conducta alimentaria

“Días sin hambre” de Delphine De Vigan es en realidad la narración de la lucha a muerte contra el hambre, hasta que la batalla se detiene. | María Teresa Priego

Escrito en OPINIÓN el

Días sin hambre” es la primera novela de la escritora francesa Delphine De Vigan escrita en 2001 a los 34 años. “Una ficción autobiográfica” como ella la llama, lo suficientemente autobiográfica como para que la autora eligiera (para evitar conflictos familiares) publicar velada por el pseudónimo de Lou Delvig. Laure, la protagonista tiene 19 años, sufre de una anorexia grave. Mide un metro setenta y pesa 36 kilos. Sí, se está muriendo. En un punto lo reconoce y siente miedo. No quiere realmente cambiar de fondo su relación con su manera de alimentarse, solo dar los pasos indispensables para alejar a la muerte. Para posponerla. 

No desea morirse. Solo quiere controlar férreamente su cuerpo. Desterrar el hambre hasta no ser capaz de reconocerla. En una entrevista para Radio France por la redición de “Días sin hambre”, la autora nos dice: “la anorexia es una forma de anestesia que te protege, que te mantiene flotando, te desprende del suelo… tu cuerpo no puede calentarse, pasas el día envuelta en mil capas de telas… eso me hizo recapitular, es un estado que te lleva a la muerte. Sientes el frío hasta en las raíces de los cabellos, el frío gana todo el territorio… lo que importa es querer permanecer en el hospital, encontrar al buen médico, la aproximación adecuada”.

Para cuando su primeranovela” iba a ser publicada en libro de bolsillo su editora la convenció de que la firmara con su nombre. Así lo hizo. “Nada se opone a la noche” publicada en 2011 es también una novela autobiográfica. Con una valentía inscrita en el anhelo de sanar, De Vigan narra el momento en que encuentra a su madre en su cama. Un suicidio. Y se lanza en una larga investigación de la vida y las emociones de esa madre con quien la relación nunca fue fácil y cuya muerte elegida la sumerge en un abandono lleno de culpas y preguntas. Montañas de preguntas.

En “Días sin hambre”, suena el teléfono. Es el doctor Brunel. Laure percibe en su voz, en su manera cuidadosa de acercarse a ella un algo que le da confianza. Y esperanza. Acepta verlo. Acepta que necesita verlo. Escribe: “Sucedió progresivamente. Para llegar allí. Sin que ella se diera realmente cuenta. Sin que pudiera oponerse. Recuerda la mirada de las personas, el miedo en sus ojos…Recuerda ese sentimiento de poder que empujaba cada vez más lejos los límites del ayuno y del sufrimiento. Las rodillas que se golpean entre sí, días enteros sin sentarse… Más tarde las caídas en la calle, en el metro, el insomnio que acompaña el hambre que ya no se sabe reconocer. Después el frío entró en ella. Ese frío que le decía que había llegado al final y que era necesario elegir entre vivir y morir”.

Laure-Delphine elige vivir. Elige ser hospitalizada. Su transferencia amorosa con el Dr. Brunel le permite aferrarse a un tratamiento complejo que le regresa su deseo de recuperar su cuerpo, de reconocerse en él. Su deseo de ser deseada. Reconstruir poco a poco su vínculo con la vida. Reaprender a comer. “Días sin hambre” es en realidad la narración de la lucha a muerte contra el hambre. Hasta que la batalla se detiene. La urgencia de control deja de tomar sus días. Dejarse ir, Dejarse sanar. Revivir. Una escritura cruda. Sí. Cruda y esperanzada.

María Teresa Priego

@Marteresapriego