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La incierta alcaldía

Los integrantes del grupo de mayor confianza del gobernador no crecen. | Adriana Ochoa

Créditos: Adriana Ochoa
Escrito en OPINIÓN el

Madre generosa para contadas aspiraciones, madrastra infame para la mayoría de las trayectorias políticas que han pasado por ella en las dos últimas décadas, la alcaldía de San Lui Potosí está de nuevo en el centro de todas las guerras al interior de las distintas fuerzas políticas que apuestan a la reconfiguración electoral de la entidad.

San Luis Potosí es una entidad con el grueso de la visión política centrada e su capital. Hay desde luego pesos regionales en los municipios que son cabeza de zona, pero eso son, comunidades de influencia regional.

Desde hace dos décadas, los alcaldes potosinos que tuvieron a la vista la posibilidad de buscar la gubernatura al término de sus periodos, se adentraron muy ilusionados en los callejones de sus partidos y sus aliados, sitios infames y con oscuros rincones donde asestar puñaladas. De los alcaldes capitalinos que no tenían ante sí la silla de enfrente, el mejor librado fue Octavio Pedroza, que se fue de legislador federal.

La reelección fue un descenso de la ilusión a la pesadilla para los alcaldes Ricardo Gallardo Juárez, padre del actual gobernador, y Xavier Nava Palacios, el nieto de Salvador Nava Martínez. Los dos lo intentaron. A Gallardo Juárez lo destripó el electorado; a Nava, que pretendió ser candidato a gobernador, lo negoció el partido que tres años antes lo postuló para vencer a Gallardo, el PAN; buscó refugio en Morena, para irse a tercera posición.

La alianza PRI-PAN-PRD y el estatal Conciencia Popular  postuló para la alcaldía capitalina al excomisionado general de la Policía Federal Enrique Galindo Ceballos, propuesta del PRI. El PAN suponía que ganaría la gubernatura con el ex senador Octavio Pedroza y cedió la alcaldía. Octavio perdió y el priista, que prescindió en su campaña de los “estrategas” y sirenas de charco panistas, ganó.

La relación del alcalde capitalino aliancista con el gobernador, Ricardo Gallardo Cardona, no ha sido fácil. Gallardo, dueño indiscutible de la franquicia Verde en San Luis Potosí, impuso un estilo político de dominio, no de gobierno, que no reconoce pluralidad, disenso, poderes distintos, autonomías, transparencia, derecho a la información, mucho menos presupuestos etiquetados. En nombre de supuesta priorización “del pueblo”, pasa sobre la ley, sobre los fondos ajenos y lo coloniza todo de inmediato.

Con su mayoría en el Congreso, sometida la representación local de Morena por su alianza con el mando central de ese partido y con el presidente López Obrador, Gallardo ha hecho cuanto ha querido. El sometimiento de los pocos alcaldes que habían ganado el PRI, el PAN y hasta Morena, operó con éxito en unos meses.

El primer año, Gallardo no dejó ir cuanta ocasión vio como oportunidad para golpear al alcalde capitalino, por las causas más diversas, de la seguridad a la operación del sistema de agua potable. Difícil no subirse al mismo tono de las provocaciones, las habladas mediante la prensa y el trato sobradito en más de un tema. Tiene un alto costo demostrar que para gobernar al gobierno, lo primero es gobernarse a sí mismo; caro, sí, pero reditúa alto.

Del estilo vertical de Gallardo, de mando único e infalible, asoma otra consecuencia: no tiene perfiles competitivos suficientes para las principales alcaldías, las diputaciones federales y estatales y el Senado.

Los integrantes del grupo original y de mayor confianza del gobernador no crecen. Llegaron a donde están por el arrastre en campaña del personaje; se lo deben todo. No son nada si la gracia del gobernador no los acompaña. Algunos han empezado a dar señales de recelos y golpes mal disimulados entre sí, predecible en un ecosistema personalista que toma decisiones a partir de chismes, torneos de alabanzas entre sus seguidores y total dependencia política de la figura de Gallardo.

El gobernador, sin venir a cuento, expresó a la prensa su deseo de ser evaluado en el mismo proceso electoral de 2024 para efectos de revocación de mandato. Al inicio de su administración rechazó esa posibilidad. El cambio de idea alguna relación debe tener con la necesidad de hacer campaña legalmente justificada… en paralelo con sus candidatos, porque mucho lo van a necesitar.

El gobernador ha desgranado a la prensa algunos nombres que se supone tiene en mente para que su partido, el Verde, gane la capital del estado. El dos veces alcalde de Soledad y tres veces gris Gilberto Villafuerte; la expanista y hoy legisladora Verde Sonia Mendoza y el secretario de Desarrollo Económico, Juan Carlos Valladares Eichelmann. Se supone también que carta suya es el titular de Sedesore, Ignacio Segura Morquecho bajo el supuesto de algún aprecio público que genere el reparto en persona de todo tipo de dádivas y programas clientelares.

Hernández Villafuerte es un leal gallardista sin luz propia, una gracia que funciona en la conurbada Soledad, pero no en San Luis. El capital político de Sonia estuvo en el PAN. A Segura Morquecho no lo conocen fuera de las clientelas gallardistas de globo-salchicha verde, porras para Gallardo (no para Segura) y cartulina de agradecimiento eterno por la dádiva recibida. Y de Valladares, se duda que le interese siquiera ser candidato a alcalde, algo que el PRI le ofreció a su padre, el empresario Juan Carlos Valladares García, para que acompañara a Juan Manuel Carreras como candidato a la gubernatura y su respuesta fue una negativa para fundir en bronce.

En el partido del presidente López Obrador, Morena, también tienen aspirantes. Sin esperar línea de las jefaturas centrales, que se prevé sea la de apegarse dócilmente a la alianza con el gobernador potosino, el exsecretario de Comunicaciones y Transportes de Gallardo, Leonel Serrato Sánchez, y el delegado del Bienestar, Gabino Morales, levantan mano para la alcaldía capitalina. Y para el Senado también, Gabino.

Los dos presumen encabezar a un Morena que ya creció lo suficiente para no necesitar del aliado que todo quiere invadir. Los dos incomodan. Los dos desafían. Un grupo de taxistas, o eso dijeron ser, se presentó al Congreso del Estado para promover juicio político contra el exsecretario Serrato; si procede, lo inhabilitan y hasta ahí llegó.

Gabino Morales echa unas encuestas muy indulgentes sobre la mesa, con la divisa tinto ya en dominio del espectro político en el Estado. Que Morena baila sola y ellos van adelante y no se quitan.

Del lado de la alianza que llevó a Galindo a la alcaldía, y repetirá formación el 2024 con Xóchitl Gálvez en la presidencial, una guerra de tronos de cartón al interior del PRI y el PAN. Los dirigentes nacionales panista y tricolor han expresado que la decisión del alcalde capitalino tiene mano, si decide buscar la reelección, pero apenas cambian de micrófono, alientan aspiraciones de otros.

En el PAN, el diputado federal Xavier Azuara Zúñiga levanta la mano de su hermano David, figura éste de una campaña relámpago de espectaculares, redes sociales y medios. El diputado local Rubén Guajardo Barrera también dice que quiere ser alcalde. Sin dique de contención alguna en sus dirigencias, la nómina de aspirantes panistas va en creciente y todos se presumen con un arrastre de suficiente calado como para desafiar a las urnas. Ninguno de estos panistas escapa a la medida de Gallardo: los conoce, han tenido que ir a pedirle favores y acuerdos más de una ocasión, sabe qué botón pisarles y, como perro viejo, a todos les ha captado el olor del miedo.

En el PRI, el diferendo del alcalde capitalino con la presidenta estatal tricolor, Sara Rocha, escaló a diferendo con el mando nacional que la puso y la quiere ahí: Alejandro “Alito” Moreno. Aspirantes con verdadera presencia para competir, el PRI no tiene ahora fuera del propio alcalde capitalino y su desempeño como tal. Mucho menos tiene con qué respaldarlos. Nadie olvida que los votos para Galindo fueron, en su mayoría, préstamo panista.

Sólo la fría y objetiva conveniencia, sensatez política por encima de tripas, chantajes y planes individuales podrían dar espacio a la posibilidad de tejer acuerdos al interior del PAN y en el PRI. Si se imponen los caprichos en cada uno, que muy probablemente ninguno logrará la mayoría por la alcaldía capitalina. Y si no se gana la alcaldía capitalina con contundencia, otros cargos en juego no escaparán del efecto.

Por ahora, los panistas están dedicados a perjudicarse los unos a los otros, como en tierra de nadie. La deriva maximalista al interior del PAN y del PRI es la oportunidad del gobernador Gallardo para buscar con más certeza que su franquicia alcance la alcaldía capitalina y todo lo que haya por ganar en el municipio de San Luis Potosí.

Conciencia Popular, el cuarto y minimizado partido de la alanza que postuló a Galindo, observa pacientemente.

 

Adriana Ochoa

@ArterialPresion