#NOVEDADESEDITORIALES

Geohispanidad • Pedro Baños

La potencia hispana en el nuevo orden geopolítico.

Escrito en OPINIÓN el

Una defensa sin precedentes del poder hispano en el tablero geopolítico mundial.

Pedro Baños invita a toda la comunidad hispana a unir fuerzas para afrontar en posición ventajosa el cambio de paradigma geopolítico y los desafíos de la reconfiguración de poderes en el contexto mundial. Se trata de una visión de largo alcance que levanta las barreras nacionales y proyecta un espacio atlántico igualitario y panhispánico. La idea es construir un ámbito colectivo que permita tener una voz propia, poderosa e influyente en el mundo. De ello depende la futura prosperidad de nuestros países.

A través de la historia y la identidad cultural compartida por todos los pueblos hispanos, Baños arranca desde los Aztecas hasta la independencia de la España ultramarina y los intereses británicos y estadounidenses posteriores, pasando por la leyenda negra, para concluir con el análisis de los propósitos actuales de potencias como China. En la historia y en las raíces del inmenso valor cultural de nuestra diversidad se encuentran los sólidos argumentos de esta propuesta. Una diversidad que es la misma esencia de la Hispanidad. Desde ella es posible crear un proyecto común, marcar objetivos y trabajar por la consecución de una verdadera hermandad de los países hispanos, compatibilizando los intereses particulares de cada nación.

Baños aboga por reforzar estos lazos identitarios que nos unen y deshacer las controversias que nos separan, y nos muestra las iniciativas existentes que trabajan en este sentido desde diferentes ámbitos, como la cultura o la economía, al tiempo que apunta otras que se deberían implementar. El objetivo es llegar a ser una poderosa maquinaria de bienestar para el futuro de todos los países de habla hispana, incluyendo en el proyecto a los lusófonos, unos aliados con quien también nos hermanan intereses comunes.

La Hispanidad se enfrenta ahora al reto de buscar un lugar preeminente en el escenario geopolítico mundial, conquistar su propio espacio a través de alianzas trasatlánticas que permitan afrontar retos más ambiciosos. No podemos seguir a merced de las potencias dominantes, actuales y futuras. Los pueblos hispanos poseemos suficiente entidad en todos los ámbitos, como para constituirnos en la potencia mundial que merecemos ser.

Fragmento del libro de Pedro Baños Geohispanidad”, publicado por Ariel, ©2024. Cortesía otorgada bajo el permiso de Grupo Planeta México.

Pedro Baños | Es Coronel del Ejército de Tierra y Diplomado de Estado Mayor en España, actualmente en situación de reserva. Es uno de los mayores especialistas en Geopolítica, Estrategia, Defensa, Seguridad, Terrorismo, Inteligencia y Relaciones Internacionales.

Geohispanidad | Pedro Baños

#AdelantosEditoriales

I

COMPRENDER EL PASADO PARA PREPARAR EL FUTURO

1 América antes de la conquista

El que ama la verdad no teme la antipatía que los pueblos y los hombres sienten por la exhibición desnuda de su pasado, ni se rebaja a exaltar artificialmente sus grandezas ni a tender un velo sobre sus miserias. Francisco Antonio Encina

Antes de 1492 el continente americano se caracterizaba por la variedad de pueblos, con sus lenguas y sus dialectos, sus costumbres y culturas, sus dioses y sus enfrentamientos. Hay que imaginarse América, desde el norte hasta el sur, conformada por un mundo diverso y habitualmente enfrentado entre sí. Comenzando por el extremo norte del continente, en lo que hoy son Canadá y Estados Unidos, conocemos a los sioux, los iroqueses, los apaches, los cheyenes y los cheroquis, o los esquimales en el Polo Norte, entre otras muchas tribus. Se calcula que hablaban más de trescientas lenguas diferentes. Si vamos descendiendo hacia el sur y el Caribe, nos encontramos con aztecas,* tlaxcaltecas, toltecas, chichimecas, mayas, caribes, arahuacos, taínos, chorotegas, chibchas, tupí-gua-raníes, caras, quechuas, mapuches...** Muchos de estos pueblos permanecen hoy en día en los Estados que surgieron tras los procesos de independencia.

En Sudamérica encontramos tribus y grupos que se autodenominan hoy en día «pueblos originarios», con variedad de culturas y lenguas, y que antes de la llegada de Colón se caracterizaban por la desunión y la dominación de unos sobre otros.

Lo cierto es que la conquista únicamente pudo llevarse a cabo en colaboración con los mismos pueblos originarios, que deseaban enfrentarse a su opresor, como veremos más adelante. El historiador peruano Luis Alberto Sánchez, en su Historia general de América, recuerda que:

Los estados indígenas se hallaban en plena disolución o pugna política interior. En México, los tlascaltecas, enemigos de los aztecas, sirvieron de ejército auxiliar a los españoles.*** Las rivalidades entre el Zipa y el Zaque, del país de los chibchas;**** la guerra civil entre Huáscar y Atahualpa, en el Imperio Incaico;***** la enemiga entre siboneyes y caribes,****** la odiosidad entre chiriguanas, guaraníes e incas; la latente rivalidad entre collas y quechuas, fueron elementos que favorecieron considerablemente el triunfo de los españoles.1

Y, así, sucesivamente con todos los pueblos esparcidos por el territorio americano, como fue también la animadversión entre los panches y los caribes.

LOS AZTECAS

El filósofo, político y escritor mexicano José Vasconcelos decía que «antes de la llegada de los españoles, México no existía como nación; una multitud de tribus separadas por ríos y montañas y por el más profundo abismo de sus trescientos dialectos, habitaba las regiones que hoy forman parte del territorio patrio. Los aztecas dominaban apenas una zona de la meseta, en constante rivalidad con los tlaxcaltecas, y al Occidente los tarascos ejercitaban soberanía independiente, lo mismo que por el sur los zapotecas [...] la más feroz enemistad alimentaba la guerra perpetua, que solo la conquista española hizo terminar».

La fundación de Tenochtitlán, capital del Imperio azteca, data de 1325. Desde allí, Moctezuma (h. 1466-1520), el huey tlatoani (‘gran soberano’, emperador) que gobernaba cuando llegó Hernán Cortés, ejercía la supremacía militar y el terror sobre los pueblos vasallos. La sociedad azteca estaba marcada por la guerra y por la religión, y por causa de ambas eran frecuentes los sacrificios humanos. El Templo Mayor de Tenochtitlán se había levantado sobre una pirámide construida para honrar a los dioses de la lluvia (Tlaloc) y de la guerra y la venganza (Huitzilopochtli). Sobre una roca emplazada en la cúspide se colocaba a la víctima, cuya vida se ofrendaba para calmar la ira de los dioses, ya que «el sacrificio humano es esencial en la religión azteca». Prueba de ello son los restos arqueológicos que se han encontrado con herramientas usadas en las inmolaciones. Los sacrificios humanos se llevaban a cabo a lo largo de todo el calendario azteca, calculándose en más de 20.000 al año. Parece ser que uno de los motivos por el que los aztecas buscaban expandirse era el de reunir seres humanos que ofrecer a sus dioses. No solamente en el Templo Mayor se hacían sacrificios, pues en todos los templos menores se ofrendaban a los dioses aztecas los prisioneros de guerra, «que ascendían por los escalones de las pirámides hasta los templos, eran cogidos por cuatro sacerdotes, extendidos boca arriba sobre el altar de piedra y abiertos de un lado a otro del pecho con un cuchillo de obsidiana esgrimido por un quinto sacerdote. Después, el corazón de la víctima era arrancado y quemado como ofrenda», sirviendo posteriormente el cadáver como comida ritual, tal y como reconoció el nieto del emperador Moctezuma, al querer excusar a su abuelo, afirmando que solo comía carne humana cuando se hacía un sacrificio.

Con este panorama, es lógico pensar que todos los pueblos y ciudades que vivían bajo el dominio azteca tenían sobrados motivos para querer acabar con ellos y conquistar Tenochtitlán. Y es que muchos de ellos tendrían hijas, hijos, hermanas o hermanos que habrían sido sacrificados por los aztecas en sus ofrendas a los dioses. Cortés también obtuvo el apoyo de ciudades que se consideraban aliadas de Tenochtitlán, pero que deseaban liberar a los prisioneros que había en la capital y liberarse de los aztecas. Es cierto que se produjo la matanza de indígenas de Cholula por parte de los españoles, ante la escasez de víveres y por la traición de los indígenas a los españoles por indicación de Moctezuma. Igual de cierto es que Moctezuma trató de pacificar a su pueblo e indicarle que obedecieran a los españoles por dos veces, y que, en la segunda, en circunstancias poco claras, parece ser que sus propios súbditos le propinaron una pedrada que acabó con su vida. La viruela también hizo estragos entre los indios, acabando, por ejemplo, con Cuitláhuac (1476-1520), hermano y sucesor del ya fallecido Moctezuma. Y fue al segundo intento de conquista cuando Cortés triunfó con unos quinientos soldados a pie, alrededor de cuarenta a caballo y miles de indios procedentes de la triple alianza antimexica, formada por Tlaxcala, Cholula y Huejotzingo. Con la prisión de Cuauhtémoc, último tlatoani (‘jefe militar’) de los mexicas, concluye la conquista de México-Tenochtitlán y se inicia la organización de México.

LOS INCAS

Con epicentro en lo que hoy es Perú, se desarrolló otra potencia indígena cuya memoria ha llegado hasta nuestros días envuelta en el misterio y cuyo recuerdo pervive en el imaginario colectivo como víctima de los españoles: el Imperio incaico, también conocido como el Tahuantinsuyo.******* Medio siglo antes de que Colón llegara a América, los chancas cercaron la ciudad de Cuzco, capital de los incas, pero estos lograron derrotar a los atacantes bajo la dirección de Pachacútec Inca Yupanqui (h. 1400-h. 1471), cabeza del imperio. Fue bajo su reinado cuando el Tahuantinsuyo se extendió desde la actual ciudad de Quito hasta la zona donde más tarde los españoles fundaron Santiago de Chile. También dirigió sus fuerzas contra los aymaras, pueblo ubicado entre el sur de Perú y el norte de la actual Bolivia, logrando conquistarlos; más tarde, amplió sus dominios hacia Arequipa y la costa del Pacífico. El ejército incaico decidió iniciar una campaña de expansión hacia la Sierra Central, enfrentándose a huancas y chachapoyas, los cuales, aunque ofrecieron resistencia, terminaron por incorporarse al Imperio inca en 1460.

La conquista se hacía sobre otros pueblos, a los que masacraban para someterlos a su dominio y castigaban si habían opuesto resistencia. Así, «cuando los incas derrotaban a un pueblo que no había querido someterse pacíficamente, cometían todo tipo de abusos: muchos de los guerreros vencidos eran masacrados y sus casas eran pasto de las llamas. Las mujeres no corrían mejor suerte, ya que eran sistemáticamente violadas y a las más jóvenes las llevaban a Cuzco para formar parte de la servidumbre de la nobleza inca».

A Pachacútec lo sucedió su hijo, Tupac Inca Yupanqui (h. 1441-h. 1493), y a este a su vez Huayna Cápac (h. 1467-h. 1527),******* quienes ampliaron de nuevo sus fronteras hasta extender el Tahuantinsuyo hacia lo que hoy conocemos como Perú, Bolivia y Ecuador, llegando incluso a zonas del norte y centro de Chile y Argentina. Su expansión se frenó por la resistencia de los mapuches, ubicados al sur del río Biobío,******** quienes tampoco fueron doblegados por los españoles.

El Imperio incaico, además, tal y como explicaba el Inca Garcilaso de la Vega,********* tenía muchas de las características de lo que hoy denominaríamos un sistema totalitario, en el que la clase dirigente controlaba absolutamente todas las actividades de la vida cotidiana. Existía una policía que vigilaba que todo el mundo  estuviera ocupado y castigaba al que criticaba a las autoridades. Las personas no podían salir del poblado sin un permiso especial, pero podían ser trasladadas forzosamente a otras zonas del imperio. Solo recibía educación la nobleza incaica y se realizaban sacrificios humanos de niños que procedían de pueblos conquistados. Los sacrificios humanos se llevaban a cabo con ocasión del nacimiento del heredero al trono, por una guerra, por una catástrofe natural (como la erupción de un volcán) o por enfermedad o muerte del inca; por ejemplo, cuando murió Pachacútec, se enterró vivos a numerosos niños como ofrenda al dios Sol.

Cuando murió Huayna Cápac, en 1528, su hijo Huáscar fue coronado emperador en Cuzco. Sin embargo, Atahualpa, otro hijo de Cápac********** y gobernador de Quito, se negó a reconocer a su hermanastro como monarca, dando así inicio a una guerra civil de la que se aprovechó Pizarro, en colaboración con los pueblos sometidos por los incas. En 1532 el ejército de Atahualpa venció al de su hermanastro, prácticamente en el mismo momento en que Pizarro se disponía a desembarcar en Perú. Atahualpa ejerció de inca por poco tiempo, ya que fue apresado por Pizarro y sus hombres ese mismo año durante la célebre batalla de Cajamarca. Antes de la misma, el conquistador había pedido entrevistarse con Atahualpa, quien, conocedor de la presencia de hombres blancos que parecían dioses según sus informadores, acudió al encuentro, mientras miles de sus soldados aguardaban en los alrededores. Tras el desencuentro entre los españoles y el inca, se originó un enfrentamiento que se saldó con la inexplicable huida de los soldados de Atahualpa y el apresamiento de este, quien acabaría siendo ejecutado en julio de 1533.

En este caso, al igual que ocurrió con la conquista de México-Tenochtitlán por Hernán Cortés, la conquista de Cuzco y el apresamiento de Atahualpa fueron posibles gracias a los más de 30.000 aliados huancas, huaylas, yauyos, chankas, cañaris, yungas y chachapoyas, entre otros, que se aliaron con Francisco Pizarro y sus 180 españoles con el propósito de liberarse de los incas.

EL PUEBLO MAPUCHE

El mapuche, como raza, se disolvió en el mestizaje sin aceptar el cristianismo. F.. A.. Encina y L.. Castedo

Francisco Pizarro y sus hermanos extendieron su conquista por los Andes, bordeando el océano Pacífico, hasta lo que hoy conocemos como Chile. Pedro de Valdivia se dirigió hacia el sur, donde fundó la ciudad de Santiago de la Nueva Extremadura en 1541. Sin embargo, la expansión española se detuvo unos 500 kilómetros más al sur, en el sur del río Biobío, fronterizo con los dominios del pueblo mapuche, dedicado a la caza y a la agricultura, habituado a la guerra y que había sido capaz de ofrecer resistencia a los propios incas. El encuentro violento entre mapuches y españoles dio lugar a las llamadas guerras del Arauco, un conflicto intermitente que, en su primera fase, duró cien años, hasta la firma del primer tratado de paz, el conocido como Pacto o Parlamento de Quilín, en 1641.***********

La feroz resistencia planteada por los araucanos obedecía a su propia estructura política, carente de un jefe único y que se organizaba sobre la base de diferentes grupos, cada uno con su clase dirigente e intereses propios. Tampoco contaban con una capital como Cuzco o Tenochtitlán, por lo que no podía conquistarse una capital o entablar conversaciones con un líder único que representase al pueblo mapuche. Por eso, tras un siglo de enfrentamientos intermitentes entre el pueblo mapuche y los españoles, la Corona española, encabezada por Felipe III, ordenó, en 1610, que se alcanzase un acuerdo de paz duradera, materializado finalmente en el ya mencionado Pacto de Quilín. El 6 de enero de 1641, representantes de la Corona y de los mapuches se reunieron a orillas del río Quillén y, en presencia del gobernador, sus acompañantes y más de mil soldados españoles y novecientos indios amigos,*********** por parte de España, y de los líderes políticos, religiosos y militares del pueblo mapuche, así como unos 3.000 guerreros,************* acordaron los siguientes puntos: los araucanos se reconocían súbditos del rey de España, pero los españoles no tendrían control sobre ellos ni sus tierras; serían aliados de los españoles ante cualquier enemigo y estarían obligados a responder con armas y caballos a cualquier acción que les requiriera la Corona; devolverían a los cautivos españoles; los españoles destruirían sus fuertes en territorio mapuche, salvo el de Arauco; dejarían entrar en sus tierras a los misioneros en son de paz; compartirían con España los enemigos y no se aliarían con otros extranjeros que llegaran a la costa. En definitiva, mantenían su libertad, convirtiéndose en súbditos de iure de la Corona, pero independientes de facto de los españoles.

El río Bío-Bío se estableció como frontera entre las tierras controladas por los españoles, al norte, y por los araucanos, al sur. Este tratado, ratificado por el rey Felipe IV el 29 de abril de 1643, fue el primero alcanzado entre la Monarquía española y un pueblo indígena americano, reconociendo la existencia de la Araucanía como territorio independiente pero vasallo del Imperio español. Más tarde, como resultado de las independencias, Chile y Argentina conquistarían y se repartirían la tierra de los mapuches, creando un conflicto que, como veremos más adelante, sigue sin resolverse.

2

La forja de un nuevo mundo

No veo pueblos más felices que los gobernados por el imperio español. [...] los sitios están protegidos por las leyes españolas que son en general sabias y humanas. Alexander von Humboldt

La llegada de Cristóbal Colón y los más de ochenta tripulantes, casi todos castellanos, de la Pinta, la Niña y la Santa María a la isla de Guanahaní, el 12 de octubre de 1492, cambió para siempre la historia de la Humanidad. Sus protagonistas creían haber completado una gran hazaña, como era llegar a las costas de algún país asiático navegando hacia el occidente. En realidad, como se demostró unos años más tarde al comprobar que habían arribado a una tierra hasta entonces desconocida, acababan de derrumbar la cosmovisión del mundo antiguo de un plumazo. El conocimiento del globo acumulado durante siglos por los sabios de Europa, Asia y África se vio obligado a cambiar su visión para incluir nuevas tierras, desconocidas para ellos, y llenas de nuevas posibilidades y desafíos: América. Para los pobladores de aquellos territorios, el arribo de los europeos supuso el primer contacto con otras civilizaciones de allende sus orillas por primera vez en 35.000 años, desde que sus antepasados empezaran a poblar aquel vasto territorio desde Asia. Cinco siglos antes que Colón, tan solo los vikingos habían visitado fugazmente el norte de América. Pero, mientras la visita de estos nada había variado, la llegada a una pequeña isla del Caribe de aquel puñado de castellanos lo cambió todo. Moría un viejo mundo para dar paso a otro nuevo.

El descubrimiento de América para el resto del planeta fue el punto de partida de un largo proceso de exploración, conquista y colonización de un vastísimo continente, que además sentó las bases de la primera globalización a escala planetaria de la Historia. A partir de 1492, se produjo la movilización, desplazamiento e intercambio de poblaciones, culturas, creencias, alimentos y bienes preciosos, pero también de enfermedades, a una escala jamás antes conocida por la Humanidad. El intercambio colombino supuso la llegada a América de miles de europeos, de la palabra de Cristo y de la herencia de Grecia y Roma, de la imprenta y de los saberes de las universidades medievales. Debido a enfermedades llevadas desde el Viejo Mundo, también supuso la debacle demográfica del mundo indígena, que supo no obstante adaptarse a la conquista de un modo a veces sorprendente y renacer con gran fuerza gracias a un mestizaje que permitió superar el derrumbe de viejas civilizaciones con el nacimiento de la muy mestiza civilización hispánica.

El intercambio colombino supuso, además, la circulación de alimentos, como la carne de cerdo y de vacuno, la patata, el maíz o el tomate, que cambiaron para siempre la alimentación de la Humanidad. También la economía mundial se vio afectada, debido a la exportación de plata americana, tan cotizada en los mercados asiáticos, empezando por la mayor potencia económica de la Edad Moderna: China. Además, millones de africanos fueron arrancados de sus hogares para ser llevados a la fuerza como esclavos a América, a la que aportaron no solo su sangre y su trabajo, sino también formas de cultura y de alimentación. Las grandes rutas de navegación que permiten conectar Europa, América, Asia y África se trazaron de la mano de los marinos españoles, pero también portugueses, pocas décadas después de la llegada de Colón a América, uniendo para siempre por mar la mayor parte del planeta. En definitiva, el descubrimiento de América conectó de un modo u otro todos los continentes, salvo Oceanía, mediante el intercambio de personas, bienes e ideas.

Es mucha la bibliografía que existe acerca del descubrimiento, la conquista y la colonización de América, siendo un ámbito del conocimiento humano prácticamente inabarcable debido a su magnitud. En este capítulo se ofrece una visión sintética y esquematizada del mismo. En primer lugar, se habla de los proyectos de exploración vinculados al descubrimiento de América, desde sus prolegómenos portugueses al asentamiento castellano en las Antillas. En segundo, se aborda el proceso de conquista, centrado fundamentalmente en los casos mexicano y peruano, ofreciendo algunas reflexiones acerca de sus características. A continuación, se trata del proceso de consolidación, es decir, de la articulación de la presencia española mediante la creación de instituciones, la promulgación de leyes y el asentamiento de los conquistadores. En cuarto y último lugar se ofrece una visión general de la evangelización, incluyendo los debates teológicos y jurídicos que dieron lugar al nacimiento de los derechos humanos y a la creación de universidades.

EXPLORACIÓN

Desde su atalaya atlántica, los portugueses se hallaban en condiciones particularmente adecuadas para lanzarse a los viajes de exploración más allá de las aguas conocidas. A inicios del siglo xv ya se conocían en Europa el timón, la brújula y el portulano, fundamentales para la navegación en alta mar, en la que la carabela, navío desarrollado por los portugueses, resultaba especialmente útil. Además, circulaban leyendas acerca de tierras ubicadas hacia el oeste, como la Atlántida o la isla de San Barandán, alimentadas por el avistamiento de tierra en la zona de Madeira y Azores. Otras historias incitaban a explorar Asia, donde supuestamente existía el reino del Preste Juan, un misterioso soberano cristiano de un reino rodeado por tierras islámicas, cuyo contacto les permitiría no solo llevar a cabo el nunca extinguido espíritu de cruzada contra el infiel mahometano, sino además participar del lucrativo comercio de las especias. La imparable expansión otomana por Anatolia y los Balcanes desde el siglo XIV dificultaba enormemente el acceso a la ruta de la seda, siendo necesario hallar una vía alternativa.

África también atraía a los portugueses, que conocían superficialmente su costa gracias a tratados de navegación árabes que cubrían, por lo menos, hasta el cabo Bojador. Estaban interesados en explotar los bancos de pesca de las islas Canarias, que se disputaban con los castellanos desde mediados del siglo xiv. Además de la pesca, buscaban el modo de acceder directamente a las fuentes de oro y esclavos que surtían los principales mercados del Magreb y, de paso, extender el cristianismo.

Si creemos al insigne historiador griego Heródoto, nadie había circunnavegado África después de que, supuestamente, lo hicieran los fenicios, allá por el siglo v a. C. Tras dos mil años, el posible conocimiento acumulado se había perdido. Navegar a cabotaje la costa occidental africana consumió los esfuerzos de los portugueses durante el siglo xv, desde la conquista de Ceuta a los benimerines en 1415, hasta avistar el cabo de Buena Esperanza en 1488. En el proceso, colonizaron Madeira y las Azores y establecieron factorías en el África negra, desde las que comerciaron con oro y esclavos. Lograron, además, dar con la volta do mar: las corrientes de aires alisios y contralisios que les permitían el regreso a casa, alimentando el deseo de seguir la exploración hasta dar con el paso hacia Asia, la tierra de las especias, codiciadas por ser las protagonistas de uno de los comercios más lucrativos de la época. Lo lograron de la mano de Vasco da Gama, quien dobló el cabo de Buena Esperanza en 1497, llegando a Calicut, en la India, en 1499, iniciando así la presencia colonial portuguesa en Asia, que no concluiría hasta la retrocesión de Macao a China en 1999.

Aparece Cristóbal Colón

Hecho como navegante en ese Portugal volcado en la navegación africana y en el interés por llegar a Asia, e imbuido de leyendas sobre tierras situadas más allá del horizonte, el genovés Cristóbal Colón apareció en la década de 1470 con un proyecto que ponía en solfa la ruta en la que insistían los lusitanos. Defendía que para llegar a Asia había que navegar hacia el oeste, en lo que coincidía con el mapa enviado en 1474 al rey de Portugal por el cosmógrafo florentino Paolo dal Pozzo Toscanelli. Colón, además, se apoyaba en los cálculos de Posidonio de Apamea (siglo ii a. C.), quien estimaba la circunferencia de la Tierra en unos 28.000 km, frente a los 38.400 que más certeramente había estimado Eratóstenes de Alejandría un siglo antes (apenas se equivocó en 1.600 kilómetros).

Sin lograr atraer la atención de la Corte de Lisboa, Colón pensó entonces en acudir al principal rival de los portugueses: Castilla. Ambas Coronas competían por su expansión en el Atlántico, ansiando el control del archipiélago canario desde mediados del siglo XIV. Tras largas disputas, en 1479 las dos Coronas firmaron el Tratado de Alcáçovas, el cual, entre otras cuestiones, disponía que el archipiélago canario iba a quedar para los castellanos, y Madeira y las Azores para los portugueses. A pesar de este acuerdo, la rivalidad permaneció muy viva, especialmente por los muchos intereses atlánticos generados en la desembocadura de los ríos Tinto y Odiel, en la fachada atlántica meridional de la Corona de Castilla, cuyos marinos alternaban el enfrentamiento, la piratería y el comercio con los portugueses, lo que les permitió conocer de primera mano sus avances en cartografía y navegación. Fue justo en esa zona, en el convento franciscano de La Rábida, en el municipio onubense de Palos de la Frontera, donde se instaló Cristóbal Colón en 1485.

Gracias a Hernando de Talavera, monje de La Rábida y confesor de la reina Isabel la Católica, Colón pudo entrar en contacto con la Corte en enero de 1486. A pesar de lo sugerente del proyecto colombino, la guerra de Granada consumía por aquel entonces la mayor parte de los recursos de los Reyes Católicos. Se trataba de concluir la reconquista cristiana contra los musulmanes en el viejo solar hispánico. Ante el escaso interés mostrado inicialmente por Isabel y Fernando, y sin dejar de tantear otras cortes europeas, Colón persistió en su intento de hallar patrocinadores y fondos para su empresa.

Tras muchas idas y venidas, la suerte tan buscada le llegó a Colón el 17 de abril de 1492, apenas tres meses después de la toma de Granada, cuando firmó con los Reyes Católicos las Capitulaciones de Santa Fe, por las que se establecían los términos de participación de ambas partes en el proyecto de descubrir y conquistar tierras asiáticas con las que iniciar el comercio de las especias. Quizá llevados por la euforia de la reciente conquista, los reyes le reconocían el título vitalicio de almirante de las tierras conquistadas a él y a sus descendientes, así como el de gobernante. Se le otorgaba, además, la capacidad de juzgar los pleitos mercantiles que se pudieran derivar de la empresa, el derecho al 10?% de todos los ingresos generados en los territorios que quedaran bajo su gobierno (debiendo entregar el resto a las arcas reales) y el derecho  a participar con una octava parte del capital en las empresas comerciales que se pudieran formar en los nuevos territorios. La Corona aportó una estimable cantidad de dinero, a través de uno de sus principales financieros, para costear la expedición y le proporcionó dos carabelas, la Pinta y la Niña, propiedad de los hermanos Pinzón, del pueblo de Palos, a las que Colón sumó la nao Santa María, fletada de su peculio.

Los viajes de Colón

Con el apoyo inicial de la Corona y teniendo por delante una empresa de exploración y comercio de magnitudes desconocidas, entre 1492 y 1504 Colón llevó a cabo cuatro viajes por lo que él, teóricamente, creía eran las costas de Catay (China) o Cipango (Japón), recorriendo, en realidad, las costas del Caribe, de América Central y del norte de América del Sur. En esta primera etapa se estableció la ruta de navegación entre Europa y América, llegaron los primeros colonos al Caribe y se asentaron las bases de la futura expansión española en el Nuevo Mundo.

La primera expedición, con 87 hombres a bordo, partió el 3 de agosto de 1492 de Palos con rumbo a las costas asiáticas. Tras no pocas complicaciones derivadas del error de cálculo de Colón respecto al diámetro de la circunferencia de la Tierra, que a punto estuvieron de dar al traste con el viaje debido a los varios motines ocurridos a bordo, la expedición desembarcó en la isla de Guanahaní (probablemente el actual San Salvador, en Bahamas) el 12 de octubre, tomando posesión de ella en nombre de los Reyes Católicos, convencido de que había llegado a algún lugar de Asia. Tras establecer el primer contacto con los pacíficos taínos, recorrer las costas de Cuba y La Española y dejar un pequeño contingente, entre marzo y abril de 1493 Colón regresó a España, trazando así la ruta marítima que conectaría Europa con el Nuevo Mundo hasta la actualidad. En abril de 1493 Colón fue recibido en Barcelona por los Reyes Católicos, a quienes mostró poco oro, algunas especias, un puñado de taínos que trajo consigo, y muchas promesas acerca de los potenciales recursos de aquellas tierras.

Como los recién llegados no lograban entenderse con los indígenas mediante el lenguaje hablado, se comunicaban por gestos y empezaron a dar nombre a lo que no conocían:

Los descubridores comenzaron por darle nombres suyos, antiguos, a lo nuevo. Así llamaron almadías, palabra árabe, a las embarcaciones que más tarde supieron que se denominaban canoas; y antes de conocer la palabra cacique llamaron reyes a los señores indígenas. Así mismo bautizaron como panizo al maíz y por este nombre —panizo— se le conoce aún en la Mancha y Aragón. Para no perderse en la nueva geografía los descubridores bautizaron con topónimos familiares a las tierras del Nuevo Mundo. Colón evoca en su Diario, las tierras de Castilla, las huertas de Valencia, la vega de Granada, la campiña de Córdoba, el río de Sevilla... Española llamará a una de las islas [...]. A una fruta que les pareció similar a la del pino [...], los descubridores la designaron piña. En América tal fruta contaba con muchos nombres: uno era el guaraní, naná, de donde surgió el portugués a naná, y luego, ananá. Del portugués pasó a muchas lenguas, pero en el Paraguay, país guaranítico por excelencia, tal fruta se sigue llamando piña. La fauna, los animales, les eran desconocidos, pero como les recordaban animales de Europa los llamaron leones, cocodrilos, ovejas... aunque eran realmente pumas, caimanes, llamas, etc.

La segunda expedición zarpó de Cádiz el 25 de septiembre de 1493, compuesta por 17 navíos y 1.200 hombres, entidad que indica la clara intención de establecerse permanentemente, arribando a la isla de Dominica el 3 de noviembre. En este segundo viaje, se descubrieron las Antillas Menores y se volvió a recorrer Cuba y Jamaica. Seguían sin hallarse las tan codiciadas especias, pero los ornamentos que llevaban algunos taínos apuntaban a la presencia de oro, para cuya explotación Colón propuso emplear a los nativos como mano de obra esclava, lo que fue rechazado por la Corona. Estableciendo La Española (la actual Santo Domingo) como base de operaciones de los castellanos, Colón arribó de vuelta a España en junio de 1496.

Con las esperanzas intactas en las posibilidades de aquellas tierras, Colón zarpó por tercera vez con ocho navíos y 226 hombres, el 30 de mayo de 1498, de Sanlúcar de Barrameda. Reconoció parte de la costa septentrional de América del Sur, a la que llamó Tierra Firme, en lo que hoy es Venezuela. De regreso en La Española, tuvo que hacerse cargo de la rebelión de una parte de los colonos castellanos de Santo Domingo, resentidos por los abusos de la administración y la falta de oro y especias, así como por la prohibición de tomar esclavos entre los indígenas, quienes, diezmados por las enfermedades traídas involuntariamente desde Europa, empezaban a plantear cierta resistencia a la presencia de los castellanos. Ante estos problemas, la Corona decidió enviar al funcionario Francisco de Bobadilla para hacerse cargo del gobierno del territorio y aprehender a Colón, que llegó preso a España a finales de 1500.

Incapaz de brindar lo que había prometido, Colón se vio privado de buena parte de los derechos adquiridos en las Capitulaciones de Santa Fe, viéndose reemplazado por un funcionario real y prohibiéndosele pisar La Española. A pesar del descrédito de Colón, la llegada de los portugueses a la India en 1499, conocida en Europa solo meses después, espoleó las ansias de los Reyes Católicos, que volvieron a enviar al genovés para tratar de hallar el paso hacia las tierras de las especias. El 9 de mayo de 1502, Colón partió en su cuarto y último viaje, explorando la mayor parte de la costa sur de la América Central, en la zona que actualmente corresponde a la vertiente caribeña de Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá. Tras más de dos años de exploraciones, sin haber hallado el paso hacia las islas de las especias y necesitado de pertrechos, Colón desembarcó de vuelta en Sanlúcar de Barrameda el 7 de noviembre de 1504. Jamás regresaría al Nuevo Mundo. Su gran valedora, la reina Isabel de Castilla, falleció apenas tres semanas después, viéndose Colón forzado a seguir a la corte itinerante del rey Fernando el Católico, más interesado en los asuntos mediterráneos de la Corona de Aragón que en las aventuras castellanas en el Atlántico. Empobrecido y sumido en pleitos contra la Corona por sus derechos arrebatados, Colón moriría en Valladolid en 1506.

*  Aunque este término es el más popular, sería más preciso hablar de mexicas.

**  Los conquistadores españoles llamaban araucanos a los mapuches. En esta obra ambos términos se utilizan sinónimos.

 *** A las fuerzas de Cortés.

**** En Colombia, lo que facilitó la penetración de Quesada.

***** En Perú, sirviendo al triunfo de Pizarro.

****** Sus continuas guerras posicionaron a los siboneyes del lado de los españoles.

****** Algunos historiadores se refieren a los incas, cuyo origen no está claro, como quechuas. Esto se debe a la creencia de que los incas hablaban quechua, si bien algunas teorías apuntan a que utilizaban el puquina, una lengua hoy extinta, y pertenecían a una etnia diferente de la quechua.

*******  Aunque no todos los historiadores se ponen de acuerdo, la correlación sucesiva de reinados, grosso modo, sería: Pachacútec (1438-1471), Tupac Inca Yupanqui (1471-1493) y Huayna Cápac (1493-1527).

********  Al río Biobío antiguamente se le llamaba Bío-Bío o Bío Bío. En esta obra estos términos se utilizan de forma indistinta.

*********  El Inca Garcilaso de la Vega (1539-1616), en ocasiones considerado el primer mestizo cultural del mundo hispánico, hijo de un conquistador extremeño y una princesa inca, fue uno de los autores más notables de la literatura española del Siglo de Oro, destacando, entre sus muchas obras, los Comentarios reales de los incas y la primera Historia general del Perú. Para muchos expertos, es uno de los autores más destacados de la literatura universal, junto con Shakespeare y Cervantes.

**********  Atahualpa y Huáscar eran hermanos por parte de padre, pero tenían distinta madre. La de Atahualpa era una princesa puruhá, que fue ñusta (esposa legítima) de Huayna Cápac.

***********  La guerra del Arauco abarca un periodo más amplio. La fase principal librada entre mapuches y españoles tuvo lugar desde mediados del siglo XVI hasta 1656, pero los enfrentamientos no acabaron ahí. Por eso se habla de «guerras», en plural.

************   Algunas fuentes aproximan las cifras a 1.376 y 940, respectivamente.

*************   Las cifras dadas por los historiadores varían entre 3.000 y 4.000, en total.

 

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