El presidente Donald Trump ha lanzado una serie de fuertes acusaciones contra su predecesor, Barack Obama, calificando sus acciones de "traición" y de un intento de "golpe de estado". Este resurgimiento de hostilidades ha generado una inusual respuesta por parte de la oficina del expresidente, enmarcando un conflicto persistente en la política estadounidense.
Las acusaciones de Donald Trump giran en torno a lo que él percibe como un esfuerzo liderado por Obama para socavar su campaña presidencial de 2016 y deslegitimar su victoria, vinculándolo falsamente con una injerencia rusa.
Trump fundamenta sus afirmaciones en los documentos desclasificados por la Directora de Inteligencia Nacional, Tulsi Gabbard, quien asegura que son evidencia de una "conspiración traicionera" por parte de altos funcionarios de la administración Obama.
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Según Gabbard, Obama y su equipo sentaron "las bases de lo que fue esencialmente un golpe de Estado de años contra el presidente Trump".
Acusaciones específicas de Trump
Trump ha insistido en que Obama fue "el cabecilla" de una presunta conspiración para usar la inteligencia como arma. Y afirma que Obama fue "descubierto directamente" y que sus acciones constituyen "traición" y un intento de "liderar un golpe de estado".
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También lo acusa de intentar "robar las elecciones" y de haber "manipulado" las elecciones de 2020. Y ha declarado su intención de "perseguir a la gente" por lo que considera intentos de interferir en las elecciones de 2016 y 2020, indicando que "es hora de ir a por la gente. A Obama lo han descubierto directamente".
Otros Involucrados según Trump
Además de Obama, Trump ha implicado a Hillary Clinton, Joe Biden, James Comey (exdirector del FBI), James Clapper (exdirector de Inteligencia Nacional), John Brennan (exdirector de la CIA) y Susan Rice (exasesora de Seguridad Nacional), calificándolos de parte de una "conspiración" o de "gente malvada y horrible" que intentó "amañar una elección".
Contexto: las acusaciones de Trump surgieron cuando se le preguntó sobre el caso del financiero Jeffrey Epstein, lo que muchos críticos han interpretado como un intento de desviar la atención de una controversia que ha afectado a su propia administración.
Trump ha lamentado que los medios se enfoquen en el "engaño de Jeffrey Epstein" en lugar de lo que él considera el "mayor escándalo" de la historia del país.
Trump ha utilizado sus plataformas, incluida Truth Social, para reiterar sus señalamientos y ha compartido un video falso generado por inteligencia artificial que muestra a Obama siendo arrestado en la Oficina Oval y esposado.
La respuesta de Obama
La oficina de Barack Obama emitió un inusual comunicado en respuesta a las "escandalosas" acusaciones de Trump, a pesar de su política habitual de no "dignificar con una respuesta las constantes tonterías y desinformación que emanan de esta Casa Blanca".
El portavoz de Obama, Patrick Rodenbush, calificó las afirmaciones de Trump como "ridículas" y un "débil intento de distracción". Varios legisladores demócratas también han señalado que se trata de una estrategia para desviar la atención del caso Epstein.
La oficina de Obama ha enfatizado que "nada en el documento emitido la semana pasada desmiente la conclusión ampliamente aceptada de que Rusia influyó en las elecciones presidenciales de 2016".
Salvo que, las conclusiones centrales del gobierno en su evaluación de 2017 indicaron que Rusia lanzó una campaña de influencia y piratería y trató de ayudar a Trump a vencer a Clinton.
Investigación de la injerencia rusa
Las evaluaciones de inteligencia y los informes bipartidistas no encontraron pruebas de que Rusia manipulara votos o alterara los resultados electorales mediante ciberataques a los sistemas de votación. La Administración Obama afirmó que Rusia intentó interferir mediante la filtración de documentos y el uso de bots y granjas de trolls para difundir desinformación.
Las conclusiones sobre la injerencia rusa fueron respaldadas por una investigación del Senado liderada por el Partido Republicano en 2020 y el informe del Comité de Inteligencia del Senado, que fue apoyado por todos los republicanos del panel, incluyendo al entonces senador Marco Rubio.
La investigación del fiscal especial Robert Mueller no concluyó que la campaña de Trump coludiera con los rusos, aunque sí hubo interacciones y dejó abierta la posibilidad de obstrucción a la justicia. Un informe posterior de John Durham criticó la gestión de la investigación por parte del FBI pero no encontró el nivel de criminalidad que Trump alega.
En resumen, mientras Donald Trump insiste en que Barack Obama fue el cerebro de una conspiración "traicionera" para socavar su presidencia basándose en documentos desclasificados por su Directora de Inteligencia Nacional, la oficina de Obama ha desestimado estas acusaciones como "ridículas" y una "distracción", reafirmando que las investigaciones previas no encontraron evidencia de manipulación de votos ni de una conspiración como la que Trump describe, aunque sí confirmaron los esfuerzos rusos por influir en las elecciones.
Este choque de narrativas subraya una profunda y persistente animosidad entre los dos expresidentes.
¿Por qué es relevante el tema?
La relevancia de esta información radica en que las acusaciones de Donald Trump contra Barack Obama no solo intensifican la polarización política en Estados Unidos, sino que también erosionan la confianza pública en las instituciones democráticas y el sistema electoral.
Al señalar a un expresidente de “traición” y “golpe de Estado”, Trump reaviva teorías de conspiración sin fundamentos sólidos, lo que puede alimentar el extremismo y la desinformación en un año electoral clave.
Este tipo de declaraciones, amplificadas por redes sociales y contenidos falsos generados con inteligencia artificial, desdibujan los límites entre realidad y propaganda, afectando la percepción ciudadana sobre la legitimidad de los procesos democráticos.
Además, el uso de estas acusaciones como posible cortina de humo para desviar la atención del caso Jeffrey Epstein subraya el uso político de la narrativa conspirativa.
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El hecho de que la oficina de Obama haya respondido públicamente, rompiendo con su habitual silencio ante Trump, demuestra la gravedad con la que se perciben estos señalamientos. Las reiteradas investigaciones oficiales han confirmado la interferencia rusa en 2016, pero no han validado las teorías de “golpe de Estado” promovidas por Trump.
En suma, esta confrontación no solo revela una batalla personal entre dos figuras clave de la política estadounidense, sino que plantea interrogantes sobre el futuro del debate público, la manipulación informativa y la integridad de las elecciones.
VGB
