A pocas horas del revés electoral, el presidente Donald Trump reunió a senadores republicanos en la Casa Blanca para exigirles eliminar la regla del filibusterismo —el requisito de una supermayoría para aprobar ciertas leyes en el Senado—. “Si no terminan con el filibuster, estarán en problemas”, les advirtió durante un desayuno en el Comedor Estatal.
Sin embargo, al regresar al Capitolio, varios legisladores republicanos dejaron claro que no cederían ante la presión presidencial, de acuerdo con información del portal Politico.
El senador Mike Rounds, de Dakota del Sur, incluso soltó una carcajada al ser cuestionado sobre la propuesta. Ese gesto simbolizó el inicio de una nueva etapa en la presidencia de Trump: la de su “pato cojo”, un mandatario aún influyente, pero con poder menguante dentro de su propio partido.
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Aunque Trump conserva un amplio respaldo entre los votantes republicanos, los resultados electorales del martes encendieron las alarmas entre los legisladores, conscientes de que mientras el presidente dejará el cargo en poco más de tres años, ellos deberán enfrentar nuevas elecciones.
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Los comicios dejaron al descubierto los riesgos de mantener una dependencia política excesiva hacia la figura de Trump, especialmente en los estados donde su presencia ya no garantiza victorias.
Algunos congresistas expresaron abiertamente su frustración. El representante Don Bacon, de Nebraska, calificó las derrotas como una “señal de advertencia” para el Partido Republicano y criticó la falta de disposición del presidente para dialogar con los demócratas. “Tiene cero capacidad para trabajar del otro lado del pasillo”, dijo.
La molestia también crece por el manejo del prolongado cierre de gobierno, que ya supera un mes y mantiene paralizadas varias dependencias federales. Algunos republicanos culpan a Trump y a su director de presupuesto, Russ Vought, de haber agravado la crisis con decisiones unilaterales, como cancelar fondos previamente aprobados por el Congreso y despedir empleados públicos.
Mientras tanto, los demócratas celebraron los resultados como una señal de que el desgaste del trumpismo está comenzando a pasar factura. “Pareciera que los republicanos están entregándonos una mayoría en el Senado, envuelta para regalo”, ironizó el senador demócrata Chris Murphy.
Pese al panorama adverso, Trump intentó levantar el ánimo de sus seguidores. En un mensaje publicado en Truth Social, aseguró que “el movimiento está lejos de terminar” y prometió que “la lucha apenas comienza”. No obstante, dentro del Partido Republicano persiste la incertidumbre sobre hasta qué punto conviene seguir alineados con un líder que, aunque poderoso, ya no volverá a competir en las urnas.
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El debate sobre el futuro del filibusterismo —y sobre la estrategia del partido en general— pone de relieve las tensiones internas de una fuerza política que enfrenta el desafío de reinventarse sin renegar de la figura que la llevó nuevamente a la Casa Blanca. Por ahora, el mensaje desde el Senado es claro: Trump podrá seguir presionando, pero su capacidad para imponer disciplina en el Congreso parece estar llegando a su límite.
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