Con un juego de pinceles, pinturas y una gorra, Raúl Fernández comienza a caminar por las calles del Valle de Toluca para ofrecer sus servicios como rotulista. Va a los negocios que con anterioridad le han hecho encargos. Su oficio es noble, asegura, le da para vivir pintando y mantener a su familia.
Sobre la calle Lerdo, en Toluca, lo contrataron para que decorara con motivos de los Días de Muertos una panadería. Así que con paciencia comenzó a plasmar lo que en su mente sería un anuncio llamativo, no se trata sólo de letras, él hace dibujos que evocan a las tradiciones.
“Tiene como 40 años que empecé, me gusta dibujar, me gusta pintar y por la cuestión de trabajar también, se gana bien”.
Sus manos y mirada tienen dobleces que revelan su edad, pero su pulso es firme y el manejo de la paleta de colores lo fue perfeccionando con los años.
“Desde niño me gustó el dibujo, me gustó la pintura y me di cuenta que lo que te gusta hay que hacerlo y si pagan, es mejor, lo haces con amor”.
Su trabajo es eventual, en la panadería pintó catrinas, hojaldras y flores de cempasúchil. Tardará dos días y cobrará 2,000 pesos, para él, lo suficiente para vivir de su pasión.
Más que un oficio, una pasión
Consiente de que la tecnología y las máquinas han mermado el trabajo para los rotulistas, Raúl pelea con la idea de una computadora podrá hacer mejor su trabajo.
El ojo humano captura emociones, afirmó. Si bien ya no es la misma oferta trabajo, continúa viviendo del talento que desarrolló con el paso de los años como rotulista y letrista.
Los rotulistas existen desde el siglo XIX, nacieron con la Revolución Industrial y resisten el embate del tiempo y la tecnología.
“Muchos ya están dejando este oficio porque ya todo es por impresión, pero mucha gente aún necesita rotular sus paredes, sus negocios, y nuestro trabajo es garantía porque no se deteriora rápidamente el trabajo y las lonas se desgastan rápidamente por el sol, en agua, las inclemencias del tiempo”.
Si bien ha pintado bardas para promocionar políticos, lo que más le gusta es anunciar experiencias, como la de Día de Muertos, por eso va de negocio en negocio, él vive en el municipio de Lerma, pero lo mismo va a Toluca, que a Metepec, Tenango y hasta Tenancingo.
En la Panadería Rocidel han confiado en su trabajo por más de una década, por lo que, tan pronto termina septiembre, esperan que llegue para que decore la fachada del local.
“Nos gusta mucho su trabajo, tiene más de 10 años viviendo en cada octubre. Los nombres que le pone a las catrinas son de los trabajadores, tiene mucho talento”, comentó una de las empleadas del local.
En promedio, en México un rotulista, también conocidos como letristas, ganan 5 mil pesos al mes, por eso Raúl camina para encontrar “chamba”, asegura que nunca falta quien quiera ver sus ventanas decoradas a mano alzada.