El 21 de octubre se conmemora el Día de la Manzana, una fecha que busca rendir homenaje a una de las frutas más emblemáticas del mundo. Aunque en algunos lugares se le conoce como el Día Internacional de Comerse una Manzana, más allá del nombre, el propósito es el mismo: reconocer la importancia de este fruto en nuestra vida cotidiana, en la cultura y en la historia de la humanidad.
Desde tiempos antiguos, la manzana ha ocupado un lugar especial en distintas civilizaciones. Ha sido símbolo de conocimiento, salud y tentación, protagonista de mitos, leyendas y cuentos que han trascendido generaciones. Pero más allá de su carga simbólica, la manzana destaca también por su extraordinario valor nutricional.
Rica en vitaminas, antioxidantes y fibra, esta fruta contribuye al bienestar general del organismo. Diversos estudios respaldan que su consumo regular mejora la digestión, fortalece el sistema inmunológico y ayuda a reducir el riesgo de enfermedades crónicas, lo que justifica su fama como una de las frutas más completas y saludables.
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Versátil en la cocina y apreciada en todo el mundo, la manzana no solo nutre el cuerpo, sino también la cultura. Por ello, este 21 de octubre es una oportunidad perfecta para celebrar su presencia constante en nuestra mesa y en nuestra historia, recordando que, como dice el refrán, “una manzana al día mantiene al médico en la lejanía.”
¿Por qué la manzana se oxida? El truco casero para evitarlo sin cambiar el sabor
Conservar los alimentos en buen estado no es solo una cuestión de estética o sabor; también implica comprender los procesos naturales que ocurren en ellos. En el caso de las frutas, una de las transformaciones más visibles —y a menudo menos comprendidas— es la oxidación. Quien haya cortado una manzana y la haya visto tornarse marrón al poco tiempo ha presenciado este fenómeno en acción.
Este cambio de color, aunque a muchos les parezca signo de deterioro, es en realidad una reacción natural e inocua. La oxidación ocurre cuando los tejidos internos de la fruta entran en contacto con el oxígeno del aire. Mientras la piel permanece intacta, actúa como una barrera protectora; pero al pelarla o cortarla, esa defensa desaparece. Entonces, los compuestos fenólicos presentes en la pulpa reaccionan con el oxígeno, ayudados por una enzima llamada polifenol oxidasa, lo que da lugar a ese tono marrón característico.
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Lejos de ser peligrosa, la oxidación solo altera ligeramente el sabor y la textura de la manzana, sin afectar su seguridad para el consumo. Aun así, resulta comprensible que muchos prefieran mantener la apariencia fresca y el color claro de la fruta, sobre todo cuando se preparan refrigerios o almuerzos con antelación.
Afortunadamente, existen formas sencillas de ralentizar este proceso. Una de las más conocidas consiste en recurrir a jugos ácidos, como el de limón o lima, o incluso al vinagre. Su bajo pH interfiere con la acción de la enzima responsable de la oxidación, conservando la tonalidad original de la fruta durante más tiempo. Otra opción eficaz es limitar el contacto con el aire: cubrir los trozos con papel film, guardarlos en bolsas herméticas o refrigerarlos en recipientes bien cerrados.
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Pero hay un método menos conocido —y sorprendentemente efectivo— que no requiere ácidos ni productos especiales: el uso de agua con sal. De acuerdo con la creadora de contenido gastronómico Laura López (@laura.lopez.mon), el procedimiento es tan simple como disolver una cucharada de sal en un litro de agua, sumergir los trozos de manzana durante unos cinco minutos y luego enjuagarlos con agua fría. La sal actúa desactivando parcialmente la enzima polifenol oxidasa, retardando así la oxidación sin alterar el sabor de la fruta.
LCM
