RESEÑA DE "EMILIA PÉREZ"

"Emilia Pérez": ¿representación fiel de la realidad o retrato paternalista y superficial?

Para abonar a la discusión sobre la película "Emilia Pérez" te presentamos esta crítica en la que se añade al análisis un elemento extraordinario: Jorge Luis Borges

Coprotagonista polémica de la polémica 'Emilia Pérez'
Selena Gómez.Coprotagonista polémica de la polémica "Emilia Pérez" Créditos: Zimma
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En una conversación de sobremesa en la que salió a tema Emilia Pérez (Jacques Audiard, 2024), un querido amigo soltó de manera vehemente que “no hace falta verla para saber que es mala”. Más allá de lo que el calor colectivo dictaminó sobre esta película —evidentemente, sin verla—, encuentro especialmente irónico este furioso oxímoron. Pareciera que Audiard dijo lo mismo con cada uno de los temas que aborda en su película: no necesitó ver nada (ni de México, ni del narcotráfico, ni de los procesos de transición) para poder asegurar qué son.

Una de las alegorías más bellas sobre este fenómeno —el conocimiento asumido como verdadero— está en el cuento "Del rigor en la ciencia", de Jorge Luis Borges. En este, Borges plantea la existencia de un mapa tan preciso y colosal que termina por suplantar la realidad misma. En ese caso, ¿qué es lo que vemos? ¿Es el mapa una representación de la ciudad, o es la ciudad un reflejo de lo que los cartógrafos quisieron poner en el mapa?

Esta metáfora, que cuestiona la preexistencia de la realidad frente a la resistencia de lo simbólico, me parece adecuada para abordar el que, a mi juicio, es el problema central de Emilia Pérez.

La película intenta ser una representación “fiel” de la realidad que proyecta, pero al hacerlo, no logra acercársele. Por el contrario, la aplasta con la ignorancia y la mediocridad de un autor que se escuda tras una pretensión artística que invalida la profundidad de sus temas en aras de un discurso personalísimo. Este discurso, que Audiard asume universal, desprecia la forma en favor de un fondo que resulta igualmente superficial.

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Es esa mirada cartográfica, paternalista y lejana del cuento de Borges: el mapa que aplasta al territorio en su ambición por abarcarlo todo, pero que termina siendo un espejo deformado del autor.

Zoé Saldaña, Karla Sofía Gascón y Selena Gómez

Como bien apunta Nicolás Ruiz Berruecos en su crítica El naturalismo sin imaginación: Apuntes sobre Emilia Pérez, Audiard tiene un gusto particular por el dolor ajeno, por ese fetiche marginal de los “pobres pobres” y su supuesta sumisión a un mundo que los rechaza y sumerge en la miseria. Su cine se cimienta sobre cómo entiende Audiard el dolor y cómo lo relaciona siempre con quienes él cree que lo sufren, pero nunca con el porqué. Esa desconexión resulta alarmante en Emilia Pérez, pues aborda temas profundamente humanos —identidad, género, redención— desde una perspectiva que los despoja de sus matices y los reduce a clichés funcionales para la narrativa.

El personaje de Emilia Pérez, un antiguo capo del narcotráfico que se redime como mujer trans, ofrece una oportunidad gigantesca para explorar los conflictos internos y sociales que acompañan a una transformación de este tipo, que pese a los esfuerzos por normalizarlo y reducir la discriminación y la transfobia, sigue siendo un tabú importante.

Sin embargo, lo que Audiard entrega es otra proyección de su fetiche: un retrato paternalista y superficial que jamás trasciende el lente sesgado del director. Cada escena musical, cada giro narrativo, cada decisión estética habla más de las limitaciones y prejuicios de Audiard que de la realidad de las personas trans, de la crisis de violencia en México o del narcotráfico.

En lugar de una historia que explora la humanidad de sus personajes, lo que vemos es un mapa mental de un dolor que no le duele, pero que cree poder representar.

Es tal vez por eso, también, que las piezas más logradas de esta cinta son las que menos tienen que ver con las características profundas de sus personajes, como el pequeño número de Emilia con su sobrino (que en realidad es su hijo) en donde el pequeño habla de cómo extraña al aroma de su padre y todo lo que le recuerda, de su enfrentamiento ante la pérdida y todo aquello que le evoca saber que Emilia y su fallecido padre comparten el mismo aroma; algo que bien entra en la historia del Manitas del Monte, pero que no tiene absolutamente nada que ver con las realidades que toma para llegar a ese punto.

En contraste, esta es también la razón de por qué cada uno de los números musicales se vuelven cada vez más inverosímiles conforme avanza la película. La realidad que propone se desmorona en cada paso, denostando en cada ocasión todo aquello que pone en pantalla, desde los productos de otros países en un mini súper mexicano, hasta la valiente y transfóbica línea “men to woman, a woman to man. Men to woman. From penis to vagina” que no solo exhibe indolencia y fetichismo sobre la experiencia trans, sino también una ignorancia osada (¿o abiertamente estúpida?) de nula investigación sobre el tema, desde lo antropológico hasta el punto de vista médico. 

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Sus personajes parecen caricaturas desprovistas de esencia, algo que se maquilla un poco por el gran trabajo de sus actrices en los personajes principales, pero que siempre vuelven a caer ante la trampa maniquea e ignorante de Audiard, que prefirió poner en entredicho a tres actrices completamente capaces, pero que no son mexicanas o que ni siquiera hablan español, antes de incluir en el reparto a actrices mexicanas.

Borges y el dilema ético de "Emilia Pérez"

La analogía con el cuento de Borges vuelve a ser pertinente: un mapa que pretende ser idéntico al territorio es, en última instancia, inútil. Sin embargo, un mapa que se asume como idéntico, sin reparar en su realidad, lo es aún más. Emilia Pérez enfrenta un dilema ético fundamental, pues aunque es fácil hacer ficción arriesgada, atrevida y poco exacta de sociedades extintas como el Imperio Romano, la antigua Grecia, Mesoamérica, no puede ser lo mismo de aquellas que son existentes y persistentes, puesto que no habrá un romano o un inca que puedan reclamar sobre la representación de su Machu Picchu, o de sus costumbres bacanales, pero sí hay mexicanos, personas trans y víctimas del narcotráfico que pueden dar fé de todo lo que se habla en Emilia Pérez y que está ahí como una sombra difuminada de la realidad, y por supuesto las quejas y críticas han sido vastas y muy sonoras. 

Aquí ya no hay un mapa que quiere representar una realidad, sino una realidad vaga y estereotípica que ha formado un mapa en el que bien los mexicanos vivimos en tonos sepia con sombreros, sarapes y sentados bajo un cactus, como también las personas trans solo son una cirugía de cambio de sexo.

Esas representaciones falsas son los espejismos con los que la gran maquinaria hegemónica y eurocentrista se ha empecinado a ver a estas comunidades, con las que se han esforzado en retratarnos -y aquí por supuesto me pongo en primerísima persona-. ¿Es que la representación puede suplir a la realidad? Al menos desde fuera lo es, porque pese a que aquí, en estas latitudes, reneguemos de ella y digamos con fuerza que eso no somos, desde fuera se ve como si esta fuera la realidad de México, tanto que por ese mérito se le ha premiado en sinfín de festivales y, por supuesto, se le premiará en los Oscar, tal como se le premió a otras experiencias paternalistas, como Green Book, CODA, The King’s Speech y muchas más. 

La "intención" de Jacques Audiard

Hablar de una posible responsabilidad autoral de Audiard, o de muchos otros, es solamente un deseo de navidad, un tanto inocente y un tanto ingenuo. Sus obras son lo que son, y hay que medirlas, calificarlas y criticarlas como tal. Esto no les exime en lo más mínimo de lo problemáticas, malas y polémicas que puedan ser, como lo es en este caso, sin embargo exigir que el cine y el arte sean como queremos que sean es algo inútil, tanto como lo es la supuesta representatividad en Emilia Pérez.

La falta de sensibilidad e investigación en esta película es una intención también en sí misma, y señalarla y hablar de ella es lo que también resulta valioso; como también lo es señalar y criticar a las academias de cine, que desde el mismo punto de vista y desde la misma visión lejana y paternalista han buscado hacer del arte más un vehículo expiatorio de sus morales progresistas gringas, siempre acomodadas en sus torres de cristal, abogando por los aquellos pobres pobres que sufren en el cine, mientras se llenan los aviones de deportaciones masivas en todo Estados Unidos, o de la urgencia de frenar el cambio climático, mientras vuelan en sus jets privados hacia la incendiada Los Ángeles. 

Emilia Pérez esta 13 veces nominada al Oscar. Zimma

El cine tiene el gran poder de iluminar realidades que nos son ajenas, pero también de guardarlas en nuestra imaginación colectiva como realidades que, muy probablemente, estén lejanas de los relieves de sus heridas y sus dolores verdaderos. 

Entonces, ¿qué es lo que vemos? ¿Es la ciudad, o es el mapa?

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