Es 1992. Las luces del MBC, el show de talentos más importante de Corea del Sur, se encendían nuevamente mientras que Seo Taiji and Boys recibían la calificación más baja de todo el programa. Los jueces parecieron personalmente ofendidos por la combinación grandilocuente de hip-hop, atuendos y personalidad occidental, con melodías, letras y la apariencia irrevocablemente coreana debajo del que, para muchos, era un disfraz en ese entonces.
La mirada miedosa de una sociedad que recientemente probaba la libertad y la democracia, se encargó de mandar a este boygroup al fondo de sus deseos, pero cuando las luces terminaron de mostrar a todo el plató de televisión, no hubo un silencio que acompañara ese rechazo; por el contrario, las y los jóvenes que estaban presentes no dejaron de gritar y querer más de este trío. Aquí, en el choque de dos realidades, es cuando nació el Kpop.
La conformación de una nueva idea para la creación de la música no fue algo que se adoptara tan rápido, tampoco. Los jóvenes coreanos, con la curiosidad y el deseo de probar todo aquello que a las generaciones anteriores se les negó, fueron empujando fuertemente para que su naciente industria pop se consolidara encima de la música tradicional; poco a poco, otros géneros también se hicieron paso, como el heavy metal, el rock y el jazz, demostrando lo inevitable que era la apertura de Corea hacia el mundo.
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Los espacios seguían siendo reducidos, pero poco a poco la idea más elemental de Kpop se transformó en una realidad. Fue Lee Soo Man, fundador de SM Entertainment, quien se encargó también de consolidarlo como una industria, luego de ver esas mismas puertas cerrársele en la cara.
Luego de que su banda, Lee Soo Man and the 365 Days (reconocida como la primera de heavy metal en Corea), no tuviera ni éxito ni reconocimiento estudió el mercado estadounidense para poder replicarlo en su país natal; sin embargo, las condiciones culturales y sociales no fueron ni serán las mismas nunca, por lo que su primer experiencia como productor terminó yéndose por la borda, luego de que su primer fichaje, Hyun Jin-young fuera detenido por posesión de drogas.
Luego de eso, comprendió que, contrario a lo que sucede en occidente, donde la personalidad de las y los cantantes está en primer plano y como bandera y carta de presentación, aquí lo más importante era el producto, por lo tanto el control y el manejo que le diera como empresa, sería la guía y la única respuesta correcta al problema que le quitó la gloria en su primer intento.
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También, tomando como ejemplo a Lou Pearlman, creador (y estafador) de los Backstreet Boys y N*SYNC, definió la necesidad de rotación y novedad en el espectro pop, que no solo le daría una evolución natural a los proyectos que desarrollara, sino que sería su salvavidas ante situaciones impostergables, como el crecimiento de sus idols, el servicio militar obligatorio en Corea del Sur, y hasta la respuesta a polémicas que fueran mermando la reputación del grupo y, con ello, la empresa.
Finalmente, la joya de esta corona y plan de negocios, fue la captación constante de talento, que comprendería los valores y visión de la empresa, formando una idea integral para las artistas que formaran parte de la agencia, que sería todo: escuela, productora, sello discográfico, compañía de marketing y hasta planificadora del retiro. Todo un complejo estructurado al que una joven promesa pudiera llamarle “hogar”, pero a lo que su creador bautizó también como la “Tecnología Cultural”.
El origen del fenómeno
La primera intervención de este nuevo y revolucionario modelo se dió después de que Soo Man y su equipo en el recién fundado SM Entertainment, entrevistaran por meses a estudiantes universitarios sobre cómo era la música que les gustaría escuchar y qué tipo de personas les gustan. De los resultados, se armaron dos grupos, HOT y SES que oficialmente iniciaron la era del Kpop.
Pero una estrella no brilla solo en su galaxia. BoA y TVXQ comprendieron que el horizonte no terminaba en Corea del Sur. Como Alejandro Magno expandiendo su imperio, estos artistas conquistaron Japón y abrieron las puertas de Asia, demostrando que la música no entiende de fronteras. Su éxito fue el presagio de una expansión sin precedentes, y una venganza inofensiva de lo que Corea sufrió durante décadas.
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Las bases del trabajo de Lee Soo Man rindieron frutos y demostraron no solo ser exitosas, sino ser eficientes. El modelo de negocio se replicó y otras empresas fueron ganando terreno, como JYP Entertainment, de Jin Young Park estrella del pop fugaz de los noventa, y YG Entertainment, el futuro imperio de Yang Hyung Suk, ex integrante de Seo Taiji and Boys, que regresó a la industria para retomar lo que inició junto a sus compañeros una década atrás.
La diversificación y amplificación del Kpop tenía ritmo vertiginoso, y un crecimiento sin precedentes. Luego de las primeras gran muestras de éxito de todas las grandes compañías, el momento de la expansión llegó de a poco, consolidando proyectos de la mano de otras compañías occidentales, que más que confianza, lo que tenían era una fe ciega en esta naciente mercado cultural.
Con Wonder Girls y Girls' Generation, el K-pop adquirió su primer gran atisbo de globalidad. "Nobody" cruzó el Pacífico y resonó en las listas de Billboard, mientras "Gee" se incrustaba en la memoria colectiva de Asia. Sin embargo, el género aún debía romper con la percepción de ser una moda efímera. Fue BIGBANG quien desafió esa idea. Con su identidad marcada y una rebeldía estilística comparable a la de Bowie en los 70, el grupo demostró que un idol podía ser un artista con voz propia.
Pero si hubo un momento en que el K-pop se plantó en el mundo como una fuerza imparable, fue en 2012 con "Gangnam Style". Con el toque de Midas, PSY transformó un video en un fenómeno viral sin precedentes. Lo que para muchos fue un chiste pasajero, en realidad era la prueba de que el mundo estaba listo para escuchar a Corea. Y Corea estaba lista para ser escuchada.
Este evento fue lo que le demostró a los productores y las compañías surcoreanas que existía un camino para ser explotado, porque pese al fenómeno que fue el “Gangnam Style”, PSY no se encerró en este éxito y siguió el modelo del Kpop: innovación, renovación y expansión.
Su carrera abrió muchas puertas, para que los curiosos se asomaran a la música coreana, que ya estaba establecida, estructurada y optimizada para que su tecnología cultural siguiera apoderándose del mundo poco a poco, paso a paso, idol a idol y hit tras hit.
La explosión
Entonces llegó BTS en 2013. Sin novedad en sus bases, pero con una apuesta arriesgada de su creador, y fundador de Big Hit Entertainment (hoy HYBE Labels), Bang Si Hyuk, la agrupación transformó el K-pop en un movimiento que trasciende la música.
El fenómeno del Bangtan se cimentó en los pilares del Kpop y los explotó como nadie antes. También fue la respuesta de esta gran industria cultural a los tiempos que corren. Ya no era suficiente cantar canciones de amor, ya no era suficiente hacer grandes hits que homologaran lo que se hacía en occidente. Era el momento de tomar una identidad y voz propia, respondiendo a las mismas voces que en su momento se opusieron a Seo Taiji and Boys. Hablar de dolor, identidad, esperanza y fuerza en un mundo que se cae a pedazos fue el lenguaje propio de BTS y la respuesta fue abrazada tan larga y poderosamente pudiera ser.
Su éxito fue la respuesta definitiva a una pregunta que durante décadas había estado en el aire: ¿Puede el K-pop ser universal sin diluir su esencia? La respuesta está ahí clara y definida.
Aunque a muchos les cueste aceptarlo -me incluyo entre esas personas- BTS pavimentó el camino para lo que sucedería después. Su nombre es culpable, en gran medida, que de hoy podamos ver estados llenos en México y el mundo de las giras de BLACKPINK o TWICE, pero también de que podamos disfrutar shows más pequeños, especializados e íntimos de otros nombres como So!YoON!, LOONA, NMIXX, KARD, y muchos más.
Lo que comenzó como un susurro en un estudio de televisión en 1992, ahora es un grito que resuena en todos los rincones del mundo. Es en definitiva la industria cultural más dinámica y con mayor dote de innovación, que va tomando vanguardias y tendencias de la música y las adopta a un conglomerado complejo de identidades sonoras, estéticas y filosóficas.
No es solo música. Es una revolución cultural. Un artefacto del tiempo que encapsula el deseo humano de expresarse, de soñar, de conectar. El K-pop no es solo un fenómeno: es un testimonio de la historia y de la capacidad del arte para trascender todas las barreras.
