La escritora y especialista en moda sostenible, la doctora Patricia Eguidazu comparte su experiencia personal en "El día que dejé de comprar ropa", un libro que busca inspirar a miles de personas a reflexionar sobre su forma de consumir.
Su historia comenzó un día cualquiera, cuando abrió su armario y se sintió agobiada al ver montones de prendas acumuladas que no usaba. “Había demasiadas cosas, no veía nada. Cada vez que una de mis hijas se enfermaba, compraba ropa por ansiedad”, contó en entrevista con La Silla Rota.
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Lo que parecía un simple acto de limpieza se convirtió en un punto de inflexión. La autora llenó seis bolsas de basura con ropa de baja calidad, de esas que se compran sin pensar y se olvidan al poco tiempo. “No las tiré, las doné, pero me di cuenta de que era un placebo, porque hay mucha más ropa que gente necesitando ropa”, reflexionó. Desde entonces, su visión sobre la moda cambió por completo.
De la ansiedad al autoconocimiento
La decisión de dejar de comprar ropa no solo fue un gesto simbólico, sino un proceso profundo de autoconocimiento. La doctora Patricia Eguidazu, que había trabajado por años en la industria de la moda, entendió que detrás del consumo compulsivo existían vacíos emocionales y mandatos sociales. “Mi madre me enseñó que las blusas blancas eran el símbolo de la elegancia, pero las detesto. Compraba una tras otra buscando la perfecta, sin darme cuenta de que no me gustaban”, explicó.
Esa revelación la llevó a cuestionar cómo la moda puede convertirse en un reflejo de inseguridades personales. Dejar de comprar se transformó en un acto de libertad. “Cada prenda que tengo ahora es un tesoro. Busco con calma, compro poco, casi siempre de segunda mano, y si algo no encaja, lo devuelvo o lo arreglo. Ya no visto por impulso, sino por elección”, afirmó.
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Un método que enseña a vivir con menos
De su experiencia personal nació el método Tricia Azú, con el que ahora ayuda a otras mujeres a desapegarse del consumo innecesario y a encontrar su propio estilo sin depender de las modas. “Después de dejar mi trabajo en la universidad, fundé mi empresa para enseñar a otras mujeres a hacer esto”, comentó. El proceso, dice, no es fácil: requiere paciencia, reflexión y una revisión honesta del propio armario.
La autora también busca transmitir esta filosofía a su familia. “Mi marido era un comprador compulsivo y le ha costado mucho cambiar, pero poco a poco lo ha logrado. Con mis hijos, ha sido un reto, pero se puede conseguir”, asegura.
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Para ella, la verdadera felicidad no está en las prendas nuevas, sino en aprender a valorar lo que ya se tiene. “La felicidad, desde luego, no está dentro del armario”, concluye. Su mensaje es claro: dejar de comprar ropa no solo aligera el clóset, también libera la mente y transforma la relación con uno mismo.
EONM
