La fantasía y la determinación se unen en “Soy Frankelda”, la primera película mexicana de stop motion. Detrás del proyecto se encuentran los hermanos Arturo y Roy Ambriz, directores y fundadores de Cinema Fantasma, quienes con ingenio, sacrificio y el respaldo de Guillermo del Toro, lograron lo que muchos consideraban imposible: crear un largometraje animado cuadro por cuadro en México.
El filme, que ya ha recorrido festivales nacionales e internacionales, ha conmovido al público por su historia íntima y su impecable factura técnica. “Cada vez que mostramos la película conectan muchísimo con las personas. Hay quienes tienen lagrimitas al final, lo cual nos alegra, porque es una historia muy personal para nosotros”, cuentan los directores en entrevista para La Silla Rota.
Más allá de la emoción, los Ambriz saben que han abierto un nuevo capítulo en la historia del cine nacional. En un país con pocos recursos para producciones de animación, su trabajo se levanta como un ejemplo de creatividad y resiliencia.
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El apoyo de un maestro: Guillermo del Toro como brújula
Uno de los factores decisivos para la culminación del proyecto fue el apoyo del cineasta tapatío Guillermo del Toro, quien se convirtió en su guía creativa y moral durante las etapas más difíciles. “Él nos ha guiado tanto artísticamente como moralmente en esta última etapa de la película”, revela Arturo Ambriz.
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Los hermanos cuentan que conocieron a Del Toro cuando la cinta ya estaba avanzada, pero enfrentaban problemas de distribución y financiamiento. El ganador del Oscar no solo los aconsejó, sino que ayudó a concretar la distribución con Cinépolis y los invitó a presenciar el proceso de grabación de la música de “Frankenstein” en Londres. “Desde marzo nos marca diario en videollamadas. Gracias a él logramos terminar esta última etapa que fue tan difícil”, detallan.
Los consejos del director de “El laberinto del fauno” quedaron grabados en sus libretas y corazones. “Nos decía: ‘Si quieres cariño al hacer una película, cómprate un perro, cabrón, el cine es de guerra’. Y tenía razón. Uno cree que hacer cine es pacífico, pero es todo lo contrario: es levantarte una y otra vez después de que te noquean”, relatan entre risas.
Para los Ambriz, el respaldo de Del Toro fue más que una ayuda profesional. “Nos decía: ‘Si solo se pueden aferrar a mí, aférrense a mí, pero van a salir adelante’. Es un gran ser humano, un gran amigo y, orgullosamente, nuestro padrino”, subrayan.
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Tres años, 140 marionetas y 50 sets
Realizar “Soy Frankelda” tomó cerca de tres años de producción, involucró 140 marionetas y 50 escenarios diferentes. Todo ello mientras los directores trabajaban simultáneamente en la serie “Mujeres con hombreras” para Adult Swim. “Fue una tarea titánica”, reconocen. “Salimos adelante gracias al gran equipo de Cinema Fantasma, a la organización ágil que tenemos y a la voluntad de todos”.
La estructura del estudio fue clave: “Mi papá es administrador de proyectos y productor ejecutivo de la película; nos enseñó toda la metodología. Esa fue la clave: organización y muchísimo trabajo duro”, explica Roy Ambriz.
El proceso exigió constancia absoluta. “Lo más difícil de dirigir es salir del carro en la mañana”, citan a Steven Spielberg. “Todos los días hay tantas cosas por hacer que nunca vas a tener éxito en todo; tienes que aprender a reponerte rápido del fracaso o convertirlo en un triunfo inesperado”, reflexionan.
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Humanidad frente a la era digital
En tiempos en que la inteligencia artificial invade las artes visuales, los creadores de “Soy Frankelda” defienden la relevancia del stop motion como una forma artesanal y profundamente humana. “El stop motion es como un animal en peligro de extinción”, les dijo Del Toro. Y ellos coinciden.
“Trabajamos con objetos físicos. Frankelda es real, puedes tocar su pelo, ver cómo reacciona la luz en su cara. Eso fascina porque el público necesita sentir humanidad en el arte”, afirma Arturo. “A los humanos por naturaleza no nos gusta lo feo ni lo rápido, nos gusta lo majestuoso, lo que pasa el tiempo. El stop motion combina todas las bellas artes: escultura, pintura, actuación y música. Es imperfecto, y por eso es hermoso”.
Esa filosofía se refleja también en su mensaje hacia las nuevas generaciones que los ven como pioneros del género en México. “Si ya escucharon el llamado de la musa del cine, no lo pueden ignorar. Es una profesión hermosa, pero hay que saber por qué la hacen. Si sus ideales son de oro, nunca se van a derretir”, aconsejan.
Los hermanos Ambriz esperan que “Soy Frankelda” inspire a jóvenes artistas a dibujar, escribir, esculpir o diseñar, y que entiendan que el arte hecho con las manos sigue teniendo un valor incalculable. “Muchos nos decían que era imposible hacer una película en stop motion porque no se había hecho. Ahora pueden usar nuestro ejemplo: si los de Cinema Fantasma pudieron, ellos también pueden”, concluyen.
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Con “Soy Frankelda”, México entra al terreno del stop motion por la puerta grande. Y detrás de esa puerta, sosteniéndola con firmeza, está la imaginación de dos hermanos soñadores y el respaldo generoso de un maestro llamado Guillermo del Toro.
EONM
