Manola Díez compartió en La Granja VIP uno de los capítulos más difíciles de su vida: el accidente que, hace más de una década, cambió para siempre la vida de su hijo, Max, y la suya como madre.
Durante su participación en el reality, la actriz recordó el momento en que recibió una llamada que ningún padre está preparado para contestar. Su hijo, entonces un niño de seis años había sufrido un accidente doméstico que le provocó la pérdida de la vista en un ojo.
“¿Está vivo?”, fue lo primero que pregunté. “Quiero escucharlo”, insistí. Cuando lo oí, me dijo con una vocecita: ‘Mami, perdóname, fue mi culpa’. Sentí que el suelo desaparecía bajo mis pies”, narró Manola.
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La Granja VIP: Manola Díez revela detalles del accidente que cambió la vida de su hijo
Contexto: el accidente ocurrió el 27 de diciembre de 2012, mientras la actriz se encontraba fuera de la ciudad por motivos de trabajo. Su hijo estaba bajo el cuidado de su padre, el empresario Roberto López, y su hermanita. Una gelatina, un cuchillo de madera y un descuido bastaron para que un juego infantil se convirtiera en una tragedia.
“Su papá me contó que al verlo lleno de sangre sintió que se le detenía el corazón. Me dijo que tenía el ojo en la mano…”, recordó la actriz, aún conmovida.
Cuando Manola recibió la noticia, era ya 28 de diciembre, Día de los Inocentes.
“Dicen que las madres presienten las cosas. Esa noche dormí tranquila, sin imaginar lo que había ocurrido”, confesó.
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En medio del desconcierto, recibió apoyo de amigos como Lety Calderón, quien incluso le ofreció ayuda para trasladarse de inmediato hasta donde estaba su hijo, aunque finalmente esperó a que él regresara con su padre.
Al reencontrarse con los médicos, escuchó un diagnóstico que cambió el rumbo de su vida familiar:
“Le salvamos el globo ocular, pero perdió la córnea, el cristalino y el iris. Podría recuperar un 20% de visión si en el futuro es candidato a un trasplante”, le explicó el especialista.
Manola recuerda que salió del consultorio en estado de shock:
“Me paré, me salí y empecé a gritar. No sabía a quién reclamarle, ni cómo reaccionar. Solo pensaba en mi hijo".
Pese a la magnitud del accidente, la actriz afirma que nunca buscó culpables, aunque sí lamentó que su preocupación previa fuera tomada como exageración.
“No quise reprochar, pero me dolió que me hubieran tachado de aprensiva. Solo era una madre que quería cuidar".
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A partir de ese momento, la vida de ambos cambió. Max, con admirable fortaleza, aprendió a adaptarse a su nueva realidad, y Manola encontró en su hijo una fuente de resiliencia y esperanza.
“Él me enseñó que no hay tragedia que no pueda transformarse en amor”, concluyó la actriz.
LCM
