VERACRUZ, VER.— Durante tres años Beatriz lo intentó todo. Ella y su hija Xcaret dejaron Veracruz para mudarse a Quintana Roo en 2021 con la esperanza de que la lista de espera para el trasplante de un riñón fuera más corta. Unos cientos —o miles— de números más arriba, y la llamada del hospital avisándoles de un riñón disponible para Xcaret llegaría, pensaban. Pero eso nunca sucedió.
Xcaret Margarita Hernández Trinidad, que soñaba con hacer una familia junto a su pareja Uriel y continuar con sus estudios, murió en octubre de 2024 tras una serie de complicaciones médicas “porque no llegó el riñón”. Tenía 21 años, una personalidad curiosa y un alma noble cuando sufrió el derrame cerebral, como consecuencia de una infección, que finalmente la llevó a la muerte.
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En lo que va de 2025, el Centro Nacional de Trasplantes (CENATRA) ha registrado 4 mil 141 trasplantes de córnea, riñón, hígado, corazón, riñón-riñón, corazón-riñón, pulmón-riñón, pulmón, hígado-riñón, riñón-páncreas.
Durante el primer trimestre de 2025, mil 571 personas recibieron un órgano trasplantado. De esas, sólo 64 fueron veracruzanas, una cifra que apenas representa el 4.07 por ciento de los pacientes, según los datos más actualizados compartidos por la CENATRA.
De los 64 trasplantes realizados a receptores veracruzanos, 34 fueron de córnea, 27 de riñón y 3 de hígado. La persona trasplantada que esperó por más tiempo un órgano fue una mujer de 44 años, quien después de 11 años de espera, finalmente recibió el riñón que necesitaba.
La llamada que nunca llegó
Xcaret y su madre Beatriz se abrazaron cuando, después de un largo año de trámites y estudios, la joven de entonces 19 años finalmente entró a la lista de espera en Cancún, Quintana Roo. Habían atravesado momentos difíciles. Xcaret se había resistido a la idea de abandonar amigos y al resto de la familia que continuaba en Boca del Río y Las Choapas, municipio donde nació.
Mientras realizaba el protocolo de admisión a la lista de espera, Xcaret tuvo un intento de suicidio en noviembre de 2021. Habían regresado del hospital que Beatriz pagaba de forma independiente, cuando ella, enojada, triste y cansada, decidió tomar un puño de pastillas para dormir. Minutos antes, habían recibido la noticia de que la cita con el cardiólogo —necesaria para acceder a la lista de espera— la tendría hasta junio de 2022.
“Ella venía muy motivada pensando que iba a ser más rápido, que el protocolo iba a ser más rápido, pensamos que no íbamos a encontrar tanta gente en las consultas, pero no fue así... gracias a Dios alcancé a quitarle las pastillas”, recuerda Beatriz, quien hoy enfrenta problemas de salud debido “a la enfermedad” de su hija.
El desvelo, el cansancio y el estrés constante, le empeoraron la endometriosis que padece. Primero llegaron las hemorragias, luego la hernia y finalmente el tumor. Sin embargo, segura y enojada, dice que eso es culpa de la insuficiencia renal crónica que le diagnosticaron a Xcaret cuando tenía 14 años, pero no de ella, una mujer alegre que adoraba la música salsa.
Actualmente hay 19 mil 171 pacientes receptores en espera de un trasplante de riñón, córnea, hígado, corazón, hígado-riñón, riñón-páncreas, páncreas, corazón-pulmón, pulmón, corazón-riñón los órganos más solicitados según el Centro Nacional de Trasplantes.
Con el tiempo, la espera del riñón desesperaba a Xcaret. Sufría de ansiedad y cada tanto, ella y Beatriz rezaban para que se inventase y distribuyera el riñón biónico. Sin embargo, a pesar de las restricciones, del dolor y de la depresión, Xcaret encontraba felicidad en su hermana y en su pareja.
“La negrita”, como le apodaba Beatriz, se maquillaba y salía a caminar al parque en sus días buenos. También cocinaba y disfrutaba tiempo con su pareja, quien le ofreció a donarle un riñón y que ella rechazó ante la esperanza de recibir uno del hospital.
“Yo siempre tenía el teléfono en la mano, en la noche, en el trabajo. Le pedía permiso a mi jefe para tener el teléfono siempre conmigo, porque yo no perdía la esperanza de que algún día me llamaran por teléfono, aunque sea en la medianoche”.
“Siempre tenía dinero guardado por cualquier emergencia, por si tenía yo que agarrar un taxi o algo para poder llegar rápido al hospital. Hasta busqué un taxista para ese momento... Uno se motiva, uno tiene la esperanza de que te pueden hablar en cualquier momento, a cualquier hora”, recuerda Beatriz.
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En Veracruz, los gastos médicos de la enfermedad renal crónica de Xcaret ascendían hasta 18 mil pesos mensuales. En Cancún eran un poco menos, ya que el seguro social no cubre las enfermedades renales y los medicamentos son costosos.
Xcaret era de muchos amigos, empática y alegre. Disfrutaba de las mismas cosas que las mujeres de su edad. Le gustaba ir a la playa y salir de fiesta, aunque no pudiera hacerlo mucho por recomendaciones médicas.
Beatriz toma pastillas antidepresivas desde hace meses. En su mente resuena constantemente que, si la Secretaría de Salud difundiera los signos de alerta en niños de una posible enfermedad renal, y si los médicos hubieran detectado a tiempo la presión alta de Xcaret cuando era una niña, tal vez todo hubiera sido distinto. Tal vez se hubiera podido preservar por más tiempo el riñón de Xcaret antes de extirpárselo e iniciar con las hemodiálisis a los 19 años, piensa. Sin embargo, Beatriz quisiera crear conciencia sobre la insuficiencia renal y la importancia de ser donantes de órganos.
“Yo no podía decir que tenía una hija enferma, así que separé a la enfermedad de ella. Xcaret era hermosa, perfecta (...) Hay que empatizar un poco y ponernos en la lista de donadores”, concluye.
lm
