VERACRUZ, VER.- Silvia Hernández Roldán esconde una mirada triste en la sonrisa que le ofrece a las adolescentes que llegan a comprar sus productos de bisutería en la colonia Primero de Mayo de la ciudad de Boca del Río. Sin embargo, sus ojos cafés claros, que albergan ojeras desde que su casa se incendió el pasado 28 de enero, también guardan esperanza para ella como madre soltera.
Aunque perdió todo, a excepción de su estufa, tanque de gas y su refrigerador –que no funciona–, tiene dónde dormir con su hijo de 12 y con su hija de 8 años, los únicos integrantes de su familia ya que es madre soltera desde antes que su hijo naciera.
Del lugar donde vivió años, y donde estaban sus artículos de venta, los útiles escolares de sus hijos, sus medicamentos y la ropa de toda la familia, sólo quedaron paredes manchadas de humo y láminas quebradas por el calor. “Su casa quedó inhabitable”, le dijeron los peritos de Protección Civil luego de llegar al inmueble. El techo de lámina que no se rompió por el incendio que alcanzó el plafón de nieve seca, luego de trepar por los cables eléctricos debido a la falla de las pastillas, fue partido por los vecinos para erradicar el fuego a cubetazos.
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“Ellos lo apagaron, fue gracias a ellos. De un momento a otro la calle ya estaba llena de gente que había salido para ayudar”, recuerda Silvia.
El incendio se incrementó porque alcanzó los colchones, y luego los perfumes y las medicinas flamables que le pertenecían al hijo de Silvia. Fueron días en donde vecinos y ella se dedicaron a determinar qué servía y qué no, así como a lavar las paredes para lijarlas y nuevamente pintarlas de blanco.
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A casi dos meses del incidente, Silvia continúa triste, pero esperanzada. Ha recibido ayuda de vecinos, de los maestros de sus hijos, de la diputada Maryjose Gamboa y de personas desconocidas que la han apoyado con ropa, alimentos de la canasta básica, útiles escolares y material para reconstruir su techo.
Sin embargo, como madre soltera de dos hijos, en donde además uno padece de urticaria, asma y sinusitis que se ven complicadas por las múltiples alergias de su hijo y que está próximo a una cirugía en la Torre Pediátrica de Veracruz para disminuir sus problemas respiratorios, Silvia requiere de más ayuda para reconstruir su vivienda.
Vivir al día del comercio informal
Es un día caluroso, pero Silvia usa un pantalón holgado color negro y una camisa de botones verde. Con timidez, admite que esas prendas son algunas de las que le regalaron y sí le quedaron, porque del incendio “solo nos quedó lo que llevábamos puesto”.
Su hijo, el niño de 12 años que en ocasiones esconde sus malestares físicos para que Silvia no gaste en consultas médicas, se quedó sin uniformes, computadora, libros, libretas y sin mochila de la escuela.
Su hija, una niña de 8 años que comparte sus rasgos físicos, sólo se quedó con una camisa, una falda y su mochila de la escuela. Silvia, por otro lado, se quedó con aproximadamente la mitad de su mercancía y con la camisa, pantalón y bolsa que usaba el día del incendio.
Por eso han podido mantenerse, porque, aunque su despensa, documentos y medicamentos se hayan quemado, parte del sustento de Silvia quedó intacto. El maquillaje, pinzas para el cabello, lapiceras, peluches y carteras que vende enfrente de la escuela primaria Alejandro Molina, son lo que les ha permitido sobrevivir.
Dejó los empleos formales para dedicarse a sus hijos, ya que el padre del primero falleció en un accidente automovilístico y, su segunda pareja, la abandonó en cuanto supo que estaba embarazada.
“He vendido comida, he vendido postres, he vendido ropa, pero ya en los últimos años me dediqué a todo esto del maquillaje y productos para el cabello para no descuidar a mis hijos, porque estando en un trabajo de 8 horas o más, yo no cuento con algún familiar que pudiera ir por ellos a la escuela o llevármelos”.
“Y como mi adolescente lleva un tratamiento de alergias y asma, entonces con él sí tengo que estar desocupada, porque en cualquier momento me pueden hablar de la escuela que sufrió alguna crisis y debo llevarlo al médico”, explica Silvia.
Los días en que la zona escolar donde vende no tiene clases, así como en los fines de semana, Silvia toma a sus hijos y conduce hasta Tejería, la Carranza o Paso del Toro para vender sus productos y no tener pérdidas.
“En vacaciones recorro todos los tianguis. Porque pues yo, la verdad, yo diario tengo que tener un ingreso. Diario yo tengo que tener un ingreso, porque le digo, por cuestiones de mi hijo que ya se le acabó el medicamento, pues debo tener”, explica.
Como ejemplo, describe que –ahora menos que antes– puede aceptar salidas con sus amigas. “No puedo, yo mañana tengo que trabajar. Yo mañana pierdo mi día porque voy a consulta y ahí estamos todo el día”, les responde.
Sin importar que sea fin de semana o vacaciones escolares, Silvia y sus hijos se levantan cada día a las 5 de la mañana. El sábado, por ejemplo, fueron a Paso del Toro y regresaron a Veracruz a las 4 de la tarde. El domingo también despertaron a las 5, pero se fueron al tianguis de la colonia Venustiano Carranza y regresaron a las 5 de la tarde.
El lunes, que no hubo clases, fueron al tianguis de la colonia Progreso y regresaron a las 4 de la tarde, rutina que repiten en temporada vacacional. En días de clases, la familia se levanta por la mañana para acudir a la primaria, a la secundaria y vender de 10 de la mañana a 2:10 de la tarde.
El día que Silvia perdió todo en el incendio de su casa, ella y su hijo se encontraban en su puesto ambulante ubicado frente a la escuela primaria Alejandro Molina. Un dolor en el pecho ocasionado por las alergias de su hijo evitó que el niño de 12 años se quedara solo en casa y que su madre se fuera a limpiar a una casa.
Nueva realidad y esperanza de cambio
A pesar de que Silvia sea originaria de la Ciudad de México, la familia de su esposo fallecido es quien la acoge en Veracruz. Su tía, de hecho, es quien le renta la casa en la que ahora no puede vivir pero que ya comenzó con la reconstrucción del techo.
Desde el 28 de enero en la noche, Silvia y sus hijos duermen en la bodega de ropa de su tía. No es cómodo, ya que el olor del producto que impide la humedad del cuarto a veces no les permite conciliar el sueño de forma continua.
Ya tiene dos colchones y un poco de ropa, pero Silvia aun requiere de materiales de construcción, muebles y otros artículos para recuperar lo que, con esfuerzo, compró para el bienestar de sus hijos.
En caso de querer ayudar a Silvia y a sus hijos, puedes donarles despensa, ropa y zapatos. Su hija es talla 10 en prendas y número 3 en zapatos, su hijo es talla 12 y número 6 en calzado, mientras que ella es talla 36 y calza del número 5. Para entregarle los artículos, la encuentras de lunes a viernes de 10:30 de la mañana a 2:00 de la tarde sobre la calle Víctor Bravo Ahuja, frente a la escuela primaria Estatal Alejandro Molina.
LM