VERACRUZ, VER.- En Veracruz, estudiantes de las carreras de ingeniería mecatrónica y de ingeniería mecánica automotriz del Centro Universitario Latino de Veracruz (CEULVER), crearon la primera aeronave tripulada de Veracruz llamada “Proyecto Mantarraya”.
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Nacido luego de que los 5 jóvenes preguntaran si realmente era “tan” difícil armar un dron, ellos y el ingeniero Víctor Leyva, maestro de la materia de motores eléctricos, comenzaron la planeación de lo que se convirtió en un vehículo que no entra en la definición de carro ni de dron.
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La imposibilidad de andar en tierra y la capacidad de transportar al menos a una persona de 60 kilogramos, le quitan la oportunidad al Proyecto Mantarraya de clasificarse como “auto volador” o como dron.
Fueron alrededor de 12 horas diarias que el grupo de estudiantes, conformado por una mujer y cuatro hombres, le invirtieron durante tres meses y medio al proyecto que cautivó a los veracruzanos y que les mereció el reconocimiento público de la universidad donde estudian.
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En un principio, los estudiantes nunca imaginaron que el proyecto se volvería viral, puesto que en realidad se trata de un “trabajo de clase” que nació a partir de la curiosidad tras hablar sobre drones. Sin embargo, dado el entusiasmo y esfuerzo que pusieron al proyecto, este se materializó y viralizó en redes sociales.
El vehículo que los estudiantes identificaron como una mantarraya costó poco más de 300,000 pesos, tiene un peso de 86 kilogramos, 4.80 metros de largo y de 2.70 metros de ancho que, técnicamente, es capaz de soportar hasta 300 kilos de carga debido a sus seis motores industriales.
A pesar de esto, aclara el ingeniero Leyva, estiman que la aeronave es capaz de cargar a una persona de 80 kilogramos como máximo, ya que hasta el momento sólo se probó con uno de los estudiantes a dos metros de altura durante algunos segundos.
“Hasta el día de hoy no hemos hecho una prueba del máximo peso de despegue. Lo hemos mantenido, digamos, que en un rango seguro de menos del 70 por ciento de la carga, pero ya hemos hecho pruebas con los costales de 120/130 kilogramos aparte del peso de la aeronave, y se ha levantado sin problemas”, comentó el maestro Víctor Leyva.
El proceso de planificación constó de diversas etapas. La primera fue su creación en un diseño 3D en realidad aumentada para luego ser probado en un software de simulación de esfuerzos, donde pudieron ratificar el tipo y calibre de los materiales para que fuera replicable.
La intención, explica el ingeniero Leyva, es que fuera ligero, resistente, de materiales fáciles de conseguir en cualquier país y que cupiera en cualquier batea para su traslado en casos de emergencia; la función para la que fue diseñado.
“Cuando nos atrevimos a pilotar realmente de tripulado fue porque estuvimos ese día haciendo muchas pruebas, y pues decidimos ‘okay, ya aguantó 140 kilos, vamos a subir a uno’ (checamos) configuración, satélites, y ese día no había nada de viento, y nos atrevimos a hacer un vuelo”, cuenta el ingeniero.
En ese momento, explica emocionado, se dieron cuenta que el proyecto era viable. Por ello, en La Silla Rota te presentamos a los 5 estudiantes que estuvieron involucrados en el Proyecto Mantarraya, el cual será presentado en la Feria Aeroespacial Mexicana (FAMEX) el próximo mes de abril.
Valeria Palacios, la única mujer del equipo
Con una gran sonrisa y ojos inquietos, Valeria Palacios Cruz explica que es orgullosamente la única mujer del equipo. Con 19 años y dos carreras universitarias, una en ingeniería eléctrica que estudia por las mañanas y esta, de ingeniería mecatrónica en CEULVER que estudia en sabatino, Valeria participó en el Proyecto Mantarraya de lunes a sábado.
Sus tardes, desde hace por lo menos casi cuatro meses, se dividen entre la universidad, tareas y visitas al taller del maestro Víctor Leyva, donde el Proyecto Mantarraya se hizo realidad y, además, trabajó en un dron para la siembra de semillas.
El taller no fue un espacio nuevo para ella, puesto que lo visita desde hace años. Ahí, con guía del maestro y autorización de sus padres, Valeria profundizó en sus conocimientos de electricidad, donde arraigó el interés que había despertado en ella desde niña al querer descubrir por qué las cosas dejaban de funcionar.
Debido a su participación en el taller, Valeria fue invitada por el ingeniero Leyva a trabajar en el Proyecto Mantarraya en la parte eléctrica; pero para esto, debía ser parte de la universidad, razón por la que desde entonces está becada en la carrera de ingeniería mecatrónica.
“A mí siempre me ha gustado hacer proyectos y siempre me gusta divertirme haciéndolos. Hace tiempo fuimos a la Unidad de Investigación y Desarrollo Tecnológico de la Naval y la verdad es que quedé muy emocionada con todo lo que hacían ahí, como que ya sabía qué quería hacer, y pues aspiro a entrar ahí porque realmente creo que tienen todo lo que yo quiero en estos momentos”, explica Valeria.
Ángel Castillo Pérez
Ángel, un chico de 19 años al que sus amigos describen como una persona tímida, es uno de los dos integrantes del equipo que no es veracruzano. Originario de Nuevo Laredo, Tamaulipas, Ángel llegó al puerto de Veracruz para estudiar –al igual que sus demás compañeros a excepción de Valeria– la carrera de ingeniería automotriz.
Aquí llegó por su interés en los camiones y por el sueño de abrir un taller mecánico. Luego de participar en este proyecto, Ángel explica que está contento y aún más motivado de cumplir su sueño.
Al igual que Valeria y sus demás compañeros de equipo, con quienes ya tenía una amistad que se fortaleció por las jornadas de trabajo, Ángel Castillo asiste por las tardes al taller del maestro.
Daniel Vázquez Mayor
Daniel, con 20 años, es originario del estado de Chiapas. La sonrisa que se le escapa ocasionalmente demuestra los nervios que siente al ser entrevistado y explicar que estudiar ingeniería automotriz fue una decisión de último momento que tomó en busca de nuevas experiencias, ya que su conocimiento en la mecánica era básico.
Su plan inicial era estudiar odontología, pero de un momento a otro, explica, consideró estudiar una ingeniería. Buscó escuelas y encontró interesante el plan estudiantil de CEULVER, donde conoció a sus amigos y pudo desarrollar el Proyecto Mantarraya.
“Me he sentido bien, raro, porque nunca llegué a pensar que podría estar en un proyecto tan grande e innovador como un dron”, explica alegre, ya que además ha tenido el apoyo de sus padres en la realización de Mantarraya, proyecto con el que espera motivar a más estudiantes.
Alejandro Mixtega Ortega
Alejandro, de 19 años, explica que esta carrera siempre estuvo en su mente. Su primera opción fue entrar a la Heroica Escuela Naval Militar, donde quería cursar la carrera de piloto aviador. Ahora, explica, está interesado en el diseño automotriz, profesión que espera desarrollar en Estados Unidos, en alguna de las plantas automotrices de Nueva York.
Juan Ramón Rojas García
Juan está próximo a cumplir 20 años, evento que lo emociona. Orgulloso, explica que diariamente se traslada desde Soledad de Doblado hasta la universidad, trayecto que realiza en hora y media con ayuda de dos camiones.
Su rutina suele iniciar a las 5 de la mañana y, en ocasiones, terminar a las 9. Diariamente, después de la universidad, acude al taller del maestro Leyva para practicar en la teoría que ve en clase.
Sus padres lo han apoyado en la carrera, ya que le dicen, es lo único que pueden dejarle. Una vez que vieron la relevancia que tomó el proyecto en el que participó, explica, sus padres se emocionaron y entendieron mejor las actividades que realizaba en el taller.
“Quisiera agradecer al maestro, porque yo creo que él fue el pilar fundamental para que todo eso se llevara a cabo, ya que gracias a sus conocimientos y al esfuerzo que nos hizo dar esto se llevó a cabo”.
Finalización del Proyecto
El ingeniero eléctrico, Víctor Leyva, explica que el Proyecto Mantarraya aún no está terminado y que “está en pañales” por la falta de presupuesto para aplicar el proyecto y hacerlo “utilizable” para las labores de rescate para las que fue pensado.
Es decir, para que sea capaz de atravesar el mar y recatar a un ahogado, entrar a un incendio o llegar hasta los bosques, Mantarraya debe tener mejores sistemas de seguridad para el piloto o para quien vaya a subir a la aeronave.
Hasta el momento, explica, esta no es capaz de ser manejada desde el interior, pero sí a través de un control remoto con metros de alcance. Entre los elementos de seguridad que debe tener, explica, están la fibra de carbono, protectores en las hélices y demás cuestiones que, explica, le gustaría que fueran asesorados por la Secretaría de Marina.
Finalmente, sobre las oportunidades que los estudiantes puedan desarrollar después de este proyecto, que insiste, nunca pensó en ser innovador ni el más caro del país, opina: “Yo creo que sí les va a dejar un buen currículum pues ya se volvieron buenos en el armado de drones, en general podrían aplicarse al mantenimiento de drones, al pilotaje de drones, quizá al diseño de drones, ¿no? O sea, hay se les abrió un campo laboral bastante amplio”.
vtr
