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Candy Kingdom: arte que le permite a Joy pagarse su carrera universitaria 

Con una familia dedicada a la belleza, Joy se sumó a su mamá y su hermana, y se especializó en el arte en uñas para pagar sus estudios

Candy Kingdom: estudio de belleza de varias generaciones.Créditos: Mara López
Escrito en VERACRUZ el

VERACRUZ, VER.- En el tercer piso del edificio 661 de la calle Esteban Morales casi esquina Independencia, se encuentra Candy Kingdom, el estudio de uñas de Ilse Johana García Vera –como le gusta presentarse–; una joven de 21 años que, gracias al oficio de nail artist, puede pagarse mes con mes su carrera de mercadotecnia. 

Las nail artist o técnico de uñas son –principalmente– aquellas mujeres quienes se encargan de diseñar uñas con técnicas específicas como la manicure rusa, el baño de gel, las uñas acrílicas o esculturales; un oficio que ha crecido en popularidad los últimos años. 

A 5 años de haber iniciado su negocio, Joy –como le dicen sus amigos– además de brindarle un espacio compartido de trabajo a su madre y hermana, quienes fueron su inspiración, forma parte de las 2.6 millones de personas dedicadas al sector de Salones y Clínicas de Belleza, Baños Públicos y Bolerías de México, según cifras de la Secretaría de Economía. 

Sin embargo, para comprender cómo llegó a emplear a una persona, cómo pudo darle un espacio compartido de trabajo a su hermana y madre, cómo puede rentar un espacio ella sola y cómo, además, puede pagarse su carrera universitaria, debemos conocer su historia. 

Madre e hijas en la industria de la belleza 

Desde que Joy tiene conciencia su madre es estilista. Adriana Vera, su madre con 19 años de experiencia en el estilismo, comenzó a realizar trabajos a domicilio por todo el puerto de Veracruz motivada y acompañada por Blanca y Joy, sus hijas, ya que aún no tenía su local. 

Adriana Vera

Al paso de los años, su madre y padre pudieron hacerse de su casa y luego local en el fraccionamiento de La Herradura, en el norte de la ciudad de Veracruz. Allí nació Josmar Salon, llamado así por la combinación del nombre de Johana y Mariela, su hermana. 

Blanca “Makeup” Mariela, enfermera y estudiante de medicina, también es maquillista y cosmetóloga a sus 22 años. Ella, quien se interesó en el maquillaje desde sus 13 años derivado del trabajo de su madre, tiene como meta especializarse médicamente en dermatología o cirugía plástica; pero mientras tanto, Johana la recibe en su “studio” para que pueda realizar su servicio. 

Blanca Mariela

Además de ellas, está Mich, trabajadora de Johana quien también hace aplicaciones de uñas en su studio desde hace apenas 2 meses. Y, todas ellas en conjunto –y ocasionalmente– habitan Candy Kingdom, el espacio que le ha costado salud física, mental y emocional a Joy. 

"A ver qué pasa"

Johana recuerda que siempre le causó asombro ver los trabajos que realizaba su mamá en sus clientas. “Creo que siempre me ha gustado ver a las mujeres guapas”, dice. Sin embargo, admite también que nunca se vio dedicándose a eso debido a que solía pelear con su mamá por estar descalza y “greñuda” desde niña.  

Y aunque mientras crecía vio a su madre y hermana especializarse, cuenta que se mantuvo reacia a dedicarse al mismo sector hasta que recibió su Beca para el Bienestar Benito Juárez

Impulsada por “crisis existenciales” que le hicieron querer emprender, por identificar que el servicio de uñas era lo único que no hacía su mamá, además de los halagos por siempre llevar sus uñas arregladas, es que decidió intentar con la aplicación de uñas. 

“En ese momento no era mucho lo que me daban de la beca, eran como 3,200 pesos cuando se juntaba, y fue que mi papá me apoyó y me dijo ‘pues tu compra lo que puedas y ya te apoyo con los cursos’”, y así fue. Aunque no terminó el primer curso que tomó, comenzó aplicando uñas impulsadas con su madre y por querer hacer “algo no visto” en el puerto de Veracruz. 

De acuerdo con cifras de la Secretaría de Economía, en el segundo trimestre del 2024 trabajaron de maquillistas, manicuristas, pedicuristas y tatuadores 206 mil personas, donde el 90.3 por ciento de ellas es representado por mujeres. De estas, 8 mil 50 personas se encuentran en el estado de Veracruz. 

Tras practicar por meses, incursionar en la técnica de mano alzada y recibir clientas gracias a Tefi, amiga de su hermana y entonces influencer a quien le hacía las uñas de forma recurrente, Joy comenzó a recibir clientas. 

Sin embargo, a la par de que recibió clientas, comenzó a recibir comentarios de “es que me gusta tu trabajo, pero que me quedas muy lejos”, lo que la arrastró a un bucle de “como no tenía más clientas no podía cobrar más caro y como no podía cobrar más caro no podía subir la calidad y, si no puedo subir la calidad, no podía ofrecer distintos servicios ni comprar mobiliario; me quedaba muy estancada”, comenta. 

Joy

Por lo que, tras tomar un curso en Ciudad de México, decidió juntarse a sus 18 años para mejorar la ubicación para sus clientas. “Viví en el Coyol y fue un cambio enorme”, cuenta aun sorprendida. 

En aquel momento, cuenta que estudiaba Tecnología de la Información en las Organizaciones “cosa que la verdad nunca me gustó” en la Universidad Veracruzana (UV), puesto que sus padres no accedieron a pagarle una carrera debido a que prefieren vivir de forma austera. 

“Quería estudiar algo de publicidad o mercadotecnia, pero aquí en Veracruz no hay escuelas públicas que la enseñen, solamente en Xalapa, y no tenía la posibilidad de irme a otra ciudad y sobre todo yo sola, por lo que decidí estudiar en la UV en lo que arrancaba el negocio y podía estudiar lo que yo quería”. 

Antes de salirse de casa de sus papás, Joy invirtió en la identidad visual de su negocio, al cual llamó oficialmente: Candy Kingdom. Entre risas, cuenta que este nombre es por el Dulce Reino de Hora de Aventura, pero que como parecería, precisamente, una dulcería, optó porque fuera en inglés. 

En la casa que rentaba junto a su entonces pareja, Joy cuenta que comenzó a recibir a muchas clientas, por lo que adaptó un cuarto para recibirlas previa citas. Al vivir ahí durante año y medio, logró comenzar a estudiar mercadotecnia y tomar un curso en Guadalajara, lo que la dejó sin ingresos al separarse repentinamente de su pareja.  

“Fue un momento muy extraño. No le quería decir a mis papás y me quedaba con amigas o clientas porque me había quedado sin ahorros para rentar algo e iniciar desde cero”, cuenta, hasta que “ya no le quedó de otra” y regresó a casa de sus papás.  

"Haré lo que tenga que hacer: no me veo haciendo otra cosa"

A pesar de que sus papás quisieron que ella regresara a poner uñas en Josmar, Johana dijo que “eso sería un retroceso enorme”, por lo que comenzó a buscar nuevamente rentas, pero ahora en el centro de la ciudad. 

De acuerdo con gráficas de la Secretaría de Economía del segundo trimestre del 2024, el sector de Maquillistas, Manicuristas, Pedicuristas y Tatuadores –al que pertenece Johana– forma parte del 19.8 por ciento de la población ocupada, lo que indica 203 mil personas dedicas a este sector, 30 mil 100 personas menos que el primer trimestre del año. 

Con estos datos, le preguntamos a Joy cuánto trabajo le había costado encontrar su público objetivo al ella estar especializada en nail art, diseños a mano alzada, tendencias asiáticas, baño de gel, uñas acrílicas y soft gel: “Sí porque aquí no estamos acostumbrados a algo diferente. Algo que tiene el veracruzano es que no suele probar cosas nuevas. Aquí en Veracruz es muy común que abran lugares y que los cierren al poco tiempo por lo mismo, a lo mejor tienen demanda en el momento, pero ya después la gente se olvida y vuelve a lo común”. 

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Cuando Joy encontró este lugar, cuenta que comenzó a tener problemas psicológicos y emocionales debido al estrés que le causó separarse e iniciar de cero. “Terminé en el hospital algunos días y ahí mismo, me diagnosticaron Trastorno Límite de la Personalidad (TLP) y Trastorno de Adaptación”. Al salir, cuenta que estuvo sin trabajar algunos días ya que había perdido movilidad en sus manos y a que estaba bajo medicamento psiquiátrico. 

En palabras de Johana, el TLP es un trastorno que “como su nombre lo dice, te lleva a vivir al límite. O siento demasiado, o no siento nada, entonces si me pasa algo que a lo mejor otras personas pueden gestionarlo con inteligencia emocional o con lo que quieras, ya no puedo hacerlo, o sea, por mí misma no puedo hacerlo si no estoy en medicamento. Este tipo de trastornos no se cura, solo se controla”, explica. 

Haz las cosas con miedo 

Aunque para Johana sea más fácil aceptar riesgos por su trastorno, “esto no quiere decir que no me dé miedo”, por lo que motiva a todas aquellas personas que quieran emprender en algo, que lo hagan. 

“Haz las cosas con miedo, pero hazlas, ¿qué es lo peor que puede pasar? El ‘no’ ya lo tienes”, puntualiza. “Mientras no peligre la vida de nadie en el negocio que quieres hacer, adelante. Para mí no fue un tema complicado cambiarme de carrera, pero yo sé que para muchas personas sí lo es porque piensan ‘ay, ¿qué van a decir de mí?’ y para mí es ‘qué es lo peor que puede pasar’”. 

Además, agrega que, de no haber sido por su oficio, no habría podido estudiar mercadotecnia. Sin embargo, dice “no veo trabajando de otra cosa que no sea esto, y eso que fui una niña que destacara en nada a pesar de siempre meterme en concursos, nunca destaqué en nada”. 

En la reflexión que hace, concluye que su trabajo le encanta por la cantidad de historias que escucha, por las personas que ha conocido y porque “no sé por qué, pero me encanta escuchar los sueños de las personas. Ya casi nadie lo hace, todo el mundo está deprimido. Y los entiendo, en serio”

mb