XALAPA, VER. - Hace dos años y medio Erika Jazmín Balderas Rodríguez, egresada de la carrera de Ingeniería Forestal, se sumó a la Brigada 3004 Pico de Orizaba y Sierra de Zongolica de la Secretaría de Medio Ambiente (Sedema), que trabajan en la atención de incendios forestales.
Con solo 30 años, este lunes 15 de julio recibió un reconocimiento, de manos del gobernador Cuitláhuac García, por su trabajo en la reciente temporada de incendios donde apoyó en la atención de los incendios forestales en la zona centro del Estado, una de las más afectadas por la quema de pastizales y la pérdida de áreas verdes.
Pasó semanas durmiendo de cuatro a cinco horas y caminando hasta 16 kilómetros diarios para subir a cerros, en zonas con pendientes de hasta 60 grados, arriesgando su vida y tratando de combatir los incendios forestales que, muchas veces, fueron provocados por “exceso de confianza” de quienes hicieron quemas agrícolas que se salieron de control.
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La egresada de Ingeniería Forestal cuenta que es de las primeras mujeres que se sumó al grupo de tarea. Reconoce que, para realizar su labor, de estar en contacto con el fuego -con temperaturas que pueden llegar a fundir el chip de un teléfono-, se debe tener mucho amor al trabajo, al medio ambiente y un poco de locura.
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Los datos oficiales
Según la Comisión Nacional Forestal (Conafor) en Veracruz se reportaron 217 incendios forestales, afectando un total de 14 mil 793 hectáreas, que incluyen afectaciones en áreas naturales protegidas.
El reporte que incluye datos del 1 de enero al 11 de julio, detalla que en Veracruz se dispararon las conflagraciones en los meses de abril, mayo y junio, cuando se llegaron a reportar hasta 30 incendios en diferentes puntos del Estado.
Por ejemplo, el 28 de mayo, Protección Civil reportó 30 incendios activos que atendían combatientes de gobierno del Estado, Guardia Nacional, Secretaría de Defensa Nacional (Sedena), Grupo Tajín de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) y voluntarios.
En esa ocasión, la Secretaría de Protección Civil reportó afectaciones en Xico, La Perla, Alpatláhuac, Tlacolulan, Texcatepec, Uxpanapa, Tatatila, Jilotepec, Tequila, Camerino Z. Mendoza, Tezonapa, Ixtaczoquitlán, Huiloapan de Cuauhtémoc, Tlilapan, Los Reyes, Naranjal, Tlalnelhuayocan, Las Vigas de Ramírez, Chocamán, Las Minas, Atzalan, Ixhuatlancillo y Altotonga.
La Conafor reporta que el área más afectada son zonas de arbusto y el promedio de atención a un incendio fue de 58 horas, lo que implica 2 días y medio; además, participaron 234 mil 599 veracruzanos, entre combatientes y voluntarios atendiendo los incendios en el Estado de Veracruz.
Las causas más recurrentes de los incendios son: intencional, actividades agrícolas, actividades pecuarias, fogatas, fumadores, cazadores, quemas de basureros, otras actividades productivas, causas naturales, además, festividades y rituales, así como residuos de aprovechamiento forestal, entre otros.
La entidad se ubicó en el lugar nueve con el mayor número de incendios y el décimo por la mayor superficie afectada. A nivel nacional se contabilizaron 5 mil 873, hasta el 11 de julio. En 477 casos las conflagraciones se prolongaron por más de siete días, y uno de ellos se reportó en Veracruz en la zona de Huiloapan, Nogales y Maltrata donde Erika apoyó, por al menos 15 días para sofocar un incendio.
Erika buscaba trabajo y se sumó a la brigada de combatientes forestales
En entrevista con La Silla Rota, Erika platica que entró a la brigada en 2022, un año y medio después de egresar de la carrera de Ingeniaría Forestal del Instituto Tecnológico de Zongolica, cuando un maestro le informó sobre la convocatoria que había emitido el Gobierno del Estado para contratar a brigadistas.
Un poco por necesidad, porque no encontraba trabajo, y otra para aplicar sus conocimientos de la carrera que estudió, se postuló para la vacante y logró ingresar a la brigada que apoya en la atención de incendios forestales.
Al inicio, reconoce, fue un poco complicado el integrarse al grupo de trabajo, solo había hombres, sumado a que no sabía cómo era el combatir un incendio, “antes no había mujeres en las brigadas. Al empezar fue algo pesado, pero poco a poco nos empezamos a adaptar todos.
“Para llegar a los incendios son largas las caminatas. Cuando yo ingresé me tocó ir a dos incendios, terminaba que me dolía todo, después terminando los incendios hacíamos actividades de prevención”.
La poca experiencia en el tema, detalla, la hacían llevar botellas de agua helada para que al medio día estuvieran frescas, sin pensar que eso le generaba daños a su salud por el contraste de las temperaturas del líquido y su cuerpo al caminar y estar cerca del fuego, o empacaba poca comida, cuando hay ocasiones que pasan hasta 15 horas en el cerro, combatiendo un incendio.
“Yo llevaba dos tortas y unas galletas, a veces bajamos muy noche, y esa era mi comida de todo el día. Ellos caminaban muy rápido, y me iban dejando atrás con un radio, para comunicarnos, e irlos alcanzando, pero ya con el tiempo empecé a seguir su paso”, platica sobre su proceso de adaptación.
Su formación escolar siempre estuvo relacionada con los temas forestales, pues de la preparatoria salió como Técnico Forestal, de una escuela de la Conafor, y después ingresó al Tecnológico de Zongolica, donde estudió ingeniería.
Los incendios del 2024 no fueron tantos como el año pasado
Erika expresa que le tocó apoyar en todos los incendios en la zona de Zongolica, y aunque en 2023 se reportaron más conflagraciones, este año las quemas se prolongaron hasta por 15 días. El norte y las altas temperaturas alentaban el fuego lo que complicaba el combatirlos y controlarlos.
“Nosotros ya tenemos las áreas donde por lo general se presentan los incendios, por ejemplo, Maltrata que son pastizales, la gente prende fuego para que crezca el pasto y coman los animales".
“Pero esta vez, debido a las altas temperaturas, las personas se confiaron, quemaron en las partes altas, donde siembran. Y debido a las altas temperaturas el fuego se propagó a zonas donde antes no llegaba o donde no se presentaban incendios desde hace más de 10 años”, detalla.
El primer incendio grande, cuenta, fue el que se registró en Maltrata, Nogales, Acultzingo, inició el 24 de marzo, se tardaron 15 días en apagarlo, “empezó de noche y nos presentamos a las 7 de la mañana para empezar a combatirlo. Nos faltaban como 300 metros para cerrar la brecha, cuando se registró una surada y el fuego nos dio la vuelta.
“Nosotros corrimos a un área donde aún estaba caliente, pero no había problema, sí podíamos sobrevivir. Ya cuando volteamos, el aire y el tipo de combustible, que eran puros pastizales, recorrió todo rapidísimo. Estuvimos 15 días, primero subimos por la parte de Balastrera, otros días subíamos por Maltrata y de Maltrata bajábamos por Acultzingo, le dábamos la vuelta al cerro”.
La topografía de la zona, cuenta, solo permite a las unidades subir a cierta distancia del cerro, sin embargo, a partir de ese punto debían caminar de dos a tres horas para llegar a la parte más alta y, a partir de ahí, empezar a abrir brecha para combatir el fuego.
Erika inicia su jornada antes de las 5 de la mañana
Una jornada para apagar un incendio, explica, inicia a las cinco de la mañana que es cuando deben llegar al Puesto de Mando, donde tienen presencia elementos estatales, de la Guardia Nacional, Sedena, y se definía la integración de los equipos para combatir el incendio de diferentes zonas.
“Los más capacitados siempre vamos a la parte de enfrente. En las comunidades muchas veces la gente nos invitaba café y pan, y en esos días lo que más se come es galletas o atunes, que es lo que no se echa a perder; las tortas las tenemos que comer en el desayuno”.
Al llegar al punto más alto, es cuando deben desayunar, pues de lo contrario el ascenso sería muy pesado, a veces, platica, les dan ganas de vomitar. Después de ingerir alimentos empiezan a descender del cerro, y lo hacen cortando brecha, que consiste en remover toda la vegetación combustible en una franja de al menos tres metros de ancho alrededor de los incendios.
“Tenemos que avanzar lo más que podamos antes de las 12, porque a esa hora todavía no hay viento y no pega el sol, como la una o dos paramos y comemos. Después seguimos descendiendo, y en jornada muy largas, bajábamos hasta las 8 y llegábamos a los puestos de mando a las 10”.
Al llegar al puesto de control, dice, compartían la información de la situación y las coordenadas de lo que habían avanzado, “ahí nos daban las 12 de la noche y ya nos íbamos a casa, para empezar otra vez a las 5 de la mañana”.
Las donaciones de equipo de combate son para voluntarios
Erika asegura que los seis integrantes de su brigada cuentan con todo el equipo para subir y hacer su trabajo, están divididos en macheteros, que son los que cortan, y los azadoneros, que recogen la hierba para abrir las brechas.
Sin embargo, cuando se piden donaciones esas herramientas como azadones y machetes las ocupan las personas voluntarias que les apoyan, “mucha gente se las llevó a su casa”.
La combatiente afirma que hay mujeres a quienes no se les menciona o reconoce su trabajo, “las señoras preparaban canastas de tacos de frijol y caminaban dos o tres horas para alimentarlos, otras subían al cerro con garrafones de agua y lonas de naranjas para repartir”.
Trompas se sumó al grupo de tarea
Durante el combate del incendio de Maltrata, Nogales y Acultzingo, que se registró en marzo, Erika conoció a un peludito que subía con el grupo de combate a apagar el fuego en el cerro.
Explica que el animal tenía dueña en el municipio de Huiloapan, sin embargo, la propietaria tenía varias multas pues el animalito vivía prácticamente en la calle. El primer día que lo encontraron en el cerro, los combatientes lo cuidaron y bajaron, incluso, lo boletinaron en Facebook para regresarlo a su casa.
“Yo me quedé en el puesto de mando (…) el perro estaba en la zona de incendio e iba siguiendo a los de grupo Tajín, pero se quedó en la autopista. Yo les dije que lo iban a atropellar, lo cargué y llevé al municipio, y les expliqué que estaba en el cerro y que posiblemente era de un voluntario. Al otro día me dijeron, sí tiene dueño y se llama Trompas.”.
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Al otro día, cuenta, el animalito acompañó nuevamente a los combatientes quienes lo resguardaron y lo bajaron al Puesto de Mando, donde se quedó un par de días sin que nadie lo reclamara, por lo que Erika optó por adoptarlo.
Erika menciona que, para hacer el camino más ameno la brigada siempre hace bromas, para mantener el ánimo, pues su trabajo es de alto riesgo, no solo porque deben combatir el fuego, sino porque los caminos que recorren a veces son solo veredas al lado de barrancas.
A ella siempre la mofan diciéndole, “dicen que estudian porque pesa menos una pala que un lápiz, y ahora traes tu azadón. Sabemos a qué hora vamos a subir, pero no sabemos a qué hora vamos a bajar o si vamos a lograr bajar. Siempre vamos con el pensamiento de que vamos a volver a casa”.
Como un mensaje a la población, les pide que estén consientes que los combatientes también son seres humanos con familia, y que para ir al cerro a apagar un incendio arriesgan su vida.
“La gente se desespera y dicen que no hacemos nada, pero nosotros hacemos lo humanamente posible para apagar el fuego (…) a veces, hasta nos quieren linchar”, cuenta.
Muchas de las personas que integran las brigadas suelen renunciar, porque su labor les implica estar cerca del fuego, “en ocasiones los celulares se descomponen, se derrite el chip por el calor, pero nosotros ya nos acostumbramos a esa temperatura. Todos los combatientes tienen mucho amor al trabajo y un poquito de locura”.
mb