OPINIÓN

Tinta de una columnista

Tinta y tinte de una mujer

Créditos: Valeria Aime Tannos Díaz
Escrito en VERACRUZ el

Imagínate esa primera vez en la que una persona te invita a escribir acerca de un tema, te pide que des información, pero que cierres con unas palabras personales, algo así como una opinión. Inmediatamente te das cuenta de cuánto que te gusta escribir y recuerdas aquellos cuentos que escribías en tu infancia. No pasa mucho tiempo antes de que se te abra la oportunidad de hacerlo cada semana.

Se te abre una puerta que te invita a publicar tu opinión de diversos temas actuales cada semana y entonces te das cuenta de que tal vez no eres tan mala haciéndolo; te pones a leer más para absorber mucha información y tener un tema cada semana. Te pones a estudiar sobre de la escritura, signos de puntuación, gramática y el contexto de aquello que quieres plantear. Te preparas hasta que, poco a poco, te vuelves mejor en eso.

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Con el tiempo y ya con muchos escritos en tu computadora se te abre otra puerta. Bueno, sales a buscarla y te aceptan en otro lado para que sigas publicando. Te das cuenta de que tienes que prepararte más y conseguir más información porque estás en lugares serios, estás entrando en un mundo en el que vas a rodearte de personas con las que jamás has estado. Sigues publicando cada semana en diversos lugares y hasta en revistas lo llegas a hacer.

Pasa el tiempo y te das cuenta de que eso es lo que realmente te apasiona; decides hacer crecer el proyecto y lo vuelves un proyecto de vida. Se vuelve más grande, más exigente e interesante. Tienes que prepararte muchísimo y hasta inscribirte en diferentes diplomados para aprender a escribir porque te das cuenta de que no es únicamente plasmar palabras sobre unas cuantas cuartillas. Entonces te creas un ritual de escritura, ya es tu manera de hacerlo y ya es tu firma.

Así es como lo vas haciendo, te das cuenta de que cada escritor tiene su propia firma, por ejemplo, Roberto bolaño, que su firma era escribir como si nadie lo fuera a leer. Aprendes mucho de eso y decides que esa es una buena manera de hacerlo: Pensando que nadie leerá ese escrito. Y te das cuenta de lo rápido que fluyen las palabras y lo bien que manejas y planteas cada idea cuando crees que el texto es únicamente para ti.

En poco tiempo te das cuenta de que escribes artículos de opinión, claramente lo haces para que las personas lo lean, estén o no estén de acuerdo contigo. Eso es lo maravilloso de escribir artículos de opinión: una buena semana la gente puede odiar lo que estás plasmando y tal vez otra semana tus lectores estén de acuerdo contigo. O, en el peor de los casos, nadie te leerá. Pero esto es un sube y baja y de eso se trata. Y eso no es lo más complicado. Lo más difícil es encontrar temas todos los días, porque jamás debes parar de tener ideas e información en tu cabeza. Tu mente debe estar activa todo el tiempo.

Aunque no te sientes en una silla frente a tu computadora haciendo ese ritual para escribir, sigues trabajando y sigues encontrando puntos importantes en cada lectura que vas haciendo. A esas alturas del partido ya te diste cuenta de que debes tener un tema de qué hablar, no se trata de siempre hablar de lo mismo, pero sí de enfocarte en una sola cosa, aunque al final toda la opinión que puedas ofrecer será mediática y política. Todo el mundo es político.

Cuando llevas mucho tiempo haciéndolo, sin darte cuenta, te preguntas a ti mismo qué tanto te has desnudado ante el mundo y muchos podrían pensar que no es un gran texto escribir artículos de opinión, pero dicen los grandes autores que toda forma en la que alguien escriba un texto es literatura y bajo esa suposición, la literatura es literalmente desnudarte ante el mundo. Y ahora piensas que, cada semana, lo has hecho.

Le estás mostrando al mundo lo que piensas y opinas de los temas que pasan en el mundo: de política, corrupción, asesinatos, feminismos, libertad de expresión, a veces hasta de economía, de delitos, etc. Dar tu opinión de temas tan mediáticos te deja por completo al desnudo porque tus lectores saben quién eres, sin siquiera conocerte o leer cada semana lo que publicas, saben tus posturas políticas, tus posturas económicas y hasta que tipo de libros podrías tener en tu casa.

No es solo sentarte, prender la computadora y tomar un buen café o un bueno vino para que las ideas fluyan más, es hacerte de un criterio de la información que alguien más plasmó, es decir lo que piensas y la postura que tomas al respecto, todo nuestro criterio se forma con base en posturas, sea del tema que sea y eso también te da responsabilidades.

La responsabilidad social que vas cargando es fundamental para transmitir lo que realmente quieres. Debes ser exacto con las palabras y no dejar cabida a que las palabras se malinterpreten. Debes ser muy preciso en el tipo de información que encontraste, la fuente donde la hallaste y la opinión que te creaste de eso. Tienes que ser muy honesto con lo que estás escribiendo y a veces decides hasta ser cínico. Al final tú sabes cómo quieres que tus lectores hablen de ti. Pero lo que no podrás olvidar nunca es la responsabilidad al hablar y dar tu opinión sobre lo que otra persona está investigando.

Nunca sabes quién está del otro lado del celular o de la computadora leyendo y tal vez pensando, o no, lo mismo que tú, no sabes la edad de tus lectores o su contexto social, no sabes prácticamente nada de ellos. Cínicamente te atreves a decir que, como muchas de las cosas que hacemos día con día, desnudar tu mente de esa manera, para que te lean, es un trueque. Y tal vez el precio por ese intercambio sea lo mejor que te pudiera estar pasando en la vida.

lm