COLUMNA

Esta Abogada No Olvida de Dónde Viene

Los Ojos de Temis

Créditos: LSR Veracruz
Escrito en VERACRUZ el

No escribo estas líneas desde la neutralidad académica ni desde una posición distante del pueblo.

Las escribo desde mi vocación, desde mis raíces, desde lo que he vivido y aprendido como mujer, como abogada, y como testigo de un sistema que, muchas veces, le da la espalda a quienes más necesitan justicia.

Porque yo vengo del pueblo.

Y nunca he olvidado de dónde vengo.

Crecí sabiendo que la justicia no llega igual a todos.

Vi a mujeres fuertes ser silenciadas en tribunales.

A comunidades enteras resignarse porque “eso de los juicios es solo para quienes tienen dinero”.

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Escuché historias de hombres trabajadores que fueron condenados sin comprender el proceso.

Ahí entendí que el derecho no se ejerce solo con leyes, sino con conciencia.

Que saber la norma no basta si no se escucha a quien la vive.

Y que la vocación jurídica tiene sentido solo cuando se pone al servicio de la gente.

Desde que elegí este camino, supe que no sería fácil.

Defender derechos en un país donde muchos no tienen ni voz ni representación, es remar a contracorriente.

Pero nunca he creído en lo fácil. Creo en lo justo.

Por eso, quienes decidimos estudiar derecho —una de las profesiones más nobles y profundamente humanas—, no podemos conformarnos con conocer códigos ni dictar argumentos vacíos.

Ejercer el derecho implica reconocer que no todas las personas llegan en las mismas condiciones a un tribunal, y que nuestro papel no es solo aplicar normas, sino abrir caminos, tender puentes y garantizar dignidad.

Mi labor como abogada no es únicamente técnica.

Es escuchar con atención, traducir con claridad, acompañar con empatía y construir confianza donde antes solo había miedo.

Porque el derecho no debería vivirse con angustia, ni con burocracia incomprensible.

El derecho debería vivirse con dignidad.

No soy ingenua. Sé que hay personas que han perdido la fe en el sistema judicial.

Que sienten que la justicia es un camino inaccesible, lleno de términos que no entienden y tiempos que no alcanzan.

Me duele esa distancia.

Por eso, mi trabajo como abogada es también escuchar, traducir, acompañar, construir confianza.

Porque el derecho no debería vivirse con miedo, sino con dignidad.

Temis, símbolo de la justicia, ha sido representada durante siglos con los ojos vendados.

Pero en un país tan desigual, yo prefiero a Temis con los ojos bien abiertos.

Viendo a quienes han sido ignorados.

Escuchando a quienes siempre llegan al final de la fila.

Reconociendo que no todos parten del mismo punto y que, por eso mismo, impartir justicia es también una forma de transformar la realidad.

No tengo todas las respuestas.

Pero sí tengo una certeza: el derecho solo tiene sentido si mejora vidas.

Y mientras haya personas que sigan buscando justicia y no la encuentren, seguiré aquí, firme, con los pies en la tierra, con la ley en la mano y con la conciencia despierta.

Porque esta abogada no olvida de dónde viene.

Y por eso, tampoco olvida para quién ejerce el derecho.

LM