COLUMNA

Que la Justicia Vuelva a Mirarnos

Los Ojos de Temis

Créditos: LSR Veracruz
Escrito en VERACRUZ el

Temis se ha quitado la venda, pero no para ver con superioridad. Lo ha hecho porque por demasiado tiempo, la justicia ha mirado hacia otro lado.

Ha dirigido la mirada al poder, a las élites, al lenguaje técnico que pocos entienden.

Y en ese desvío —consciente o no— dejó de mirar a quienes más necesitaban ser vistos.

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La justicia, que debería ser la última esperanza del pueblo, se ha vuelto un sitio lejano.

Un lugar que impone respeto, sí, pero también miedo.

Hay quienes ya no denuncian. No porque no tengan razones, sino porque aprendieron que nadie los va a escuchar.

Hay quienes asumen la injusticia como parte de la vida, porque no conocen otra cosa.

Y hay quienes, aun creyendo en la ley, ya no confían en quienes la aplican.

¿Qué mensaje manda una sentencia que llega años después de que la herida ocurrió?

¿Qué se aprende de un tribunal donde los términos son más importantes que las personas?

¿Cómo se construye confianza en un sistema que ha sido históricamente inaccesible para las mayorías?

La justicia ha perdido su capacidad de conectar.

Y cuando eso ocurre, la justicia deja de ser justicia.

Durante años, el derecho fue pensado y escrito desde el privilegio.

Desde escritorios cómodos, sin mirar los colonias alejadas, las comunidades, los caminos de tierra.

El resultado fue un aparato jurídico tan formal, tan técnico, tan hermético, que el pueblo quedó fuera.

Quedaron fuera las mujeres que no denuncian porque el sistema las revictimiza.

Quedaron fuera los hombres que no comprenden sus derechos porque nadie se los explicó.

Quedaron fuera las personas indígenas que enfrentan procesos sin intérprete.

Quedaron fuera las niñas y niños que solo aparecen como cifras, no como voces.

Y el Estado —a través del Poder Judicial— siguió mirando hacia otro lado.

El mito de la imparcialidad se ha confundido con neutralidad ante la desigualdad.

Pero no hay verdadera imparcialidad si no se reconocen las condiciones materiales de quienes llegan ante un juez.

Si una persona llega sin abogado, sin recursos y sin respaldo,

Si su historia es tratada como un trámite más,

Si su derecho se debate sin escuchar su voz,

entonces esa justicia no es ciega: está deshumanizada.

La justicia debe volver a encontrarse con la gente.

No con frases institucionales, sino con hechos:

Con jueces que escuchen, no que dicten desde la distancia.

Con resoluciones que sanen, no que revictimicen.

Con defensorías que acompañen, no que administren expedientes.

Con procesos que reconozcan la desigualdad y actúen para equilibrarla.

La justicia tiene que recuperar el vínculo con quienes la han dejado de buscar.

Y eso solo se logra mirando de nuevo a los ojos del pueblo.

La imagen clásica de Temis con la venda representa la imparcialidad.

Pero hoy, en un país profundamente desigual, esa venda también puede representar indiferencia.

Temis, al quitarse la venda, no pierde la imparcialidad.

La recupera.

Porque solo viendo la realidad de quienes han sido ignorados, puede equilibrar realmente su balanza.

La justicia necesita volver a mirar a quienes han estado al margen.

A quienes han dejado de confiar.

A quienes, desde hace años, esperan que alguien —desde dentro del sistema— tenga la valentía de decir:

“te veo, te creo, y haré lo que esté en mi poder para que tengas justicia.”

Que la justicia vuelva a mirarnos.

Ese es el principio de la transformación.