Me diréis, señores, que la tentativa es peligrosa porque don Victoriano Huerta es un soldado sanguinario y feroz, que asesina sin vacilación ni escrúpulo a todo aquél que le sirve de obstáculo. ¡No importa, señores! La patria os exige que cumpláis con vuestro deber, aun con el peligro y aun con la seguridad de perder la existencia.- Don Belisario Domínguez Palencia. Cámara de Senadores 23 de septiembre de 1913.
Al observar lo que ocurre actualmente, en nuestro poder legislativo, resulta interesante revisar la historia de nuestro país al inicio del siglo pasado.
Por ejemplo, la etapa de la decena trágica del 09 al 19 de febrero de 1913, cuando Don Francisco I. Madero (quien gobernó México del 06 de noviembre de 1911 a 18 de febrero de 1913), fue derrocado y brutalmente asesinado por Victoriano Huerta, junto con su vicepresidente José María Pino Suárez, el 22 de febrero de 1913.
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La persona que sustituyo a Don Francisco fue Pedro Lascuráin y Paredes el 19 de febrero de 1913, a quien ante la renuncia del presidente, le tocó asumir el cargo de acuerdo con el proceso legislativo vigente. Ocupó la presidencia durante 45 minutos, el tiempo necesario para nombrar a Huerta Secretario de Gobernación, lo que permitió a éste ocupar la Presidencia de la Republica de manera legitima (19 de febrero de 1913 a 14 de julio de 1914).
Don Panchito, como le decían los grandes en su natal Parras de las Fuente, Coahuila, enfrentaba serios problemas en su administración, por la oposición simultanea del gobierno de Washington por los impuestos maderistas al petróleo, (hay que recordar que los planes para derrocarlo se fraguaron en el conocido “Pacto de la Embajada” norteamericana, con Henry Lane Wilson al frente).
El ejército federal, los grupos políticos porfirianos y los hacendados y empresarios, así como las clases medias también estaban descontentas, lo que, sumado a la inexperiencia gubernamental, terminaron por hacer insostenible el gobierno del apóstol de la democracia en nuestro país.
Sin embargo, esto no significó que Victoriano Huerta tuviera éxito en su gobierno, ya que du felonía generó de inmediato la reacción de Don Venustiano Carranza en Coahuila, quien proclamo el Plan de Guadalupe y se nombró a sí mismo Primer jefe del Ejército Constitucionalista.
El gobierno de Huerta fue un fracaso y el Senador por el Estado de Chiapas, Dr. Don Belisario Domínguez Palencia, en un vibrante discurso pronunciado 23 de septiembre de 1913, en el Senado de la República, de donde tomé el epígrafe, solicitó que:
“La representación nacional debe deponer de la presidencia de la República a don Victoriano Huerta por ser él contra quien protestan con mucha razón todos nuestros hermanos alzados en armas y de consiguiente, por ser él quien menos puede llevar a efecto la pacificación, supremo anhelo de todos los mexicanos”
Don Belisario Domínguez fue asesinado el 07 de octubre de 1913.
Al ver lo que ocurre con el poder legislativo de México, se puede afirmar con Enrique Quintana (El Financiero):
“El día de ayer tuvimos uno de esos episodios que darán vergüenza cuando se registren en la historia del país.”
“En una tómbola se seleccionaron los jueces y magistrados, que serán cesados antes del 1 de septiembre del próximo año. Es decir, la suerte determinó quiénes son los que seguirán en sus puestos por dos años más, y quienes los tendrán que abandonar en el curso del próximo año”
También coincido con el constitucionalista Francisco Burgoa quien definió la “tómbola judicial' como el golpe más letal al Estado de Derecho del que se tenga recuerdo” y afirmó que este atropello es producto de venganzas políticas que buscan destruir la independencia judicial y convertir a nuestros tribunales en botín electoral.
La situación genero el siguiente comentario ayer del analista Ricardo Pascoe Pierce en sus redes sociales con el que estoy de acuerdo:
“El despido caricaturesco, arbitrario e irracional de 464 magistrados y 386 jueces vía una tómbola en el Senado de la República. El evento, lleno de yerros, confusiones y cambios de procedimientos, ilustra el carácter irreflexivo que invade la acción que ha tomado la mayoría legislativa, siguiendo directrices de un hombre cuyo objetivo era destruir instituciones y crear un nuevo régimen político en México, sin decirlo y ocultando sus objetivos ulteriores personales. México se mueve rápidamente a empatar su sistema político con el de Nicaragua: familiar y autoritario. Se destruye el Poder Judicial para facilitar la continuación de Morena en el poder, a través del hijo pródigo en 2030.”
Quedan algunas preguntas en el aire:
¿El poder judicial en México, se comporta como el que teníamos en las agitadas aguas del período revolucionario?
¿Qué lecciones nos dejó el pacto de la Embajada?
¿Cuál es el destino inevitable de los traidores a la patria?
¿No existen en el Congreso personas como Don Belisario Domínguez?
¿Se podrá, en la administración actual, modificar las reformas, para que el país tenga una verdadera separación de poderes y consolidar el débil estado de derecho para impulsar en el país el desarrollo económico?