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Trabajo doméstico en Veracruz: la precariedad que invisibiliza a 151 mil mujeres

Pese a las dificultades, accidentes y salarios bajos, Jessica Alejandra dice amar su empleo como trabajadora doméstica, sin embargo, también desea poder superarse y cambiar de profesión

Escrito en VERACRUZ el

VERACRUZ, VER.- La alarma despierta a Jessica todos los días a las 6 de la mañana; hay ocasiones que —confiesa— preferiría permanecer acurrucada entre sus sábanas. Después de ese dilema que la hace bostezar se acuerda que debe ir a trabajar; se levanta de golpe y se toma un vaso con agua, como si brindara de haber vencido a la pereza. Así inicia su día la mujer de 44 años, antes de salir a ganarse la vida como empleada domestica

Pero antes de sus tareas en una oficina en Costa de Oro, primero habrá de dejar impecable su casa: tender su cama, barrer la cocina y regar las plantas. Su jornada comienza a las 9 de la mañana y termina a las 2 de la tarde. Sale vestida con una playera de algodón —que sea fresca y cómoda—, un pantalón de mezclilla y tenis. Jessica  Alejandra Arriaga Cureño es una de 151 mil mujeres que realizan trabajos domésticos en el estado de Veracruz, labores que, tras años de invisibilidad han ganado que algunos derechos laborales

Con este empleo, miles de mujeres mantienen a sus familias; pagan los servicios de luz, agua, internet y además costean la educación de sus hijos. En promedio, de acuerdo con datos de la Secretaría de economía, una empleada doméstica gana 3,760 pesos mensuales, casi lo mismo que recibe al mes un adulto mayor con las pensiones de la Secretaría del Bienestar. 

Jessica lleva 13 años dedicada al trabajo doméstico; también se ha desempeñado también como ayudante de cocina, integrante de una cooperativa escolar, ha vendido ropa, ha sido guardia de seguridad y realizó tareas de limpieza en un taller mecánico. Todos trabajos informales.  

Cuando tenía 10 años recibió su primer pago por lavar trastes en la casa de una vecina. Esa actividad la realizaba por las tardes, cuando regresaba de la primaria. El trabajo consistía en limpiar la cocina, los trastes, la estufa y todo lo que se ensuciara en ese espacio durante dos o tres horas diarias. Con ese ingreso —que Alejandra recuerda entre risas que era mucho para ella– aportaba a los gastos de su casa y lo poquito que sobraba se lo quedaba. Así, presume, aprendió el hábito de la responsabilidad. 

Ley del Seguro Social para trabajadoras del hogar 

Desde su primer empleo, Jessica continuó realizando labores informales durante sus estudios de secundaria. Cuando cumplió 20 años sus trabajos eran similares pero ya no sus responsabilidades, ahora debía hacerse cargo de su entonces única hija. Su esposo no era económicamente responsable

“Yo creo que es una historia que vivimos muchas mujeres, que al ver que el hombre no es responsable, que no aporta lo que debe aportar como pareja, como hombre de casa, como padre, ahí es cuando nosotras las mujeres salimos a cubrir todas esas necesidades y a resolver todos esos gastos que van saliendo dentro de la casa, y pues pasamos a ser padres y madres al mismo tiempo”. 

“(...) Nosotras buscamos más opciones de trabajo, vendemos, compramos, ahí andamos ideando qué hacer para cubrir todas esas necesidades de los hijos y la casa”, explica. 

Históricamente a las mujeres se les ha asignado el rol de cuidadoras y limpiadoras, por lo que, al realizar estas funciones como actividad económica mal remunerada y con poco acceso a prestaciones de ley vuelve a este grupo “altamente vulnerable”, de acuerdo con el trabajo de investigación “Trabajadoras del hogar: grupo vulnerable al maltrato y desigualdad laboral” realizado por tres docentes de la Universidad Autónoma de Tamaulipas, en el 2020. 

Dos años después, a nivel nacional se creó la propuesta para reformar la Ley del Seguro Social que buscaba integrar a las trabajadoras del hogar. El 16 de noviembre del 2022 se reformó, adicionó y derogaron distintas disposiciones a la Ley tras su publicación en el Diario Oficial de la Federación (DOF). 

“Persona trabajadora del hogar es aquella que, de manera remunerada, realice actividades de cuidados, aseo, asistencia o cualquier otra actividad inherente al hogar en el marco de una relación laboral que no aporte para la persona empleadora beneficio económico directo (...)”. 

Entre sus modalidades, se encontraron: “Quien trabaje para una persona empleadora y resida en el domicilio donde realice sus actividades; Quien trabaje para una sola persona empleadora y que no resida en el domicilio donde realice sus actividades, y Quien trabaje para diferentes personas empleadoras y que no resida en el domicilio de ninguna de ellas”. 

Jessica Arriaga explica que no cuenta con prestaciones de ley ya que tiene un problema con el Infonavit, por lo que dice prefiere no recibirlas. Sin embargo, cada vez que tiene que ausentarse por temas de salud y acudir al ISSTE –donde la atienden sin costo– en su trabajo la apoyan no descontándole el día. 

He tenido mucha suerte como trabajadora del hogar 

Jessica es una mujer alegre; cuando limpia una casa suele disfrutar de alguna canción de Kany García, la Banda MS, Adelle o de Rihanna, las cuales canta cada vez que inicia con la limpieza en alguna de las habitaciones. 

A pesar de las malas experiencias que ha llegado a escuchar de compañeras, ella cuenta que se siente afortunada, ya que nunca ha recibido un mal trato por parte de algún patrón o patrona. 

“Al contrario, me han tratado muy bien. Hace poco en el trabajo donde estoy me compraron un pastel por mi cumpleaños, fue una de las mejores cosas que me han pasado (como limpiadora doméstica)”, explica con emoción. 

También explica que, como limpiadora del hogar, se debe amar el oficio “porque si llegamos con mala cara no hacemos las cosas bien”. Además cuenta que ser disciplinada, discreta, amable y tener respeto hacia los patrones y sus cosas, son aspectos fundamentales. 

Sobre el salario, Alejandra cuenta que hace 13 años, cuando comenzó a limpiar casas y oficinas, no sabía cobrar. Con pena, admite que cobraba entre 250 y 300 pesos por una casa, fuera esta de uno o dos pisos. 

Con la experiencia de los años aprendió que no solo debe guiarse de cómo los patrones solían pagarles a sus anteriores empleadas, sino algo proporcional al tipo de limpieza que ella realice. Por ejemplo, si se trata de una limpieza profunda o no, de cuántas habitaciones limpiará y, lo más importante para ella, cobrar el servicio de cocina como algo aparte de la limpieza y no como uno mismo. 

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Actualmente, Jessica explica que cobra entre 350 y 450 pesos la limpieza de casas, dependiendo de su tamaño. Por estos trabajos suele llevarse aproximadamente seis horas cada casa o sitio que limpia. 

Dificultades del trabajo doméstico 

“Es muy difícil, a veces, por llevar comida a la casa y por ser mamá una se olvida que también es mujer y que se debe tener el tiempo para sí misma”, cuenta. 

En el estudio de “Trabajadoras del hogar: grupo vulnerable al maltrato y desigualdad laboral”, se muestra que “en la mayoría de los casos las trabajadoras dedicadas al servicio doméstico laboran de 5 a 6 días, aunque en menor escala (6.5%), llegan a trabajar hasta siete días a la semana, lo que implica que no gozan de por lo menos un día de descanso semanal, mientras que el 47.4% refirió trabajar durante todo el día”. 

En su caso, Jessica cuenta que se olvidó completamente de ella misma, situación que pudo revertir gracias a personas con las que trabajó. “Yo me olvidé de comprarme cosas para mí, de arreglarme, de salir o de disfrutar de aunque sea un helado sin sentir la culpa de que descuidaste tu casa o que descuidaste alguna parte de tu familia”. 

“Es algo que debemos aprender algunas mujeres, el saber que ya trabajamos, ya cumplimos como madres, en casa y todo, y que nos merecemos ese gustito para nosotras”, cosa que aprendió hace 5 años. 

“He aprendido a vivir con el dolor”: consecuencias del trabajo doméstico 

Otra de las dificultades de las que casi no se hablan, son las afectaciones a la salud. Además de las caídas ocurridas durante una jornada de limpieza, Jessica cuenta que la exposición a mezclas químicas que realizan para limpiar con desconocimiento puede llegar a afectarlas. 

Su primer accidente fue hace 20 años, cuando se cayó de sentón y después de espaldas. “De ahí tuve otra caída de como 2 metros de alto (...) la escalera se movió y cayó mi pierna en un entrepaño de la escalera, y con mi mismo peso hacía presión y me lastimé la rodilla”. A ello le han seguido otras caídas de ventanas y algunos resbalones que han afectado su espalda y rodillas; partes del cuerpo que admite le duelen con los fríos. 

Sobre las mezclas químicas, dice entre risas “hay que aprender a no combinar los químicos porque nos afectan los pulmones”. Hace aproximadamente un año comenzó a presentar dolores en el pecho y síntomas como falta de aire, sofocación y cansancio. Tras acudir al médico y realizarse radiografías resultó que la mitad de uno de sus pulmones está afectado. 

“No estoy segura, ¿verdad?, no sé si es al cien por ciento por la combinación de los líquidos de limpieza o porque tal vez me dio COVID, pero sí hay que aprender a cuidarnos. Apenas iré con el neumólogo a que me diga qué tengo”, explica. 

De acuerdo con la Guía para Promover el Trabajo Digno en el Trabajo del Hogar de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, el contagio por exponerse a bacterias, hongos y virus por integrantes del hogar contagiados es un riesgo real que debe considerarse.

El sueño de un trabajo mejor remunerado 

A pesar de los problemas que le ha traído su oficio, Jessica cuenta que le gusta mucho, principalmente porque ha conocido a ingenieros, doctores, licenciados, mecánicos y demás profesiones, de las que aprende y admira mucho. 

“Me he puesto a pensar estos últimos años en estudiar algo que ya no sea tan pesado y que sea mejor remunerado”, dice con ilusión. Con una sonrisa, reconoce que primero tendría que terminar su bachillerato, el cual dejó a más de la mitad.  

“De lo mismo que he ido viendo con los doctores e ingenieros y eso, me gustaría algo de lo que hacen ellos, se me hace un trabajo muy interesante en el sentido de los ingenieros que tienen que pensar en resolver (situaciones) y administrar a personas”, comparte entusiasmada. Al final de la entrevista, como si fuera su secreto más íntimo, la mujer de 44 años explica que su sueño de niña era ser militar, porque nunca ha podido “estar quieta”.

mb