JUECES LABORALES QUE SE VAN

Los jueces laborales que se van

A esos juzgadores que se retiran por razones ajenas a su voluntad y que dieron todo para dignificar el deber judicial de ser autoridad imparcial, rindo un homenaje de reconocimiento, y su huella será imborrable. | Manuel Fuentes

Escrito en OPINIÓN el

Hay quienes dicen que no hay que mirar atrás, pero eso es imposible. Hay sucesos que no se pueden olvidar porque te marcan. De los jueces laborales que llegaron producto de una reforma laboral en el año 2019, al menos la mitad se fueron a la calle, resultado de una controvertida reforma judicial, dejaron una importante huella, por un quehacer nunca visto.

Fueron juezas y jueces, que ahora se van, pero que formaron parte de los cimientos de una justicia laboral que hoy intenta consolidarse con enorme dificultad por el abandono presupuestario del Estado, quien parece considerar que su misión ha concluido con la elección de nuevos juzgadores.

Pude conocer en los años recientes a juzgadores de enorme talante que decidieron no participar en el proceso de elección, a pesar de tener derecho a ello. Mostraron su inconformidad por la forma de elección y de la exigencia de requisitos mínimos sin una probanza de que llegaran los más capaces. Los escuchaba decir no querer ser cómplices de una atrocidad que estremece la imparcialidad de la justicia.

Por primera vez pude observar a jueces sin toga ni birrete, vestidos de tenis y con ropa casual, participar personalmente en los recuentos de los juicios de titularidad. Esa cercanía con las partes, lejos de restarles autoridad, evidenció un compromiso genuino con la transformación de la justicia laboral. Su papel fue clave para darle sentido al principio de la primacía de la realidad, más allá de las formalidades tradicionales.

Antes, los presidentes de las juntas de conciliación y arbitraje nunca se atrevieron a tal hazaña. Mandaban a actuarios para que se las arreglaran como pudieran, sin importar las amenazas de violencia que aún se dan en este tipo de eventos sindicales.

Pude observar, en tiempos recientes, la llegada a centros fabriles en diversos estados de la República de los equipos de trabajo de jueces, compuestos por jóvenes abogados quienes instalaban a toda prisa mesas, urnas y mamparas para asegurar la identidad y el voto secreto de los trabajadores. Algunas votaciones daban inicio a las 6 de la mañana y concluían hasta la media noche, y allí estaban apostados esos juzgadores del nuevo cuño.

Otros jueces, para evitar una huelga, salieron de sus escritorios y, a petición de los trabajadores, fueron a constatar las altas temperaturas y las difíciles condiciones con las que laboraban en distintos centros de trabajo del país. Pude observar las miradas atónitas de obreros que señalaban: “mira, es una jueza que viene a vernos y platicar con nosotros para conocer cómo trabajamos”.

No puedo olvidar esas jornadas que iniciaban a las 5:30 de la mañana en las que observaba a jueces llegar con vehículos del Poder Judicial para realizar su trabajo en sitio, en los centros fabriles, ante la mirada de sorpresa de supervisores, gerentes, abogados y dirigentes sindicales. Escuchaba decir: 

“Son jueces que se ensucian los zapatos y saludan de mano a las obreras y obreros, no lo puedo creer”.

Conocí a esos jueces que entendieron el deber del Estado de proteger la libertad sindical. Observar el rostro de indignación de un juzgador, quien en teoría debía tener la mirada fría y aparentar no tener sentimientos, que se descompone al enterarse del retiro de mantas de protesta por miembros del ejército mexicano en una dependencia pública en pleno periodo de prehuelga.

Responder la petición de los trabajadores del sector nuclear para reinstalar sus mantas de protesta y llamar a funcionarios de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para que estuviesen presentes en el centro de trabajo y vigilar que estas fueran colocadas en el mismo lugar donde se habían retirado por personal militar. Esa actuación no sólo fue un gesto de compromiso, sino también un ejemplo para garantizar el respeto a la libertad sindical.

Conocer a juezas y jueces que tomaban las controversias como asuntos propios e invertían horas, y que en muchas ocasiones continuaban su labor en la madrugada para evitar una huelga. Recuerdo aquella ocasión en que una juzgadora nos despidió a las tres de la mañana, después de una jornada de casi 20 horas, para citarnos de nueva cuenta tres horas más tarde, a las seis de la mañana, para continuar la negociación y así evitar la suspensión de labores. De esos hechos que casi nadie cuenta, pero que no se olvidan por la intensidad y compromiso que implica ser un juzgador laboral, con carácter de conciliador.

De los jueces que se van, pude conocer a quienes dominaban la legislación laboral, las jurisprudencias, los criterios internacionales y las sentencias de la Corte Interamericana. Y con tristeza digo que conocí a otros pocos que apenas lo intentaron, y nunca supieron lo que significaba ser un juez de lo social, como los que pregonaba nuestro amigo y nunca olvidado el maestro y doctor Néstor de Buen.

Fue una delicia intelectual conocer a jueces que, en una audiencia, de manera verbal, con una gran maestranza daban a conocer casi de memoria una sentencia a las partes presentes en un juicio. Ahora me entero, con tristeza, que varios de ellos, apasionados por una verdadera justicia laboral, son quienes se van.

A esos juzgadores que se retiran por razones ajenas a su voluntad y que dieron todo para dignificar el deber judicial de ser autoridad imparcial, rindo un homenaje de reconocimiento, y afirmo que la huella que dejan será imborrable en esta difícil construcción de una verdadera justicia laboral que muchos añoramos y que todavía está lejos de serlo.

Su salida representa no sólo una pérdida humana e institucional, sino también un llamado de atención sobre lo frágil que puede ser un proyecto de justicia cuando no se protege a quienes lo sostienen con integridad y vocación.

Que su ejemplo sirva como referente para quienes hoy llegan, y que el espíritu con el que ejercieron su función no se disuelva entre los cambios administrativos, sino que inspire una continuidad ética en la labor judicial.

De otros avatares

En uno de los eventos de presentación de las llamadas Guías Judiciales de Conducción de Audiencias en Materia Laboral, con énfasis en Derecho Colectivo, escuché el reclamo del abogado y académico Luis Diaz Mirón al decir que ninguna de estas guías tendría eficacia mientras no hubiera suficiente presupuesto por parte del gobierno para hacerlas funcionar. 

Se refirió a la vergüenza que representan los juzgados laborales de la Ciudad de México abandonados a su suerte, sin recursos y trámites con enorme retraso de meses y meses.

Diaz Mirón después me escribió y me dijo: “Si no demandamos una justicia rápida, digna y profesional, no nos harán caso”.

Manuel Fuentes

@Manuel_FuentesM