En su informe publicado el 20 de mayo, la Comisión Lancet, conformada por más de 40 expertos internacionales en salud y bienestar, llevó a cabo un estudio con la participación de más de 200 adolescentes de 36 países. De acuerdo con sus hallazgos, para 2030, más de mil millones de adolescentes enfrentarán problemas como desnutrición, depresión y VIH. En menos de una década, la disminución en los años de vida saludable entre los jóvenes será consecuencia del incremento de los trastornos mentales, una tendencia que ha venido en aumento desde la pandemia causada por el SARS-CoV-2, conocido como covid-19.
Uno de los hallazgos más preocupantes es el incremento acelerado de la obesidad en ciertos países, donde su prevalencia se ha multiplicado hasta por ocho en los últimos 30 años. Este fenómeno está relacionado con cambios en los hábitos alimenticios, el acceso limitado a opciones saludables y el sedentarismo, lo que contribuye al desarrollo de enfermedades crónicas como la diabetes y los padecimientos cardiovasculares.
Asimismo, la crisis de salud mental en adolescentes continúa agravándose, con tasas crecientes de depresión, ansiedad y suicidio. La pandemia de covid-19 intensificó esta tendencia, incrementando el aislamiento social, la incertidumbre y el estrés emocional en los jóvenes. A pesar de representar el 25% de la población mundial, los adolescentes y jóvenes sólo reciben el 2.5% del presupuesto global destinado a salud, lo que pone en evidencia una falta de inversión en programas de prevención y apoyo psicológico.
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El informe también advierte que los desafíos que enfrentan los adolescentes podrían verse exacerbados por factores emergentes como el cambio climático, los conflictos internacionales y la acelerada digitalización. Estos elementos no sólo afectan su bienestar físico y mental, sino que también pueden influir en sus oportunidades de desarrollo, acceso a educación y estabilidad social. La interconexión de estos problemas crea un entorno de incertidumbre en el que los jóvenes deben adaptarse a condiciones cada vez más complejas, con repercusiones a largo plazo en su salud y calidad de vida.
Además, el análisis destaca que la generación actual de adolescentes será la primera en vivir con una temperatura global anual que supera en 0.5 grados los niveles preindustriales. Este aumento, aunque aparentemente pequeño, conlleva efectos significativos en la salud y el entorno. Entre las principales consecuencias se encuentran el incremento de enfermedades relacionadas con el calor extremo, la disminución en la calidad y disponibilidad de alimentos y agua, y una mayor exposición a eventos climáticos adversos. Estos cambios no sólo afectarán su bienestar inmediato, sino que también impondrán nuevos desafíos para su futuro, obligándolos a enfrentar crisis ambientales con herramientas y soluciones aún en desarrollo.
Las políticas de salud actuales deben centrarse en la población del futuro, impulsando medidas que aseguren el acceso a atención médica integral, incluyendo el cuidado de la salud mental, así como estrategias de nutrición que fomenten hábitos saludables. Invertir hoy en el bienestar de las nuevas generaciones es fundamental no sólo para su desarrollo personal, sino también para el avance de la sociedad y el fortalecimiento de la economía mundial, promoviendo una vida con altos estándares de calidad.